CAPITULO 23: Coordinación

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Fuí el penúltimo en bajar de la camioneta. Antes de salir al exterior miré la pantalla del GPS para saber la hora. José quitó las llaves y se apagó rápidamente, pero si la alcancé a ver...

17/02/2028.                                               2:13pm

Bajé los escalones y me reuní con los demás. Ya con nuestras cosas encima, José hizo que formáramos un círculo para decirnos:
- Estuve pensando...
- Que raro -dijo Roberto y reímos.
- Cállate, wey -le reprendió él, también sonreía- Estuve pensando que no quiero que nos vuelvan agarrar desprevenidos. Si es que continúan siguiéndonos -hizo una pausa- Quiero que practiquemos una formación. La ví una vez en una película...
- Que película? -preguntó Sandra.
- No recuerdo el nombre.
- De que trataba? -volvió a preguntar ella.
- Era sobre un robo... Pero éso no importa ahora, sí? Recuerdo la formación que usaron casi al final y creo que nos servirá si la hacemos bien.
- Tienes que estar jugando -comentó Raúl.
- Pues ésto no es un puto juego -replicó José- Me van a escuchar o no? -parecía no tener más paciencia.
- Dinos cómo és -le dije.
- Okey. La prioridad es cuidar a los más chicos; así que, irán al frente, con Elizabeth y Roberto guiándolos por dónde deban ir. Les parece bien?
- Sí -respondió Eli enseguida.
- Por qué yo? -dijo Roberto.
- Porque no quisieron darte un arma.
Me sentí indignado enseguida, prácticamente me había echado la culpa a mí por ésa decisión.
- Sandra los cubrirá, tiene una Glock y un par de cartuchos...
- Al igual que...., cómo te llamabas? -quiso saber Sandra.
El chico se acomodó los lentes y contestó:
- Carlos.
- Es verdad -concordó José- Pero él estará con nosotros. Tiene mejor puntería que cualquiera de los tres.
- Cómo sabes? -lo interrogó Carlos- No me has visto disparar.
- Quiza me equivoque. Si quieres puedes estar con Sandra cuidándolos a ellos.
- No...., estaré con ustedes.
- Yo igual -añadió Gustavo.
- Bien. Y por último, las armas grandes. Raúl, Luis y yo. Junto con Carlos y Gustavo. Nuestro trabajo será el más difícil -nos miro a cada uno respectivamente- También es la parte que veo más difícil de coordinar.
Lo pensó un instante. Empecé a preocuparme por los tipos que dejé atrás (no tan atrás era el problema). Y me calmé un poco cuando José suspiró y dijo:
- Vamos ha acomodarnos.

Fuimos avanzando en las siguientes posiciones:
Los tres niños, con Eli y Roberto resguardándolos, Sandra detrás de ellos, Carlos del lado izquierdo, Gustavo en el derecho unos metros atrás, con la misma separación estaba yo en el izquierdo, Raúl en el derecho respectivamente y José al último del lado izquierdo con la misma separación que había en todos.
Cómo nos había explicado él unos minutos antes, el último tenía que correr hasta la primera posición del lado contrario mientras los otros lo protegimos.
- Ya sé de qué película lo sacaste -comenté cuándo acabó de explicar y me giré hacia Gus para preguntarle- Tú la recuerdas?
- Creo que sí.
Cuando estuvimos formados comenzamos a practicar. José se movía a la primera posición, pasando del último (lado izquierdo) a la primera (lado derecho). Luego fué turno de Raúl. Mientras corría a la primera posición, los que protegían caminaban de espaldas para simular un combate.
Enfrente, los niños hablaban tranquilamente con Eli o con Roberto. Después de un rato también se les unió Sandra mientras nosotros nos partíamos la cabeza aprendiendo la técnica.
Alguien se equivocaba cada tantos metros (nadie era perfecto). Pero no desaprovechamos cada momento para recordarle al que cometía el error lo pendejo que era. Así me sucedió a mí y así les sucedió a los demás. Pronto pensamos que sería mejor decir algo en voz alta para que el último supiera que era su turno de correr.
Raúl pasó de 5-D a 1-I (las había abreviado así mentalmente luego de un rato. Podía ser 5-derecha o izquierda y 1-derecha o izquierda dependiendo del orden en el que íbamos). Al llegar gritó:
- Cambio!
Y pasé yo, con el sudor corriéndome por la cara, sintiendo el peso de mi arma y la mochila agitándose en mi espalda. Pasé de 5-I a 1-D mirando el asfalto. Llegué, grité "cambio" y fingí que le disparaba a algo, más atrás. Fue el turno de Gus e hizo lo mismo.
- Cambio!
Lo habíamos logrado luego de un par de kilómetros. El trabajo en equipo se sentía muy intenso y la vibra de protección era agradable.

- Ya acabamos por hoy -anunció José de pronto- Lo hicieron bien.
- Podríamos seguir -agregué. Ya me había sentido cómodo con el ritmo que llevábamos y no quería detenerme.
- Estamos en un lugar con más gente -señaló discretamente hacia un lado- No quiero espantar a nadie.
En la dirección dónde había señalado se encontraban unas señoras, mirándonos con curiosidad y hasta con cierto miedo diría yo.
- Caminemos normal de aquí en adelante. Con él rifle apuntado al suelo. Ustedes dos... -miró a Carlos y a Sandra-.. guarden las pistolas por ahora.
Lo hicieron enseguida y seguimos con la marcha, adentrándonos más en las calles. Nos tomó por sorpresa el ruido atronador de un cristal rompiéndose; lo había ocasionado un vagabundo que arrojó un bote de basura a la ventana de una tienda. No le preocupó pisar los vidrios con los pies descalzos y entró al lugar para ver qué se encontraba. Por supuesto, no nos quedamos a ver y seguimos sin prestar atención.
Muchos lugares habían tenido la misma suerte. Aunque lo peor había pasado cerca de la frontera, la gente se volvía loca en cualquier lugar.
- Por qué pensaste en esa formación específicamente? -le preguntó Gus a José para llenar el silencio.
- Hemos ido más en carretera a lo largo de éste viaje.... Y seguiremos en ella hasta la ciudad. Por éso. Es una formación que podemos usar en la calle.
- Tiene sentido.
Y volvieron a callarse para prestar atención a su alrededor.
El cielo estaba nublado. Talvez llovería o no y hacia frio.
«Ojala tuviera una....»
Me quedé en medio del pensamiento por la imagen de algo que se veía más adelante: un supermercado.
- Hey..., podemos pasar un momento? -pregunté señalando el letrero.
- Para qué?
- Podría revisar si tienen sudaderas o algo así.
- No hay tiempo para compras -dijo José.
- Me estoy cagando del frío. Solo.... déjame entrar unos minutos a revisar. No tardaré.
- Pues ve si quieres, pero no te voy a esperar.
- Ya estás.
- Voy contigo -se ofreció Gus.
Cruzamos la calle (aún con el instinto de mirar a ambas direcciones antes de hacerlo) y llegamos al otro lado. Pasamos el estacionamiento corriendo. Había basura por todos lados, sobres y latas de comida que nadie se molestó en levantar, cajas pisoteadas y medicamentos regados.
Las puertas estaban abiertas y fue fácil entrar. Pasamos las cajas registradoras, también junto a un juego de la garra sin peluches dentro y fuimos directo hacia los pasillos. Adentro se veía igual de horrendo que afuera, con los estantes vacíos. Un par habían caído en el fondo por el efecto domino.
«Me hubiera encantado presenciarlo» pensé.
Algunas cosas habían sido ignoradas, entre ellas dos sudaderas. Gris y amarillo era lo que quedaba.
- La gris obviamente -dije.
La descolgué y me la puse lo más rápido que pude.
- Notaste que José ya no se comporta como antes? -le pregunté a Gus. Él me miró confundido.
- Antes... -comencé a explicar-.. se comportaba como un imbécil y ahora... es distinto.
- No te agrada? -me preguntó.
- No es éso. Es solo que me parece curioso.
- Bueno, vámonos ya.
Estábamos por ponernos en marcha cuando de repente.... escuchamos algo. El ruido de un metal cayendo y rodando por el suelo. Y luego... pasos, acercándose. Acercándose a nosotros.
- Que wey! -susurro una voz (más para sí mismo que para otra persona) y un segundo después apareció el dueño de ésa voz. Lo miramos y él a nosotros. Un señor, calvo y con una gran barba teñida por las canas, con unos lentes que se veían muy pequeños en su cara regordeta. No era mas alto que nosotros y vestía una camiseta blanca, shorts y tenis deportivos. Su mirada se enfocó más en las armas; abrió mucho los ojos al verlas.
- No estoy robando -exclamó él.
Nos quedamos en silencio.
- Yo jamás robaría -continuó el señor- Solo vine por unas cosas....
- Por qué tardan tanto?
A espaldas nuestras apareció José, se detuvo en seco cuando se percató del extraño.
- No robé nada -repitió el señor, se oía muy tenso.
- No le haremos nada. Ya nos vamos.
- Son del ejército?
- No.
- Por qué llevan armas -preguntó rápidamente.
- Venimos del norte -contesté yo ésta vez. José me miró como sí ya hubiera hablado demasiado. Se hizo un silencio incómodo, que luego  fue llenado de repente con el rugir de un estómago. La escena fue tan extraña y cómica a la vez; igual que una caricatura.
- No han comido? -preguntó él señor.
- Ya nos íbamos -recalcó José.
- Mí vieja está cocinando algo -añadió el desconocido- Por favor, déjenme invitarles algo de comer.
- No me parece buena ide...
- Insisto -lo interrumpió.
- Es que somos demasiados -comenté.
- Cuántos?
Dudamos un momento sí era buena idea decirle, pero el señor era unos solo, y nosotros teníamos las armas.
Así que salimos junto con él para que viera por sí mismo. Mientras caminábamos le dije a José:
- No que no nos esperarías.

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