CAPITULO 31: Puntos de vista D

3 3 0
                                    

                               Gustavo

La miré a los ojos y en ella no ví el mismo miedo que sentía. Sandra me había sorprendido varias veces a lo largo de éste viaje y ahí.... estando frente a mí, lo hizo una vez más. Que ella no sintiera miedo me hizo pensar que yo tampoco debería; saldríamos de está. Sostenía mí pistola con ambas manos en ése momento y ella recargó la suya sobre las mías. Era cálida la sensación que me causó.
- Tranquilo -me dijo en un susurro. Cómo sí solo hubiese sido para mí.
- Okey -fué lo único que contesté.
Desde el frente escuché a José decir "Ya" y unos largos segundos después bajó de la camioneta y comenzó a disparar contra la Hummer; los ví retroceder. Las chicas bajaban a los niños, aprovechando la distracción.
- Fue un placer conocerlos -bromeó Raúl.
- Creo que no es momento para ésa mierda -comentó Luis.
- Sigan! Sigan! -escuché que decía Sandra- Ahora los alcanzo, sigan!
Me dirigió una última mirada y dijo:
- Cuídense... todos -y se fué.
Raúl se colocó en el asiento del conductor y nos gritó:
- Vayan saliendo. Ya! Ya!
Bajó Carlos, luego yo seguido por Luis. Raúl y José nos cubrían desde el otro lado.
- Tomen posiciones! -dijo Luis. Carlos avanzó un par de coches, yo me quedé en uno detrás de dónde estaba Luis; fué nuestro turno para cubrirlos a ellos.
Sujetaba con fuerza el arma con cada bala que escupía, me dolía el estómago por lo que hicieron conmigo esos malditos y el sudor cubría mi frente. Ví una oportunidad pequeña de retroceder y la usé.
- Agáchense -dijo Luis. No supe a quién se lo dijo pero igual lo hice, me quedé así y me crucé con algo que me dió náuseas. El cuerpo de una señora estaba junto a mí, la sangre le brotaba del cuello y sus ojos permanecían abiertos, tan abiertos como dos platos. Lo aterrador fue ver qué seguía respirando, y con cada intento de inhalar aire, le burbujeaba la sangre en su garganta. Pude escucharlo aún con todos los disparos.
- Mierda -dijo alguien por encima del ruido. Me asomé y jale del gatillo. Una...dos.... tres disparos y un CHACK metálico se oyó. Ya no tenía balas. Uno de los tipos me apuntó y me cubrí antes de que las balas me atravesaran.
«No puedo morir! No quiero» pensé.
Me oculté bajo una camioneta, arrastrándome por el suelo.
Hubo un grito seguido de más disparos. Tapé mis oídos y deseé con todo mí ser que ésto acabara de una vez.
- Llévatelo! -gritó Luis en algún lado. Continúo la balacera, Luis gritó algo más y lo siguiente que oí fué una explosión y un avión surcando el cielo.
Cada minuto era más largo que el anterior.
- Gus! -me llamaron.
Alguien ocupaba mi ayuda, tenía que salir de ahí e ir ha ayudarlo. Me armé de valor, me arrastré por el concreto dónde me raspé los brazos (sin sentirlo hasta después). Recordé que mí arma estaba vacía y le cambié el cargador con las manos temblorosas. Salí de debajo.
Unas pisadas se acercaban y yo apunté el arma hacía ésa dirección. Tres casquillos volaron, el tipo cayó al suelo y fuí en busca de mí hermano. No ví que el enemigo hubiera muerto de verdad. Cuando llegué junto a Luis mí alma se cayó al piso.
- Gus -susurró él.
Se veía feliz al verme, sonrió y ésa sonrisa iluminó su rostro pálido. Su mano se aferraba a su abdomen con fuerza, por encima de la sudadera gris y ésta, lentamente absorbía aquel líquido rojo que me había provocado náuseas hace un instante.

                                    LUIS

Miedo. Una palabra pequeña que describía lo impregnado en el ambiente dentro de aquella camioneta. Lo veía en el rostro de cada uno y lo sentía en mí propia carne. Mí pie no paraba de moverse con nerviosismo al igual que mis manos. Pero había algo que se accionó junto con todo éso. La mano me escocía bajo la venda y aún así, cómo podía no importarme?
Adrenalina. Era la única respuesta coherente que rondaba mí cabeza.
Observé a mí hermana cuando ella y Raúl cambiaron lugares. José le explicaba que sucedería y ella ponía toda la atención que se permitía así misma. Nuestras miradas se cruzaron y vimos el mismo miedo en el uno y el otro. Sabía que ella lo haría bien, sería difícil pero estaría a salvo.
«Y yo me aseguraré de que éso suceda».
- Ya -dijo José y salió. Igual Eli.
Desde adentro le dí un empujoncito en la espalda a Mariana para que fuera la siguiente y le guiñé el ojo antes de que saliera.
- Fue un placer conocerlos -comentó Raúl.
- Creo que no es momento para ésa mierda -le dije de forma seria.
Sebastián, Joseph y Sandra se fueron, ésta última no bajó sin antes decirnos que nos cuidáramos.
Raúl se pasó al asiento dónde antes estuvo nuestro conductor y nos ordenó salir. Dejamos salir a Carlos primero para tomar la posición de acuerdo a cómo la prácticamos, luego Gus y yo fuí el último. Rodeé el asiento y mis botas resonaron en el concreto. Corrí con el fusil y fuí a cubrirme tras uno de los autos.
- Tomen posiciones -grité.
Me recargué sobre el cofre caliente y le dije a José:
- Yo te cubro, muevete -y solté un par de disparos. Todo el brazo me dolió con cada toque en el gatillo, como si me lo estuvieran moliendo. Miré con horror que había alguien dentro del auto. Un señor y una niña.
- Agáchense -les pedí.
Ya habían avanzado Raúl y José; era mí turno. Giré y caminé por el pasillo a mí izquierda. Ya iba por ahí cuando me encontré con la puerta abierta de un auto, bloqueando mi camino.
- Mierda -exclamé.
No podía quedarme ahí, solo pensaba que en cualquier momento podrían herirme por ser blanco fácil; así que, me metí en el auto. Pasé por ambos asientos, abrí la puerta del otro lado y me tiré al suelo con un fuerte golpe. Las ventanas fueron atravesadas con una ráfaga, los cristales cayeron dentro del auto y saltaron hasta mí. Alguien gritó de dolor y hubo una respuesta de muy lejos de nuestro bando. Le dí la vuelta a la puerta y ví pasar a José de lado a lado hasta la persona que gritaba.
- Carajo! -gritó y supe enseguida a quién hirieron.
Me levanté apoyándome con la mano vendada. Ya estaba sucia y los recientes movimientos de mis dedos habían abierto el corte, volví a sangrar. Les grité a mis compañeros:
- Llévatelo! Yo los... -alguien disparo a mis espaldas y sentí un piquete en el abdomen. Me escondí frente al mismo carro del que acababa de salir y miré a José.
- Yo los cubro -terminé la oración- Carlos! Tú cubréles las espalda!
Cuando se fueron, toqué el lugar en dónde sentí el piquete; estaba húmedo. Bajé lentamente la vista, sabía lo que era pero temía que al verlo fuera real.
Ver mí propia sangre me alteró bastante.
- Oh -fué lo único que pude articular.
Y entonces escuché aquel sonido tan familiar romper el cielo en dos y explotar algo por encima de mí. La bola de fuego sobre el azul iluminó mí rostro y me erizó la piel con un escalofrío. El líquido se acumulaba, goteaba y caía al piso.
- Gus! -grité, llamando a mi amigo.
Solo esperaba que no le hubiera sucedido algo malo.
Silencio. Luego dos o tres tiros, no lo sé. Ya no era tan conciente de lo que pasaba a mí alrededor. Por fin llegó mí hermano, de un momento a otro; me miró sorprendido ahí tirado. Me dió gusto volver a verlo.
- Gus -le dije en un susurro. Y me esforcé por sonreír.
- No, no!
Se le veía intranquilo o impaciente por pensar en algo, trató de poner sus manos sobre la herida pero las retiró de inmediato.
- Te voy a sacar de aquí -me dijo- Vamos a levantarte.
Me jaló por el brazo y con toda la fuerza que pude reunir logré pararme. Él colocó mí brazo en sus hombros y éso hizo que la herida se estirara. Rugí de dolor.
- Vamos, tú puedes!
Avanzamos tres autos para mí sorpresa; pero no más. Se abrió fuego nuevamente y me hicieron tropezar; me llevé a mí amigo conmigo. No reaccioné tan rápido como lo hizo Gustavo, me arrastró para cubrirme y me recargó en algún lugar. No veía claramente, se me hacía difícil respirar.
No paraba de pensar que cada que no traigo el reloj se me hace tarde.
Volvimos a estar en la misma situación, solo que ahora tenía un agujero en el hombro izquierdo.
Gus se quejaba del dolor en su cabeza, la palmeo un poco y vió la sangre en sus dedos un poco confundido. Nos tenían vigilados y no podíamos salir de ahí.
Al menos....
- Tienes que irte -le dije.
- Que!? No me vengas con esa mamada. No!
- Elizabeth...
- Elizabeth está bien! Tenemos que llegar con ellos, estamos cerca!
- Cuida de Elizabeth.
- No! No!
- Mira como estoy! -le grité- No hay nada que hacer por mí! -me dolía más que las heridas decirle ésto- Tú puedes salir de aquí.
- No podría vivir sabiendo que pude ayudarte.
- Ya lo hiciste, hermano. Ahora, vete! Corre! Me escuchaste? Corre!
Él me miró por última vez, negaba, no..... rechazaba la idea. Pero en mis ojos, en mi mirada fija en la suya vió algo que lo hizo entender.
Y se fué.
Traté de darle tiempo disparando contra los enemigos, pero no pude. Las piernas no me respondieron más y ni siquiera tenía mí fusil conmigo; no recordaba cuando lo solté. El combate siguió de ambos lados; una verdadera confrontación. Alguien se refugió detras un coche, en la hilera del otro lado y quedamos frente a frente.
Tenía el uniforme del enemigo y la cara cubierta. Me vió y levantó un arma (que nunca había visto) hasta apuntarme directamente.
Mí único impulso fué temblar... y reir, pero lo que salió fue una risa combinada con llanto. Finalmente sabía que quería hacer con mí vida y tuve la mala suerte de saberlo en el último segundo de la misma.
Queria seguir viviendo.
Las lágrimas limpiaban mis mejillas a su paso; era la primera vez que lloraba desde un largo tiempo y sentí ése alivio que solo había sentido en sueños.
Solo era un chico a final de cuentas.
Un flash antes de la oscuridad eterna y me ví envuelto en un profundo silencio.

Sin excepciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora