- No sé si estoy listo para ésto. No lo conocí muy bien.... talvez... nos hubiéramos hecho amigos...., o no, quién sabe.
Esas eran las palabras de alguien que quería decir algo pero no tuvo tiempo de pensarlas. En ésto llamado funeral. Estábamos todos reunidos a unos cincuenta pasos del camión en medio de la nada y frente a un mal intento de una sepultura. Había intentado cavar con el cuchillo que tomé de la caja de armas (como comencé a llamarle) en un lugar donde la tierra era más blanda, pero no resultó como esperaba y terminamos cubriendo el cuerpo con cosas que encontramos alrededor, como: tierra, piedras y arbustos. Al final solo quedó cubierto y no enterrado como tenía pensado.
José no desaprovechaba cada oportunidad para decir lo estúpido que era ésto, pero en el fondo sé que su intención era la misma que la mía y que solo estaba de mal humor por el calor que hacía.
Cómo era de esperarse todos se enteraron de que Isaías había muerto por su herida y quisieron hacer una despedida, ya que sin él no hubiéramos escapado vivos de la base.... y que sin él ahora teníamos esa sensación de estar completamente solos en ésta situación.
Nos reunimos todos unos minutos después de terminar y nos quedamos en silencio, se me ocurrió decir unas palabras.... y aquí estaba.
- Pero... sí sé que estaba dispuesto ha arriesgar su vida para servir y proteger... Lamentablemente fue así -proseguí- Talvez tenía una familia, si es así me aseguraré de hacerles saber lo valiente que fuiste y que... aún en tus últimos momentos hiciste todo lo posible para enseñarnos lo que tenemos que hacer a continuación.
»Me gustó mucho la historia que me contaste sobre el fusil xiucoatl. No entendí mucho sobre el problema legal en el que se metieron por hacerlo, pero me llamó la atención que se llama así del náhuatl serpiente de fuego, el arma de un dios. Y es justo por éso que el rifle tiene una serpiente a un costado. Solo éso aprendí y te agradezco por la historia. Desde aquí nos toca a nosotros, gracias..... por todo.
Detrás de mí escuché un "amén" apenas audible y unos pasos que se alejaban en dirección a la carretera.
Esperé ahí parado bajo el sol que empezaba su recorrido hacia el oeste, una corriente de aire entró en mi sudadera haciéndola revolotear. Ignoré quienes seguían junto a mí pero se los agradecía, miré hacia el cielo, había nubes pero seguía siendo un brillante día de funeral.
El ruido del camión tratando de encender me sacó bruscamente de mis pensamientos, «ahora que mierda están haciendo?» pensé.
Uno, dos... tres intentos?
Fruncí el ceño y me pregunté «porque no arranca aún?». Un intento largo, luego otro y luego otro, «carajo, NO ME JODAS!».
Caminé muy deprisa hacia el vehículo, aplastando pasto y levantando polvo a cada pisada que daba, hasta que llegué al lado del conductor y ví a José por la ventana, sentado en el asiento intentando una y otra vez que encendiera el motor, al abrir la puerta le pregunté:
- Que pasa?
- No ves? -me dice sin voltear a verme, hace otro intento pero fracasa igual que en los demás- No quiere prender la chingadera.
- Mierda...., ya checaste la gasolina?
- Ya, no es éso. Carajo -suspira exasperado y voltea verme- Yo no sé nada de talacha, y tú? -niego con la cabeza como respuesta.
- Así que ahora estamos varados -comentó Gustavo, apareció detrás de la puerta abierta. Se escuchaba un poco asustado.
- No podemos quedarnos, hay que seguir a pie desde ahora, talvez aún nos sigan los imbéciles que aparecieron en la base -comentó José.
- Tienes razón, aún falta mucho para que anochezca así que hay que empezar desde ahora -dije, luego me dirigí a Gus- Tenemos que decirles a todos que tomen sus cosas, puedes encargarte de éso? -él dudó un instante, pero enseguida asiente y desaparece por el frente del vehículo- También hay que llevar las armas y municiones por si llegamos a necesitarlas, hay tres fusiles xiucoatl y dos....
- Glocks, ya sé -dice él- Yo también le eché un vistazo a esa caja.
- Bueno... talvez te deje escoger a alguien de confianza para darle una.
- Vete a la mierda, que te da el derecho de escoger éso?
- Pues que a mí me enseñó Isaías a cómo usarlas -le contesté, en el mismo tono que usó él.
- Como si fuera tan difícil -se bajó del camión y fué a la parte de atrás. Cuando se baja noté que su playera estaba manchada de sangre y negué con la cabeza pensando «no pudo ni limpiar antes de subirse».
Mi curiosidad me hace querer dar un vistazo al asiento, pero la simple idea de éso me da asco y mejor decidí ir detrás de José. Logré subirme a la caja y ponerme de pie, lo primero que ví es que la caja ya se encontraba abierta. Luego mis ojos se posaron en José, que tomaba uno de los fusiles y admiraba como si fuera una obra de arte, seguido de éso la sostiene con ambas manos y me apunta con ella.
Abrí mucho los ojos del susto y retrocedí unos pasos. Una de las mochilas me hizo tropezar y caer de sentón en el banco de metal lo que causa que José se parta a carcajadas.
- Eres un pendejo! -exclamé, el susto se convierte en enojo- En que carajo estabas pensando? Casi me matas!
- Solo quería que te cagaras de miedo -dijo él entre risas. El dolor en el estómago a causa de ellas hace que por instinto ponga una mano sobre su barriga- No exageres, además aún no sé cómo usarla.
- Hijo de puta -murmuré para mis adentros, me acomodé mejor en la banca en la que caí y trate de calmarme, «porque carajo me asusté tanto?». Talvez sea el hecho de que un pendejo estaba detrás del arma o quizás.... porque acababa de enterrar a alguien que murio por una herida de bala.
- Qué no sirve el camión!? -preguntó Sandra apareciendo de la nada, José se sobresaltó, con el arma aún en las manos y por algún tipo de reflejo le apuntó con ella. Al verlo, Sandra soltó un grito muy agudo y se agachó para esconderse. En cualquier momento esté wey le iba a dar un tiro a alguien, así que me levanté y le quité el fusil.
- Vas a lastimar a alguien con ésa cosa!
- Pues es que me asustó! -dice él, como si eso lo justificara.
- No pasa nada Sandra, ya puedes levantarte -ella se asoma para asegurarse- Solo hiciste que se cagara esté wey del miedo -le expliqué.
La ironía me hizo sonreír. Ella se subió y dió unos pasos rápidos hacía José.
- Eres un pendejo -le dijo en la cara, él estaba por contestarle pero lo interrumpió- Entonces.... el camión no sirve? -ya no parecía enojada ni interesada en perder tiempo en esa pelea.
- No -le respondí.
- Y ahora que hacemos? A dónde vamos?
- El plan es el mismo -respondió José está vez, más calmado- Solo que ahora iremos a pie.
- No me chingues.Carlos expresó su necesidad de comer algo antes de irnos, así que nos quedamos un rato más en el camión. Guardamos algunas cosas de la caja, yo me quedé con un fusil al igual que José y Raúl. Tuve que dejar que tomara uno para que no me estuviera chingando, y el otro se lo tuve que dar a Raúl por recomendación de José, además de que él era alto, algo fornido y parecía confiable, estaba seguro de que nos serviría de ayuda. Confíe una Glock a Gustavo y pensaba en darle la otra a Carlos, pero él ya tenía la pistola con la que me cubrió...., me había olvidado de esa arma. Solo quedaba una pistola y la elección era mía.
Estaba comiendo a un costado del camión; en el lado que daba la sombra. Apoyado en una de las llantas junto a Gus y Eli.
Estaba dando vueltas a la cuchara de plástico en la lata de frijoles vacía, pensando en ésa cuestión, Gus percibió éso enseguida y me preguntó:
- Ya sabes a quien se la vas a dar?
- Estoy entre Roberto y el gordito callado, mmmm... no recuerdo su nombre.
- El güerito?
- Ése -le contesté asintiendo.
- Yo tampoco me sé su nombre.
- La verdad es que ninguno me parece buena opción -le dije.
- Pues dásela a una de las chicas, para que no tengas problemas.
- Oye... Es buena idea, que tal Vanesa?
- No, que estés enamorado de ella hace que tomes esa decisión sin pensar.
- Vete al carajo -exclamé indignado, pero el gesto en mi cara le hizo pensar que había dado en el clavo- Pues no le daré una pistola a mi hermana, sin ofender -me giré hacia ella rápido.
- No te preocupes, creo que yo estaré con los niños. Siguen asustados por lo que pasó en la base.
- Siempre has sido buena con los niños -le dediqué una media sonrisa. Éso me puso a pensar en nuestra vida en el orfanato, Elizabeth siempre se mostraba amable con los niños recién llegados, y es qué... cuando llegabas a un lugar completamente desconocido te sientes solo y asustado, a veces solo necesitas de un buen gesto de alguien para sentirte más tranquilo... y Eli era ése alguien.
De hecho, sentí algo de envidia porque ella tenía más amigos que yo y fue por eso que acepte darle ése recorrido a Gustavo. Ahora somos hermanos y los tres estábamos juntos.
- Qué tal Sandra? -preguntó Gus y me hizo volver de golpe al tema en el que estábamos.
- Mmmmm, tengo que pensarlo -mi mente me llevó al instante en el que José le apuntó con el fusil y soltó ese gritito, pero sería juzgarla demasiado rápido porque cualquiera se asusta si te apuntan con un arma; por ejemplo, yo- Tendré que preguntarle.
Ellos acabaron de comer en silencio, mientras que yo iba a contar cuántos cargadores teníamos, conté 15 cartuchos transparentes para fusil y 8 cartuchos para las Glock. José, Raúl y yo nos quedamos con 5 cada uno, y la repartición para las Glock fue: 4 para Carlos (me pareció el más calificado para llevar más por su escena en la base), 3 para Gus y 2 para Sandra.
Empaqué los míos en mi mochila junto con el mapa, lo que hizo que pesara un poco más de lo habitual, pero no era problema para mí. Ni tampoco el fusil que pesaba lo de cuatro bolsas de azúcar de un kilo.
Antes de ponerme la mochila por primera vez noté que mi sudadera tenía manchas de sangre, no es mía por supuesto y no sé si éso es bueno del todo. Sé a quien le pertenece, entonces me planteé dejarla aquí. Nunca había pensado en el día en el que se rompería o que me dejara de quedar, o en éste caso.... que se manchara de sangre. Me ví pensando en todo lo que he vivido con ella y también que debería dejarlo ir. Me la quité, caminé al frente del camión y la amarré al limpiaparabrisas.
Solté un largo suspiro mientras daba unos pasos hacia atrás para admirar mi obra y luego regresé por mis cosas.
Me puse la mochila y luego tomé el fusil mientras lo examinaba como Isaías me enseñó. Sé que estoy listo para seguir.
- Bien, vámonos -ordené, pero al mirar a mi alrededor ya no había nadie. Todos ya estaban caminando por la carretera.
- Carajo -murmuré. Comencé a trotar para darles alcance, dejando atrás aquel camión, mi sudadera que me había acompañado en todas mis aventuras y que no me acompañaría en está. También dejábamos atrás a Isaías, un gran hombre que nos salvó la vida y sin saber que lo volvería hacer con sus enseñanzas .
- Espérenme!!
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Sin excepciones
ActionLuego de que dos hermanos resultaran afectados como daño colateral en un atentado ocurrido en la frontera, se ven ayudados por un grupo de búsqueda y rescate que los lleva a una zona segura. Un lugar en donde se dan cuenta que su viaje apenas está c...