Para nuestra sorpresa, a Don Antonio (como pidió que le llamáramos) no le importó que fuéramos una multitud de diez. De igual manera estuvo insistiendo en que comiéramos en su casa, siempre educado para no tomar a mal aquella insistencia.
José nunca confió en la amable invitación, y no lo culpábamos. Las reglas primordiales de la existencia decían que nunca debías confiar en un extraño. Resultaba inexplicable la razón por la que de todas maneras aceptamos. Era la buena vibra que emanaba? O él que siempre mencionaba a su "vieja"? La presencia de una mujer mayor nos daba cierto alivio en alguna parte de nuestro ser? O quizá era nuestro estómago vacío el que nos hacía tomar decisiones a la ligera? Él comer algo que no fueran frijoles en lata era llamativo? Muchas preguntas y no sabía cuál era la correcta, con la respuesta correcta. Digo, no era que tuvieran algo de malo los frijoles en lata, pero comer otra cosa ésa tarde me causaba interés.
Antonio nos guió entre calles, mientras caminaba rápido, agitando los gordos brazos (quemados hasta los codos) y murmuraba alegremente algo inaudible. José tenía el arma preparada, no quería sorpresas y yo seguí su ejemplo.
Un perro negro y desnutrido pasó junto a nosotros, movió la cola, feliz y dejó de hacerlo cuando seguimos adelante.
El pavimento se terminó en cierto punto y las calles se volvieron de terracería. Minutos más tarde ya habíamos llegado a casa de Don Antonio. En sí no podíamos verla realmente por el gran portón (descolorido por el sol) que nos impedía que la viéramos. Al frente había dos pequeños montones de grava y arena, y resaltaba el concreto que había frente al portón (quizá el lugar donde se hizo la mezcla para lo que fuera que estuviera construyendo).
- Le estoy poniendo el piso a la parte de adentro -explicó Antonio como si estuviera leyendo mis pensamientos- Aún no termino... Pero ya mero.
Metió la mano en su bolsillo y sacó sus llaves. Abrió la puerta y entró.
- Pasen, pasen.
Primero entro Sandra, Gustavo, Carlos y Elizabeth con los tres niños. Roberto y yo dudamos un segundo pero igual lo hicimos, igual Raúl y por último José. Las palabras "con permiso" fueron mencionadas con cada chico que entraba (una costumbre que teníamos todos al parecer).
El patio, al igual que la calle era de tierra.
El piso que estaba haciendo Don Antonio apenas cubría la entrada de la casa y como observación extra, estaba muy bien hecho. En el patio había un lavadero sostenido por ladrillos con una pequeña cantidad de trastes sucios en él. Y una gran variedad de plantas y flores decoraban el mismo, ya fuera en macetas o sembradas en el suelo. Rosas, tulipanes, Calas, Helecho y Gardenias. Plantas de tomate, de jitomate, frijol, calabaza y unos nopales con un par de tunas que sobresalían. No eran las únicas, pero aunque hubiera trabajado en una florería mi conocimiento sobre plantas era medianamente limitado. «Tal vez si estuviera aquí la hermana Alicia me diría el nombre de cada una» pensé con tristeza. Por otro lado, ella sí sabría sobre el tema.
- Antonio!?
Desde la casa (de una sola planta)(que gran juego de palabras) llegó la voz cansada de una mujer.
- Antonio, ya llegaste? -preguntó está.
- Todavía no -le respondió él, nos sonrió al decirlo.
- No te hagas el gracioso!
En el marco de la puerta apareció una señora alta, con el cabello recogido, un busto prominente que llenaba su playera de manga larga de color crema y una falda negra que casi llegaba hasta el piso.
Se quedó congelada al vernos en su patio y con fusiles (la misma reacción que vimos antes en su esposo).
- Buenas tardes -saludó Eli.
- Quiénes son, Gerardo?
- Invité a éstos muchachos a comer, vieja. Ya está lista la comida?
- Aahh.... Sí.... pero no creo que alcance para tantos -respondió ella.
- Tenemos algunas latas de frijoles -añadió Elizabeth- Podrían ayudar.
- Sí....., claro -contestó la señora con cierta desconfianza.
- Pasen, están es su casa -invitó Don Antonio. Y entramos.
Frente a la puerta había un sillón viejo que con el tiempo había perdido su color. El centro de la sala lo llenaba una mesa, pegada a la pared estaba una estufa y un mueble lleno de trastes; trastes de plástico.
- Solo caben seis en la mesa, tendrán que sentarse unos primeros y los otros después.
- Yo puedo esperar, vieja -el señor se dirigió a nosotros y dijo- Siéntense ustedes.
- Que coman los niños primero -opiné.
A la mesa se sentaron los tres pequeños, Carlos, Eli y quedó un lugar vacío. Gus salió afuera, Sandra aún no quería comer y yo tampoco. Fue ahí cuando noté que José y sus dos amigos ni siquiera habían entrado.
- Voy a preguntarle a los mensos de afuera si alguno quiere comer -le dije a Sandra. Ella sonrió sin decir nada. Salí al patio y enseguida divisé a los chicos.
- Hay un lugar disponible por sí quieren comer de una vez.
- Estoy bien -dijo José.
- Yo voy -Roberto se acercó y me dijo- Ya hace hambre -y entró sin más.
El cielo seguía nublado mientras continuaba oscureciendo, el viento corría velozmente y el aire estaba húmedo (el conocido olor a lluvia se hacía presente).
Y sin que ninguno de nosotros lo notara el suelo comenzó a humedecerse. Agradecí que por fin tenía algo que me abrigara.
Me acerqué a Gus y le dije:
- Cómo estás?
- Estoy bien, y tú?
- Me hace sentir tranquilidad está casa. No sé porqué.
- Cómo te sientes respecto a lo de la gasera, hermano? -me preguntó él.
- Bueno.... Sigo sintiendo un gran vacío en el pecho, no sé como describirlo. Pero trato de enfocarme en que no sea en vano lo que pasó -hice una pausa- Me enfoco en que debemos entregar el mensaje que llevamos -concluí.
Él me puso una mano en el hombro y nos quedamos así un rato, mirando las nubes.
- Antonio! -se escuchó desde adentro- Riega las plantas, por favor.
- Ya voy, vieja.
Don Antonio se acercó a las plantas unos minutos después, con una cubeta y una charola. Tomó un poco de agua y la vació en la tierra junto a las flores; fué haciendo el mismo procedimiento con cada una. Cuando estuvo a nuestro lado le pregunté:
- Cuando llegue a ésta parte poniendo el piso, que va hacer con las plantas?
- Se las voy a dejar ahí a mí vieja. Solo cubriré alrededor para que pueda seguir regándolas.... Aunque algo me dice que lo voy a seguir haciendo yo -él rió e hicimos lo mismo.
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Sin excepciones
ActionLuego de que dos hermanos resultaran afectados como daño colateral en un atentado ocurrido en la frontera, se ven ayudados por un grupo de búsqueda y rescate que los lleva a una zona segura. Un lugar en donde se dan cuenta que su viaje apenas está c...