Capítulo 33

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Cuando la princesa de la muerte observó el dardo parali­zante que tenía en el cuello, se dio cuenta de que, al dejar que el control se le escapara de las manos, acababa de per­der una batalla que ni siquiera había empezado.

Entonces sintió miedo. Un miedo genuino al pensar en el futuro que le aguardaba. «Nuestro fin es inevitable, Auro­ra», recordó las palabras del detective al notar ella también un pinchazo en la pierna que hizo que su mejilla impactara suavemente contra la espalda de él.

-Vincent... -trató de decir en un débil susurro antes de sentir pesadez en los párpados, pues ni siquiera le dio tiempo a desenfundar el arma que escondía en el interior de la cazadora, al lado de la falsificación.

El detective, que había creído que Aurora había decidi­do romper su tregua, no fue capaz de escuchar nada. Y nin­guno de los dos, totalmente inconscientes, pudo saber quién acababa de tenderles la trampa que suponía su perdición.

-Atadlos de pies y manos -pronunció la voz que se encontraba al mando y había dado la orden de disparar-. Que alguien se ocupe de la moto, no quiero dejar ningún cabo suelto. Y no os olvidéis de quitarles las armas.

-¿Qué hacemos con ellos cuando tengas el cofre? -pre­guntó Charles a su lado mientras observaba cómo dos des­conocidos se encargaban de la pareja de amantes-. Si me das luz verde, podría deshacerme de...

-¿Eres imbécil? -contestó horrorizada la segunda al mando de la organización-. ¿Quieres que Giovanni nos mate a todos? Sigue siendo su ojito derecho, nada de ma­tarla. La quiero atada, amordazada y encerrada en una de las habitaciones hasta que yo decida cuándo verla. Sin embargo, a él... Tal vez nos sea útil, pero que lo encierren en otra habitación; nada de dejarlos juntos.

-¿Se puede saber quién es?

-¿Has dejado entrar a un detective de la Policía de Nueva York sin saberlo? -Se volvió hacia él, sonriente, mientras apreciaba su mirada asustada, además de la sor­presa en su rostro. Incluso le dedicó un par de palmadas en el hombro-. No sé qué ha pasado entre ellos, pero, si re­sulta que tenemos a un policía que ha decidido cambiarse de bando... -Se quedó pensativa-. Seguramente querrá seguir con vida y, tal vez, pueda contarnos algo impor­tante.

Charles se mordió la lengua para evitar decir algo ina­propiado y, con las manos por detrás de la espalda, les re­galó una última mirada.

Nina había contactado con él a espaldas del capo sema­nas atrás para pedirle que la informara si la princesa de la muerte llegaba a poner un pie en la base de Nueva York. Sin embargo, ese aviso no se dio, pues Charles era un hom­bre fiel a sus principios, obediente; sin embargo, no iba a quedarse de brazos cruzados después de que la rata impos­tora se hubiera atrevido a ponerle una mano encima y a amenazarlo.

Entonces, sin pensar en Giovanni, contactó con su so­brina, ignorando la traición que existía entre ambas, y le entregó la ubicación precisa de la motocicleta, pues había ordenado que le instalaran un chip de rastreo.

En unos minutos Nina se presentó en el punto indicado, alejada de ellos, y vio discutir a la pareja. «Una relación destinada al fracaso», pensó, y un instante después ordenó que los durmieran. Observó sus ojos cerrados; estaban to­talmente indefensos. Por primera vez se encontraba un paso por delante de la ladrona de guante negro, esa mujer que yacía inconsciente en el interior del coche mientras Romeo y Stefan custodia­ban su sueño.

Nina empezó a caminar hacia el asiento del copiloto, pero Charles le impidió que cerrara la puerta.

-Cuando pisé esta organización por primera vez, el jefe me dejó claro lo que pasaría si se me ocurría, o a algún otro miembro, confraternizar con alguien que no perte­neciera a nuestro mundo. ¿Me estás queriendo decir que Aurora, por ser su ojito derecho, puede saltarse las normas? Exijo justicia, joder. Cree que puede hacer lo que le dé la gana con esos aires de superioridad que Giovanni le con­siente, porque, si no fuera por él, no sería nadie. ¿Tú qué harás? ¿También lo dejarás pasar?

Ladrona de guante negro (Trilogía Stella Nera, 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora