CAPITULO 15: Conflicto

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Abrí poco a poco los ojos al tener la repentina necesidad de vaciar la vejiga; sacándome de un sueño profundo que me había costado tanto conciliar. Me causó un gran disgusto él tener que levantarme.
De mi pantalón saqué el reloj....

16-02-2028. 9:47pm

Solo había dormido tres horas.
Me levanté con mucho cuidado, tenía tantas ganas de orinar que los movimientos bruscos hacían que me retorciera de dolor. Dí unos pasos hasta el baño y abrí la puerta (estaba aún más oscuro que el cuarto).
A tientas busqué el interruptor para encender la luz, recorrí la pared fría con mis dedos hasta que lo encontré y lo presioné. El fuerte resplandor impacto de golpe contra mis ojos desacostumbrados.
Cuando pude ver con normalidad observé lo ordenado que estaba y lo limpio que seguía aún después de un tiempo sin mantenimiento. Una regadera elegante con puertas corredizas transparentes (hechas para que el de afuera no pudiera ver a quien estuviera dentro), varias toallas bien dobladas y acomodadas sobre una repisa colocada arriba del retrete, a la espera del que pudiera necesitar alguna.
Bajé el cierre de mi pantalón e hice mis necesidades. El chorrito inicial se dividió en dos y casi me cae en la bota si no la hubiera quitado en un rápido movimiento.
- Mierda -susurré.
Seguí orinando con normalidad luego de éso. Me pareció una eternidad el tiempo que estuve ahí.
Al terminar bajé de la palanca, subí mi cierre, me lave las manos sin reconocer al tipo que veía en el espejo y salí para echarme otra vez en la cama, pero escuché algo que me detuvo a medio camino. Creo que eran... Risas?
Pensé seriamente en volver a dormir, talvez los chicos solo se estaban divirtiendo haciendo lo que sea que estuvieran haciendo. Con ése último pensamiento la curiosidad ganó por obvias razones.
Salí y seguí las risas hasta la zona de las albercas. Una vez más me maldije por dejar la sudadera; afuera se sentía muy frío pero curiosamente no corría nada de viento, el ambiente era tranquilo.
La hierba crujía con cada pisada mientras bajaba lo que parecía una pequeña colina y ante mí aparecieron las piscinas del hotel. Junto a ellas estaba Gustavo y Sandra con un par de redes en las manos, tratando de sacar las hojas y las pequeñas basuras que se habían metido al agua. Algo difícil por lo obscuro que estaba.
«Para que carajo están haciendo eso?» pensé.
Un segundo pasó y las luces dentro de las albercas se encendieron, junto con las que iluminaban el camino, un camino de escaleras de piedra muy sofisticado.
Pero no solo eso se encendió.
Más allá a mi derecha, más allá en ése prado pude ver dos linternas. Me extrañé enseguida.
Nervioso, entre cerré la mirada e intenté ver de quienes eran aquellas dos siluetas y entonces sucedió algo que me dejó helado.
Ambas luces se apagaron.
Mis ojos se abrieron abruptamente, y cómo sí hubiera sentido el toque del miedo en mí nuca un escalofrío recorrió mi cuerpo entero.
El primer pensamiento que tuve fué «nos encontraron». La sensación en mis piernas desapareció pero sorprendido, me dí cuenta de que ya caminaba de regreso al cuarto. Llegué a él y me hinqué frente a la mochila, de pronto me temblaron las piernas y tuve que sostenerme sobre una de mis rodillas.
- Eli!!! -grité mientras me ponía la mochila y tomaba el fusil.
Salí deprisa.
«Tengo que ir por uno de los carros» pensaba en el trayecto hasta recepción.
- Gustavo!! -la voz me temblaba.
- Que sucede? -preguntó alguien detrás mío.
Eli salió al pasillo, confundida por lo que estaba pasando y al ver mi rostro enloquecido se preocupó de un segundo al otro.
- Trae tus cosas. Nos encontraron -le expliqué casi sin aire, ansioso. Mi hermana se quedó fría frente al marco de su puerta- Iré por el auto.
Atravesé el espacio en dónde antes había un cristal y crucé el estacionamiento con pasos rápidos hasta el Ford Focus. Intenté abrirlo moviendo la manija pero fue inútil. El auto tenía seguro.
Me encontraba muy alterado, no tenía la puta paciencia para éso; así que, rompí la ventana del conductor con la culata del arma al primer intento, no había tiempo de pensar en controlar la fuerza.
Levanté el seguro en un movimiento rápido y después abrí la puerta. Sacudí los vidrios que cayeron en el asiento como pude.
No había tiempo para quejarme por los pequeños fragmentos que se clavaron en la palma de mi mano.
Busqué las llaves por todos lados, y con cada lugar en el que no aparecían sentía como me palpitaba más una vena en mí frente del puto estrés.
- Que mierda haces?
José se paró junto al auto, recargado en el para mirar lo que hacía dentro, con su fusil recargado contra la espalda. También aparecieron los demás para saber porque era el alboroto, observandome como si me hubiera vuelto loco. Entre ellos Elizabeth, lo cual me dolió aún más.
- Nos encontraron, tenemos que irnos!
- Cómo que nos encontraron? -preguntó José, confundido.
- Ví unas luces hacía allá -señalé el lugar en el que ví las linternas. Se me hizo difícil respirar, él obligarme a explicar lo que pasaba me había parado en seco y sentía algo atorado en la garganta- Cuando traté de ver quienes eran... -continue-.. apagaron su linternas de la nada. Debemos... irnos.
Y seguí buscando las llaves (en los mismos lugares en los que ya había revisado).
- Espera. Cal-ma-te. Creo que solo nos viste a Carlos y a mí. Fuimos ha tratar de prender las luces de la alberca y funcionó. Apagamos las linternas para ahorrar batería. Éso es todo.
- Yo sé lo que ví!! -salí del auto, el chico tuvo que retroceder unos pasos y me paré frente a él- Que mierda les pasa! No se dan cuenta de que ésto está pasando en verdad? Que ésto no es un puto juego!
- Estás paranoico, wey. Tienes que tranquilizarte un poco -dijo el chico frente a mí. Ése gordo cabron.
- No puedo estar tranquilo después de saber que sí nos están siguiendo, y luego de lo que le pasó a ella....
Apreté la mandíbula al recordarlo, le dí la espalda un instante y después me obligué a concentrarme en salir de ahí.
- Eli, sube.... Nos vamos -le ordené mientras regresaba al auto. Ella no se movió.
- No fue tú culpa lo que pasó -agregó José después de analizar mi comportamiento. Se acercó con lentitud hacia mí, aún tratando de dialogar- Nadie tuvo la culpa. No te partas la cabeza pensando que fué así.
- Vete a la mierda -respondí sin siquiera dirigirle la mirada. Él entendió que no le haría caso por las buenas....., así que tenía que llamar mi atención por las malas.
Hizo una señal a los demás para que apartaran; luego, en un movimiento rápido se giró, empuño su fusil y disparo a la llanta de enfrente. Los estallidos me dieron un susto de muerte, no hice más que cubrir la cabeza entre mis brazos.
Cuando creí que ya habían acabado me levanté un poco para ver qué pasaba, pero le siguieron más disparos, está vez a la llanta trasera y me cubrí nuevamente.
Viendo a todos sorprendidos, José pensó:
«tal vez éso último estuvo de más».
- Que carajos hiciste! -exclamé al ver quién fué el pendejo que lo había hecho.
Salí hecho una furia.
- Tienes que relajarte, estás poniendo nerviosos a todos!
- Valla forma de relajarme -al acercarme demasiado él creyó que iba hacer algo estúpido (y era muy probable que sí lo haría), así que dejó que su arma se sostuviera de la correa en su hombro para poder empujarme con ambas manos.
Caí de lado sobre mi fusil y el cartucho se clavó en mi cadera causando un mayor arranque de ira de mi parte. Me puse de pie deprisa y le apunté al hijo de perra con el arma, él hizo lo mismo enseguida sin titubear. Escuché que alguien ahogaba un grito pero no me detuve a ver quién había sido. Tenía la mirada fija, fría, clavada en mi objetivo.
- Luis!! -gritó mi hermana, escuchándose preocupada. Ya estaba cerca de nosotros porque había intentado levantarme cuando caí segundos antes, algo de lo que no me había dado cuenta por el estado en el que me encontraba.
- No hagas ésto -prosiguió ella- Nadie de nosotros tenía idea de que pasaría algo así...., ni siquiera tú. No te... culpes.
Ése agujero en el pecho apareció otra vez, «acaso no voy a dejar de sentirme así?» pensé con tristeza.
Bajé el arma y por primera vez desde que desperté, traté de tranquilizar mi respirar. Me sentí agobiado. No podía con todas esas miradas encima de mí; entonces, con la cabeza agachada entre de nuevo al hotel.
Escuché que me hablaban pero no me detuve por nada.
Cuando estuve de nuevo en mí habitación grité con todas mis fuerzas. Luego me puse el fusil bajo la mandíbula. Un único dedo paso ligeramente sobre el gatillo.
Solté un último y largo suspiro que me erizo la piel.
Estaba listo para irme.

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