CAPITULO 12: Apunta y dispara

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Un fuerte estallido me despertó de golpe a la mañana siguiente. Entré en pánico. Era un sonido que había conocido hace muy poco: un disparo.
No hice caso del dolor de cuello que tenía por haber dormido torcido y busqué el fusil lo más agachado posible pensando en que quién sea que estuviera afuera podría verme; las ventanas eran grandes. Pasé de largo a los que estaban ahí viéndome con el mismo horror creciente que me invadía. Me estaba cagando del miedo... pero alguien tenía que salir.
«Si voy a morir pues que sea de una vez».
Entonces caminé con pasos largos hacia la entrada sosteniendo el arma como era debido, apoyé mi hombro contra la puerta y esperé. Las manos me temblaban y mi corazón latía como loco, aún estando así me obligue a respirar tranquilamente, cerrando los ojos.
Al sentirme listo los abrí de nuevo y recargué todo mi peso para abrir la puerta. Salí con el arma en alto, el ojo apuntando a cualquier cosa que pareciera sospechosa. Pero no había nada fuera de lo normal, todo estaba tan tranquilo como anoche.
De mi lado derecho escuché voces y me dirigí hacia ellas. A unos metros estaba José, con su fusil en las manos mientras que Raúl y Roberto abrían el portón color gris que habíamos visto en la noche.
El chico le había disparado al candado.
Me acerqué a él muy enfadado.
- Puedo saber porque mierda hacen éso!?
- Fué para sacar éso -contestó él mientras señalaba lo que había adentro. Oculta tras el portón estaba una camioneta Nissan de color blanco, con el logo de la gasera “Gas L.P." a los lados y abajo de él el número telefónico para pedir a domicilio, la caja de carga era de metal y estaba pintada de color rojo.
No oculté mi sorpresa.
- Quieres una bolsa para la baba?
- Mierda -susurré.
- Estábamos hechando un vistazo y cuando la ví tome la decisión de abrir el candado lo más rápido posible -me explicó.
- Buena decisión.
Palmeé mis bolsillos hasta que sentí el bulto del objeto que buscaba. Lo saqué y observé la hora.

16-02-2028. 9:47am

- Opino que hay que salir de inmediato -agregó José.
- Yo digo lo mismo.
Lo observé un instante, le dí una palmada en el hombro y me regresé a la tienda, no me quedé lo suficiente para ver cómo él me dedicaba una mirada de extrañeza por la palmada.
(Últimamente estaba dando varias).
Empujé la puerta otra vez aunque claramente se leía la palabra “jale” justo arriba de la manija. Al entrar ví que todos seguían escondidos detrás de los estantes, todos excepto Sandra que estaba detrás del mostrador con su arma lista para una confrontación. Me sobresalté al verla pero el susto duró muy poco por las excelentes noticias que llevaba.
«La chica es ruda» pensé, Gus no se había equivocado con la elección.
- Todo está bien, ya puedes bajar el arma -ella lo hizo con notable confusión.
- De dónde salió el disparo? -pregunto ella.
- José -contesté, esa palabra pareció explicarle todo, no dijo más y salió de su escondite- Encontró nuestro transporte, solo falta encontrar las... -desde afuera llegó el sonoro ruido del motor, había encendido en el primer intento- Que loco, éso fue rápido. Bien!... recojan sus cosas, nos largamos.
Todos empezaron a moverse lentamente, seguían alterados por el disparo pero poco a poco se les fue pasando. Me acerqué a mi mochila, la abrí un momento y comprobé que todo seguía ahí, solo tuve que cerrarla y por un segundo me pregunté dónde estaban mis botas hasta que noté que no me las había quitado para dormir.
Pasó junto a mí una figura que no me era familiar, era el chico cuyo nombre aún me era desconocido. Era güero, bajito y no lo había escuchado decir ni una palabra hasta entonces. Me dirigí a él y le pregunté por su nombre.
- Luis -respondió y salió sin decir más.
No le dí mucha importancia, tampoco al hecho de que se llamaba igual que yo, sabía que “Luis" era un nombre muy común y que en cualquier momento me iba a topar con un “tocayo".
El sol brillaba con intensidad esa mañana. Solo había pasado un día y las mochilas comenzaban a pesar menos, me preocupaba lo que iba a pasar después de que se acabaran nuestras provisiones. Una razón más para llegar a nuestro destino lo antes posible.
José ya había sacado la camioneta y la estaba estacionando frente a la distribuidora de gas. Note que lo habia hecho tan bien que había quedado casi perfectamente alineada con el vocho, solo que con metros de distancia que los separaban.
Mientras todos observaban el nuevo transporte, yo me acerqué a Gustavo con pasos lentos mientras le decía:
- Se llama Luis.
- Qué? -dijo él, confundido- Quién?
- El chico al que pensaba darle el arma ayer, recuerdas?
- Aaah ya. Es una gran casualidad que se llame igual.
- Meh, ni tanto.
La camioneta se apagó y de ella salió José y dijo con un gran tono autoritario:
- Tiene tres cuartos del tanque lleno, me parece suficiente -señaló la caja- Como pueden ver está cargado de tanques, así que hay que hacer espacio para que todos quepan, manos a la obra -Raúl ya estaba arriba moviendo una de las minas y los demás empezaron a ayudar, iba a unirme pero José me llamó- Luis, oye. Cuando disparé el fusil no sentí el culatazo, el arma se siente ligera al disparar. Pero creo que nos vendría bien una práctica para los que tienen las Glock, solo para que se den una idea de lo que es disparar. Es hora de ver que te enseñó Isaías.
- Claro.
- Creo que sé que vamos a necesitar. Ven, ayúdame.
Y lo seguí a la tienda.
De camino ví que Vanesa y “el otro Luis" ponían sus mochilas sobre el vocho y regresaban para ayudar con los tanques.

Las lecciones prácticamente las había dado Carlos, ya que sabía del tema por las prácticas que había tenido con su abuelo; en cambio, yo me había puesto nervioso en el momento en el que todas las miradas se centraron en mí unos minutos antes, había empezado a tartamudear y a sudar tanto que no pude seguir.
- Bien, no sé cuántas balas quieran gastar y además el ruido podría atraer la atención -comentó Carlos cuando terminó.
- Bueno, que las Glocks gasten solo dos y los fusiles..... no sé, no todo el cargador? -opinó José encogiéndose de hombros.
- Solo hay que cambiarla a semiautomática -añadí a la conversación.
- Ahora sí pudiste decir algo? -bromeó él.
No contesté.
- Bueno, yo ya sé disparar así que no gastaré más balas, haganlo ustedes -dijo Carlos y dió unos pasos hacia atrás.
- Todos al mismo tiempo, okey? -aclaré.
Sandra, Gustavo, Raúl y José asintieron.
El blanco que teníamos en frente eran ocho latas vacías y tres botellas de vidrio, las habíamos colocado a lo largo de la banqueta. Una vez que comenzáramos teníamos que irnos, por el ruido que haría la práctica.
- A la cuenta de tres. Uno...
Hubo varios estallidos en ese segundo.
Los oídos me zumbaron.
Con la mano que tenía libre me cubrí el oído y confundido mire a los demás. Todos habían disparado antes de tiempo.
Observé que Carlos se estaba cubriendo ambas orejas, arrugando el rostro. Cuando cruzamos miradas asintió como si estuviera diciéndome que me entendía.
Cuando el zumbido desapareció exclamé:
- Todavía no decía tres!!
Nadie dijo ni una palabra.
- Otra vez, pero está vez a las tres -ordenó José.
Me puse en posición otra vez, al igual que los demás.
Aún seguía aturdido y un poco enfadado.
Miré las latas, algunas habían caido lejos y con un enorme agujero en ellas.
- Una.... Dos... Tres!
Está vez ya sabía que tan fuerte era el ruido del disparo, cuando abrimos fuego el estallido ya no me tomó por sorpresa, pero no evitaba que el oído me zumbara y hasta podía decir que sentía dolor en él.
Tres latas más saltaron por los aires; ninguna que fuera por causa mía.
Mí disparo había caído ha pocos centímetros del blanco, levantando un poco de tierra.
- De nuevo -gritó José- Una... Dos.... Tres.
Mis ojos se posaron sobre la línea recta que cruzaba el fusil encima, contuve la respiración y me quedé completamente inmóvil.
El arma ya no se movia entre mis manos, ya no más.
La posición de mi cuerpo era muy estable, los únicos movimientos de los que me percate eran el de mí dedo sobre el gatillo y el ligero impulso que empujaba mi hombro al disparar.
La bala impacto en la lata, fragmentandola y haciéndola volar por los cielos.

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