CAPITULO 13: Marcas

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Ahora sentía lo que era usar un arma.
Sentía que podía hacer lo que cualquier soldado con entrenamiento.
Que equivocado estaba.
El ruido de los disparos se fue desvaneciendo hacia nuestro entorno. A un lado, Gus bajó la Glock a su costado sosteniéndola con una mano, el cañón caliente se le recargó contra la pierna y la retiró enseguida por el dolor de una ligera quemadura. Él no se quejó, pero ese pequeño contacto le dejó un ardor en la piel... y también le dió una idea para una broma.
Mientras seguía pensando en lo que podría hacer si llegara a necesitar entrar en combate, Gus se acercó con pasos sigilosos por mi lado izquierdo, levantó el cañón de su pistola y tocó mi hombro con él.
- Ay! Cabron! -exclamé al sentir el cañón caliente.
Detrás de mí ví que el tipo que considero un hermano se está partiendo en risas al igual que los otros chicos que lograron ver tan mala travesura. La escena me enfurece y pienso que hay que igualar un poco las cosas. Colocándole el seguro al fusil que traigo en brazos se forma una sonrisa de venganza en mí rostro. Gus, que sigue riendo se le borra la expresión al verme y al ver cómo sostengo el arma, sabiendo lo que tengo planeado su risa alegre cambia a una nerviosa.
- Hey, espera -dice él, el solo pensar en sentir esa quemadura hace que se arrepienta de la travesura enseguida- Solo era una broma -explica él, en un último intento de hacerme cambiar de parecer y al ver que no lo logra comienza a correr.
Y yo empiezo a perseguirlo.
Lo sigo hasta el vocho, por el estacionamiento y cuando pasamos por la camioneta oigo que Vanesa murmura «No nos van ayudar?» a lo que no le pongo importancia por estar empeñado en mi única tarea.
- Ven aquí, puto!
Las risas de nuestros espectadores aumenta de tan cómico espectáculo.
Luego de unos minutos de aquel cardio, acabamos cansados, con el sudor cayendo por nuestra frente y sin aliento. Dejé caer el fusil sobre la correa en mi hombro.
- Está bien, te perdono... Pero ni creas.... -tomé una gran bocanada de aire- ... que ésto se va a quedar así -le advertí.
- Estaré alerta -contestó.
Nos miramos y sonreímos.
- Vamos. Hay que terminar de bajar los tanques.
Metí la mano en mi bolsillo y mire la hora...

16-02-2028. 11:16am

Caminé hacia la camioneta. Solo quedaban cinco tanques más. También se acercó José.
- Ya son pocos, puedes encargarte?
- Claro -respondí.
- Bien -luego habló en voz alta para que escucharan todos- Ya casi nos vamos, vayan a la tienda para ver qué se puede llevar y sí no, suban sus mochilas a la camioneta.
Cada quien se fue para su lado, haciendo lo que creian que se necesitaba. Me sorprendió que José tuviera esa madera para dar órdenes, unos segundos después me dí cuenta de que yo también estaba haciendo lo que me había mandado y eso me hizo fruncir el ceño, «que extraño».
Entre Gustavo y yo bajamos un tanque y al acabar con ése dijo:
- Iré rápido por algo que ví en la tienda, no quiero que me lo ganen -dijo Gus.
- Date prisa.
Ayudé “al otro Luis" a bajar el siguiente. Mientras hacíamos éso, Sandra se subió a la caja del auto y ayudó a subir a los niños junto con Eli.
José y Roberto subían las mochilas atrás. Carlos por otro lado se escabulló hasta la cabina para tomar uno de los asientos.
Al acabar con su parte, José fue al frente y se acomodó en el asiento del conductor, le dió igual ver a Carlos junto a él y Roberto tomó el asiento restante. Cuando Raúl apareció y se disponía a tomar su lugar junto a sus amigos vió que ya estaba ocupado.
- Ni modo, te tocó atrás -se burló José, Carlos agachó la mirada para no tener que ver a Raúl. Roberto se rió de su amigo.
- Que se diviertan -comentó el chico disgustado y les azotó la puerta antes de irse.
En la parte de atrás, Vanesa y “el otro Luis" estaban moviendo el siguiente tanque, pensé que estaban llenos, talvez era la razón de que se sintieron tan pesados y eran difíciles de mover.
Me quedé abajo para recibirlo.
Cuando ellos lo dejaron cerca de la orilla se tomaron un minuto para descansar.
- Por qué correteabas a... a..
- Gustavo?
- Sí, Gustavo. Porqué? -me preguntó ella.
- Me quemó el hombro con el cañón de su pistola, seguía caliente por los disparos -instintivamente toqué mí hombro- Es un cabron.
Ella rió.
- Lo perdonaste. Se ve que se llevan bien.
- Pues.... crecimos juntos prácticamente.
El recuerdo me llevó de nuevo a mi hogar, destruido, sangre y polvo, un cuerpo en brazos.
Aparté la imagen cuando ví que Gus aparecía por la puerta del local. Y entonces se me ocurrió decirle:
- Traigan sus cosas si quieren -dije, recordando que las dejaron sobre el vocho- Gus me ayudara con los últimos.
- Seguro?
- Claro.
En el momento en que bajaron, Raúl subía.
Los que iban arriba ya estaban acomodados y listos para salir. Gus se acercó lo suficiente y le pedí que me ayudara con el resto, entonces se subió y dejo su mochila junto a las demás, apenas tocó el tanque se quedó muy quieto.
Escuché lo mismo que él: el ruido de un motor.
No solo éso, sobre esa misma carretera apareció una Hummer de color verde militar viniendo hacía nosotros. Se acercaba rápido y de repente frenó con brusquedad a varios metros de distancia. La puerta de copiloto se abrió y un soldado armado salió, apuntando a los objetivos más cercanos. El uniforme hizo que me diera cuenta que no era un aliado.
- Abajo!! -grité. Me dejé caer contra el suelo y me lastimé la espalda al chocar contra el parachoques del vocho.
Los primeros disparos dieron en el blanco.
Raúl cerró una de las puertas de la caja.
Yo traté de acercarme a Vanesa y “al otro Luis", pero varios disparos los atravesaron y los dejaron sin vida.
El primer cartucho se acabó.
A mis espaldas Sandra no paraba de gritar que teníamos que irnos de prisa. Tomé mi fusil y lo sostuve para entrar en combate, miré hacia mí izquierda, Vanesa miraba a la nada mientras que un charco de sangre se formaba junto a ella y a un lado, “el otro Luis" con su último aliento estiró su mano hasta mí, los labios le temblaron y una lágrima cayó por su mejilla. Las playeras antes blancas se tiñeron de rojo y entonces él también dejó de moverse.
Me levanté lleno de ira, con el dolor raspando mi garganta. La incomodidad que me causaba el sudor en la frente se esfumó y en su lugar tenía la sensación de que el estómago me hervía. Mi grito fué acompañado por una ráfaga de disparos en respuesta a los causantes de ambas perdidas.
Nuestro motor se encendió.
Cada bala que soltaba partía la distancia en un segundo e impactaba en la Hummer sin provocar daño alguno a sus ocupantes.
El cartucho llegó a su fin pero para mí sorpresa los disparos continuaron de nuestro lado. Me giré aún recargado en el Volkswagen y ví a Raúl llevando su fusil al límite, pecho tierra, encima de la camioneta.
El vehículo empezó a avanzar.
- Te cubro -mas disparos- Tienes que correr, ya!! -me gritó él. Y corrí para alcanzar la camioneta.
- A un lado, a un lado! -grité para que él me hiciera espacio.
La Hummer también avanzó. En muy poco  pude sentir lo cerca que la tenía detrás de mí. El copiloto dentro de ella intentaba sacar el cuerpo por la ventana aún con el movimiento; tenía la intención de acabar conmigo.
Presencié como Raúl cambió de cartucho y cargó el fusil. Un cruce de miradas que no duró mas que un segundo fué suficiente para saber lo que debía hacer en ese instante. Me agaché y me hice a un lado, las botas se azotaban contra el asfalto con cada paso que daba mientras que reiniciaba el tiroteo y Raúl hacía retroceder al enemigo.
Mi mano se acercó lo suficiente para sentir el tacto de la madera con las yemas de los dedos y él cómo resbalaban en ella cuando la camioneta siguió de largo unos centímetros. Se me cayó el alma al suelo.
Pero en un movimiento rápido, el chico que tenía delante me tomó del brazo y me subió enseguida.
La playera se alzó y el suelo me hizo ligeros rasguños en el abdomen. Ya estando arriba me arrodillé enseguida, tomé la puerta y la cerré con el seguro para que no volviera a abrirse. Sentía que el aire no pasaba de mi garganta al tratar de respirar. Estaba por ponerme de pie presa del miedo pero Raúl, aún estando alerta me jaló por la playera y me tiró al piso en un golpe seco.
Más balas atravesaron las puertas de metal. Los niños lloraban.
José maniobraba intentando esquivar el fuego, en uno de esos giros agresivos que daba el vehículo las balas llegaron al parabrisas haciéndolo añicos e impactaron varias más sobre el cofre. El humo empezó a salir por las ventilas.
Con los ojos cerrados, imploraba en mi cabeza que ésto acabara pronto y al abrirlos me encontré con uno de los tanques que se había quedado.
Se había caído con el movimiento y lo único que evitaba que rodaran de un lado para otro eran los pasajeros tirados sobre el suelo al igual que yo.
La idea que tuve fue tan clara al presentarse que podía sentir su intenso brillo dentro de mí y para hacerlo necesitaba ayuda.
Primero miré a Gus, había entrado en pánico y parecía no querer moverse de dónde estaba (lo descarté rápidamente), luego ví a Sandra. Ella asintió, tenía su idea de lo que trataba de hacer y se puso en movimiento.
De una patada empujó el tanque hacia mí, lo detuve con la mano derecha mientras que con la otra tocaba el hombro de Raúl para llamar su atención. Le grité por encima del ruido:
- Hay que lanzarle un... -me ví interrumpido por una fuerte sacudida.
La Hummer nos estaba chocando para sacarnos del camino.
- Un tanque! -continué diciendo- Hay que lanzarle uno de los tanques!
Entendió el plan casi al instante y con mucho cuidado de no levantarse demasiado volvió a tomar su arma.
Me giré hacía la chica.
- Sandra, te necesito aquí!
Se acercó teniendo en cuenta la misma precaución de no levantarse de más, arrastrándose por encima del tanque que yo sostenía. La camioneta se sacudió nuevamente y ella grito por el susto pero siguió sin detenerse hasta llegar a mi lado.
- El maldito va a tener que recargar y cuando éso pase, yo le aventaré el maldito tanque encima -voltee hacia la chica- Tú vas  a disparar y tú -me volví hacía Raúl- vas a cubrir.... -otro impacto hizo que José se saliera de la autopista pero regreso a ella enseguida- Vas a cubrirnos!
Esperamos. El fuego continuaba.
Mi corazón estaba a mil por hora, esperando el momento justo.
Jamás en mi corta vida había sentido que el tiempo avanzaba tan lento como en ése entonces.
Y de pronto... llegó aquella oportunidad.
Me levanté cómo si hubiera oído junto a mí que su arma estaba vacía y puse el tanque contra las puertas. Empecé ha alzarlo pero el dolor en los brazos y espalda me detuvo a medio camino. Estaba por soltarlo.
Pensaba que se caería al suelo hasta que Gustavo se levanta recuperando el control de sí mismo y lo sostuvo junto conmigo.
Lo levantamos por encima de las puertas, empleando toda nuestra fuerza y dejándolo caer al otro lado en el segundo que se aproximaba otra embestida.
A mí derecha, Raúl vacío su fusil sobre el vidrio delantero, quebrandolo e hiriendo a los dos soldados enemigos. En la esquina contraria, Sandra, tomando su pistola con las dos manos y cerrando un ojo, dió varios disparos a su objetivo haciéndolo estallar.
El fuego y la pequeña explosión hizo que los cuatro cayéramos hacia atrás; la camioneta se impulsó por lo mismo.
La Hummer detrás nuestro siguió avanzando unos metros, con el cofre envuelto en llamas, hasta que se estrelló con un teléfono público junto a la autopista.
Habíamos salido victoriosos.
Una sonrisa comenzó a crecer en el rostro pálido de Raúl.
- Si!!! -exclamó él y dió un par de aplausos de alegría.
Sandra y Gus se abrazaron, Eli y los niños se recargaron contra la caja en un estado de shock.
Me recosté en el suelo de madera, mirando hacia el cielo y las nubes que pasaban. La adrenalina se estaba pasando y la culpa la sustituyó lentamente.
Poco después la camioneta se apagó, siguió avanzando un poco más, las ruedas giraban cada vez menos y se detuvo por completo haciendo un sonoro Tsssss.
Desde la cabina se escuchó un «no mames!», por parte de José (supongo).
Había que caminar otra vez.

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