CAPITULO 2: La base

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Fue duro dar el paso, abandonar dónde crecimos y fuimos bien recibidos desde el primer día. Lo siguió siendo cuando estábamos a veinte minutos de llegar a la base aérea de Monterrey después de un largo camino.
Elizabeth estuvo mal todo el camino, estaba muy deshidratada. Los soldados le dieron agua hasta que se sintió mejor. Aún la veía cansada.
El frío fue lo peor del viaje, solo tenía la playera blanca que usábamos en el orfanato y una sudadera muy delgada color café que me había mí mejor amigo. De hecho era muy extraño que me vieran sin ella, la traía puesta siempre.
Siguiendo con lo del frío, no lo soportaba, de vez en cuando Joseph me preguntaba si tenía frío, y cada una de esas veces planeaba confesarle que sí pero mi orgullo era mayor y simplemente negaba con la cabeza al instante. Después se volvió obvio que sí lo tenía y me dió una especie de sábana que me ayudó un poco con éso.
Estuvimos alerta a lo largo del viaje, observando por todos lados en busca de algún sobrevivientes que no hubieran notado antes, pero solo veía destrucción por todas partes.
Debo mencionar que el nombre del jefe de la operación (el que nos invitó a ir con ellos) era Joseph Morales (antes de que se me olvide mencionarlo). Me contó lo que pasaba en el país y todo lo que hacían ellos para ayudar a evacuar, cosas cómo que el presidente de los Estados Unidos ya se encontraba en la Ciudad de México hablando con el nuestro y que esté, ya no dudaría en apoyarlo por el reciente ataque a la nación. También dijo que Canadá ya estaba enfrentando a los rusos a pesar de la radiación de la costa oeste.
Me dormí después de sobre-pensar en toda ésa nueva información.
Me despertó una fuerte sacudida luego de un par de horas de dormir torcido. Y es qué la camioneta se había atascado en el lodo. Todos salieron para ayudar, incluído Joseph y yo que no quería ser la excepción. Fue difícil sacarla porque el suelo estaba resbaloso pero finalmente la llanta salió, subimos a nuestros asientos y seguimos con el viaje.
El plan al llegar era pedir dos helicópteros para llevar a los sobrevivientes encontrados a la zona de refugiados que ahora era la Ciudad de México, nada complicado.
Todo el tiempo del viaje me la pasé sentado y pensando en silencio, hasta que más tarde por fin escuché dos golpecitos en el cristal de la camioneta, señal de algo que había estado esperando.
- Estamos llegando -dijo Joseph con el rostro serio. Me sentí más aliviado y miré la hora...

14-02-2028. 4:51pm

Logré escuchar afuera el ruido metálico que hacía una reja al abrirse. La camioneta se puso en marcha pero está vez más despacio y un momento después se detuvo.
- Todo el mundo abajo -ordenó Joseph dando dos golpes a un lado del vehículo, hago lo que me dice y doy un brinco hacia el pavimento. Al observar a mi alrededor me fijo en que estamos en un helipuerto junto a un hangar que esta cerrado, a excepción de una puerta en el costado, Eli llega a mi lado sin decir nada.
- Okey, bajen el equipo, hay que llevarlo adentro para la extracción -tras la orden todos hacen lo suyo sin pensarlo, luego Joseph se dirige a nosotros- Vengan conmigo, los llevaré a las barracas para que se duchen y puedan cambiarse de ropa.

Nos dieron algo de ropa y nos señalaron dónde estaban las duchas, solo había agua fría que por mí estaba bien, siempre lo había hecho así... Pero Eli...
Al terminar le eché un vistazo a la ropa que nos han dado, unos pantalones con camuflaje verdes, una playera blanca y una botas con las que podría matar una víbora de un pisotón sin problemas. Mencionaron que era lo único que tenían aquí; así que, tuve que usar la misma ropa interior. Incómodo.
Y claro no podía faltar mi sudadera.
Ya estando listos nos llevaron al hangar para unirnos a los demás desafortunados que vivieron para contarlo.
Por dentro, el sitio se veía enorme, parecía ser que era un taller de reparaciones por las partes y herramientas que había, mencionaría algunas pero... que mierda sé yo sobre arreglar un helicóptero?
Habían adultos, jóvenes y... carajo, niños. En total éramos veintiuno, sin contar a los doce soldados que conté hasta el momento. Nos pidieron que nos sentáramos en lo que llegaban los refuerzos a recogernos y éso hicimos. Esperamos, esperamos y esperamos. Pasaron veinte minutos y fué entonces cuando se escuchó el eco de unos pasos, resonando por el hangar. Se nos acercaron cuatro soldados, Joseph venía a la cabeza.
- Pongan atención -ordenó él y todos voltearon a verlo. Ya que le ponen atención prosiguió- Los helicópteros llegarán en cuarenta minutos, nos llevarán a la Ciudad de México para alejarlos de otro posible ataque, okey? -asentí ignorando si los demás hacían lo mismo o no- Por favor, las personas que sean mayores de 18 años vengan conmigo. Solo será un momento.
Solo cuatro personas se levantaron y lo siguieron fuera del hangar.
Pasaron 18 minutos más, no tenía nada que hacer así que... empezé a analizar a las personas que seguían esperando conmigo.
Primero miré a un tipo que parecía ser más alto que yo, el pelo apenas le estaba creciendo (talvez por un corte resiente), era algo llenito, tez morena y con una mirada llena de enojo.
Luego miré hacia alguien más que estaba sentado solo en una esquina, esté era más bajo, cómo de doce o trece años, usaba lentes y tenía el rostro serio.
«Que le habrá pasado a él?» pensé.
Otro más tenía una venda que le rodeaba la cabeza con una mancha de sangre pequeña y... espera... espera que carajos!
- Gus?
El chico volteó frunciendo el ceño, confundido... y luego sorprendido. Enseguida reconoce quién soy, quien me acompaña y abre ligeramente los ojos. Me levanto y él hace lo mismo. Camino con nerviosismo y el corre hacia mí, tan pronto como llega me abraza y yo hago lo mismo.
- Te extrañe, bro -me dice en un tono en el que no sé si ríe, llora o ambas al mismo tiempo. Para mí sucede diferente, sentí un gran alivio al ver que estaba aquí.
- También te eche de menos.

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