Capítulo 18

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Aurora sentía que la vida se le escapaba de las manos, que la sangre la abandonaba. Incluso empezó a notar que respi­rar se volvía cada vez más complicado.

Iba a morir, lo presentía.

Una nueva ráfaga de dolor la sacudió e hizo que todo su cuerpo empezara a temblar. ¿Había llegado su final? ¿De verdad iba a permitirlo sin haber luchado siquiera? Ella no era de las que se rendían, tampoco de las que se atrevían a darle la espalda a la muerte por miedo, sino de las que se enfrentaban a ella.

Y justo hizo eso; le dio igual que el mundo se opusiera a su retorno. No necesitaba que le tendieran la mano, había sobrevivido a situaciones peores y esa herida de bala, que aún la tenía sumida en la inconsciencia, no iba a detenerla. Así que, después de ordenar que la oscuridad se dispersara, trató de hallar esa cuerda que le permitiría exigir una se­gunda oportunidad.

A pesar de los múltiples obstáculos, la encontró y no dudó en tirar de ella y abrir los ojos de golpe. Su corazón había empezado a latir de nuevo y, con él, el mundo había vuelto a esconderse ante su presencia. Había conseguido regresar de la negrura que la había mantenido atrapada y con ella había despertado una inédita sed de venganza.

Se irguió rápido y un quejido de dolor brotó casi al ins­tante.

Tenía el cuerpo dolorido, con algunas heridas más gra­ves que otras. Necesitaba curarlas si no quería morir desan­grada. Mordiéndose la lengua, inspeccionó a oscuras el lu­gar para comprobar que no hubiera ninguna amenaza. Soltó un suspiro de alivio; no quería imaginarse qué habría pasado si hubiera llegado a haberla.

Observó los cuerpos sin vida que la acompañaban, los de los dos hombres de Smirnov, y recordó la traición de sus amigos. La de Nina, que había sido como una hermana para ella; la de Stefan y Romeo, que la habían acompañado fielmente desde el principio y que habían decidido mirar a otro lado. Negó con la cabeza. Todo había sido un cruel engaño que había roto en mil pedazos los recuerdos que había compartido a su lado. Nina D'Amico había dejado de existir, se había ocupado de destrozar en persona cual­quier lazo que las hubiera unido. Se había encargado de arrancar toda la bondad que le quedaba a Aurora y ni si­ quiera le había importado abandonarla a su suerte con una herida de bala. Lo más doloroso había sido que, al final, se había atrevido a apretar el gatillo.

Podría haberla rematado, podría haberle disparado en la cabeza para acabar definitivamente con su vida, pero no lo había hecho, y todavía se preguntaba la razón. Haría que la propia Nina se lo explicara cuando la encontrara. Se lo había prometido; advertido, incluso. Daba igual dónde se escondiera, no habría lugar en el mundo para aplacar la venganza que tenía en mente: una muy dolorosa, sin pie­ dad. Haría que su corazón se partiera en pedazos con los mil cristales que ella le iba a lanzar.

Aunque, para ello, primero debía curarse, salir de aquel lugar, buscar un sitio seguro en el que resguardarse, llamar a Giovanni, trazar un plan, ver dónde se encontraba Sira...

Se le contrajo el corazón al pensar en su gatita y no pudo evitar que una lágrima se deslizara por la suciedad de su rostro. Nina se había atrevido a amenazarla, a Sira, a lo más preciado que tenía. Sonrió ante el pensamiento: solo por eso dejaría que su gata le arañara la cara.

Volvió a observar a su alrededor, donde no quedaba ras­tro de Nina, Smirnov o la furgoneta de Stefan, mientras pensaba en la motocicleta que había escondido. Todavía contaba con un medio de transporte para salir de allí. Con cierta dificultad, empezó a arrastrarse por el frío asfalto hasta llegar al cuerpo que tenía más cerca. Necesitaba un cinturón con el que hacerse un torniquete en el muslo para evitar perder más sangre. Con la respiración agitada y el cuerpo en tensión, apretó el cuero alrededor de la pierna, deseando que no tardara en hacer efecto, y confirmó su sospecha: no había orificio de salida. La bala aún se encon­traba dentro y ella conocía las consecuencias.

Ladrona de guante negro (Trilogía Stella Nera, 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora