CAPITULO 25: Refugio

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De acuerdo con las indicaciones de Don Antonio, al salir debíamos ir por dónde llegamos, con la diferencia de que en la primera calle giraríamos a la izquierda. En esa dirección avanzaríamos dos calles más para dar vuelta a la derecha, y por último recorrer toda ésa avenida hasta el taller de "El chucho" dónde nos esperaba el nuevo transporte. A huevo.
Nos despedimos con un firme apretón de manos y les dimos las gracias por todo hasta el cansancio. El ánimo era notable en nuestra expresión. Partimos del hogar de Don Antonio a las...

17-02-2028. 7:09pm

.... de acuerdo con mí reloj. Giramos a la izquierda, caminando sobre la banqueta derecha para dar el próximo giro en la segunda cuadra.
Gus estaba con Sandra. Luego de haber visto lo que pasó entre ellos en aquella casa decidí darles su espacio, por el momento. Me quedé con Eli, caminando junto a los niños.
- No te han dado problemas los chiquillos?
- No -contestó ella- Se portan muy bien. »Aunque Sebastián y Joseph juegan a veces demasiado pesado con Mariana -les dedicó una sonrisa mientras lo decía.
- Siempre tuve envidia de tú manera tan fácil de hablar con los niños.
- Sí?
- Un poco, sí.
- Tal vez también lo tienes..., pero no lo intentaste jamás.
- Quizá tengas razón. Recuerdo que lo intenté una vez... y salió bien -miré a Gus detrás de nosotros, hablaba enérgicamente con la chica a su lado y ella lo escuchaba con atención. Y ví que ella le daba breves vistazos a uno de los niños. No sabía si era a Joseph o a Sebastián (por fin sabía sus nombres, ahora solo me faltaba saber quién era quién).
- Creo que está enamorado -le susurré a Eli.
- No te habías dado cuenta? -preguntó ella.
- Que?.... Ya sabías!?
- Desde... -se aclaró la garganta-.. la gasera -se arrepintió de mencionarlo. Me miraba buscando si me había causado alguna mala reacción, y así fué. Nada grave, solo tristeza. No haría un escándalo por éso... otra vez.
- No dejaré de sorprenderme por las cosas que notas al instante -le sonreí, una sonrisa un poco forzada.
- Eli! -la llamó unos de los niños- Mi agujeta se desató -levantó unos de sus tenis (blanco y sucio) para mostrar dicho problema. Ella estaba por agacharse, cuando la detuve.
- Deja que lo haga yo, okey? Ahora los alcanzamos.
- Está bien.
Y continuaron caminando. Me arrodillé frente al pequeño y tomé ambos extremos de las agujetas.
- Aún no sabes amarrar tus zapatos? -le pregunté mientras apretaba un poco los cordones. Él meneó la cabeza y me hizo sonreír la forma tan extraña en que lo hizo.
- Te digo un secreto. Mi hermana no aprendió hasta los nueve. Le enseñaba cómo hacerlo cada que me pedía ayuda. Ella fingía poner atención pero la verdad era que solo quería que lo hiciera yo, la muy floja -el chico rió- Solo no le digas que te lo dije, va?
Él asintió de la misma forma enérgica y graciosa.
- Hay que correr. Nos están dejando atrás.
Corrimos una, dos cuadras. Yo trotaba mientras que él corría lo más rápido que sus piernitas le permitían. Y se me ocurrió la idea de presentarme, probablemente ya sabía mí nombre por Eli, pero me ayudaría a saber de una vez por todas quién era ése niño.
- Me llamo Luis por cierto, y tú?
- Joseph Morales -contestó- Igual que mí papá.
Paré de trotar repentinamente ante tal información. La respuesta me había dejado perplejo.
- Oye, espera -lo detuve. «Tengo que saber»- De pura casualidad, tú papá estaba trabajando en la base, lo sabes?
- Sí. Mi papá era el jefe ahí.

Al poco tiempo estaba lloviznando y en un tanto más comenzaría a llover fuerte. Más pronto de lo que esperaba.
Nuestra ropa se empapó enseguida y no lográbamos ver hacia adelante por las gotas constantes que caían sobre nuestros ojos, hacía difícil seguir con el trayecto.
Fué cuando nos detuvimos en una casa abandonada.
Alguien gritó que debíamos detenernos en algún lugar. Del lado en el que íbamos estaba todo cerrado con candado; así que, cruzamos la calle e intentamos con la reja de una casa. Estaba abierta, el frente estaba vacío y la pintura se caía a pedazos. Cuando quisimos abrir la puerta nos dimos cuenta de que estaba cerrada con llave. Roberto nos llamó diciendo que había encontrado una forma de entrar y nos enseñó la brecha que formaba el espacio de separación de ambas construcciones; conectaba con el patio trasero. En ésa entrada habían puesto una tarima, colocada ahí para bloquear el paso; solo que ahora se encontraba caída, colgando de un alambre amarrado a uno de los barrotes en la ventana. Le pasamos encima.
La puerta trasera se abrió sin problemas y entramos todos. Revisamos cada uno de los cuartos; no había nadie al parecer, ni siquiera muebles. Solo una mesa de plástico en un rincón de la sala pero nada más.
Nos quitamos las mochilas de la espalda, las amontonamos en un solo lado y nos secamos lo más que pudimos.
Mientras secaba mí cara con la manga de la sudadera le eché un vistazo a los demás.
Raúl se encerró en el baño. José, Eli y Roberto miraban en el marco de la puerta la gran cantidad de agua que comenzó a caer desde el tejado. Sandra abrió las cortinas de la ventana con vista al frente y observó lo mismo que los otros. La calle libre justo al frente, el árbol que se mesía con el fuerte viento en la esquina junto a los arbustos plantados en la banqueta. Los niños hicieron lo mismo. Y Carlos esperaba el baño sentado en el suelo, limpiando sus lentes empapados con la playera. Se los puso y vió su mundo todo borroso: no los podría limpiar bien en un rato y éso pareció molestarle. Por último miré a Gus y le hice señas para que se acercara. Platicamos todo entre susurros.
- Que pasa?
- Ése niño, el de los tenis blancos -señalé a Joseph- Es hijo del soldado que nos llevó a Eli y a mí a la base.
- Enserio?
- Ajá.
Parecía que Gus estaba recordando algo y después abrió los ojos como platos al darse cuenta de algo.
- Con razón Sandra me dijo que alguien se lo había encargado a ella.
- Espera, que chingados?
- Cuando hablé con ella hace unos días me preguntó que si tú hermana era de confianza. Yo le aseguré que sí.
- Por qué mierda no me dijiste?
- No me pareció importante porque no mencionó a cuál de los niños, ni siquiera mencionó quién se lo había encargado.
- Ahora algunas cosas tienen sentido -murmuré para mí. Recordé como ella miraba a Joseph hace unos minutos, cuidándolo- Ella no estaba con nosotros en el hangar, estaba en otro lado hablando con su tío. Conoció a Joseph padre porque era el jefe de la operación. Por éso se lo encargaron a ella. Mierda, me siento como si hubiera descubierto un crimen.
- Brutal -afirmó Gus.
- Quiza debamos hablar con ella.
Antes de siquiera acercarnos a Sandra, la voz de José irrumpió con un eco por toda la casa deshabitada.
- Estamos demasiado cerca! Nos falta muy poco para llegar y siento que la puta lluvia no es impedimento.
- No ves lo fuerte que está cayendo el agua? -replicó Sandra.
- No estoy diciendo que debamos ir todos. Solo unos pocos, los demás pueden quedarse aquí a esperar el transporte.
- Es buena idea -concordó Elizabeth.
- Yo me apunto -dijo Raúl.
- Igual yo -dije, más como afirmación que como ofrecimiento- Vienes? -le pregunté a Gus y él prefirió quedarse. Carlos se sumó al grupo y Roberto fue el último. José le explicó que era mejor que no fuera, mejor le encargó que cuidara de todos en la casa al igual que a Gustavo. Le dejó su fusil y se preparó para irnos.
- Oye -le dije a Gus- Me has hablado de muchas cosas en tú vida, incluyendo lo que te pasó en casa de los Díaz. Quizá omitiste algunas partes pero... No entiendo porque me ocultaste lo de Sandra.
- No sé de qué hablas.
- Cabron -le dije en broma- Hablaremos cuando regrese. Estás advertido.
Dejé la mochila; sin embargo, saqué el cuchillo de ella y lo oculte entre mi pantalón y la sudadera. También tomé el fusil y me reuní con los otros.
Juntos nos internamos bajó la fuerte lluvia.

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