EPÍLOGO

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Dos días después.

Tic-tac, tic-tac, tic.....tac.
El cuarto era tan silencio que se podía escuchar el paso de las manecillas del reloj en la pared, justo enfrente. Un sonido tan tranquilo y constante; ése sonido no hacía más que adentrarme en el maldito recuerdo de lo que sucedió.
Corrí y corrí. Tal y como me había dicho Luis. Lloraba por no poder hacer más, pero en sus ojos, en ésa mirada suya ví que hablaba muy enserio al respecto.
Lo había escuchado afuera de su habitación mientras hablaba con Eli hace unas noches. Escuché lo dolido que estaba con todo lo sucedido, lo egoísta que había sido al querer sacarme del orfanato. Ya había pasado por muchas cosas y entendí... que él quería que todo acabara de una vez.
Yo había querido irme con él y con Eli, había sido también mí decisión pero no pude decírselo. No me quita la tristeza él saberlo, quizá estoy viendo de forma equivocada lo que trataba de hacer cuando pidió que me fuera y ésa duda me carcome con cada tic-tac del puto reloj.
En estos días habían pasado varias cosas:
»Sandra se fué con sus abuelos, el nombre de su tío les resultaba familiar a los soldados que nos retuvieron y la dejaron ir antes que a los demás. Prometió verme en unos días.
»Un sargento vino para explicar lo sucedido hasta el momento. Se había puesto en marcha el plan DN1 en caso de guerra desde el ataque en la frontera. También me dijo que cuando se dieron cuenta de que no podían contactar con los dos helicóptero que enviaron por los sobrevivientes, mandaron rápidamente al ejército a la frontera y a la marina para proteger las costas.
Y agregó que la explosión que vimos fué de una aeronave no tripulada del enemigo, nos habían estado observando durante todo el viaje por ser una amenaza a sus planes según piensan. Cuando me pidió mí versión de los hechos para el informe estallé contra él:
- Acabo de perder a mí hermano! Me oyes!? Mi hermano! Tú y tú puto informe se pueden ir a la mierda!
No sé porqué lo hice. Traté de levantarme y le arrojé un par de cosas que tenía a la mano mientras sollozaba. Las sabanas se enredaron en mis piernas y caí de la cama. Supongo que el sargento me dejó solo al sentir lastima por mí y me dijo que volvería después. Me dió su más sincero pésame.
»José vino más tarde a verme. Hablamos sobre como estaba yo, me preguntó sobre mí nueva venda en la frente y le dije que me rosó una bala cuando trataba de sacar a Luis de ése lugar. Me atendieron aquí y me preguntaron por las tres puntadas que tenía en la cabeza a causa del accidente que tuve antes de llegar a la base.
Él me platicó del estado de Raúl, la bala que se incrustó en su pierna le había provocado una reacción por el plomo con el que estaba hecha. «Podría perder la pierna» me dijo.
»Y hubo más cosas de las que no estaba consiente, pero sucedían.
Miles de personas perdieron sus casas y se reubicaron en varios países con apoyo del gobierno.
A un padre que vivía anteriormente en Ciudad Juárez le daban la noticia de que su hija había muerto de acuerdo con los testimonios de los chicos que libraron una balacera recientemente.
También le daban a una madre la misma noticia, su hijo estaba de servicio en la base aérea de Monterrey y había resultado herido, la misma herida que lo mató unas horas después.
Y por último, un soldado junto con su equipo trataban de impedir que la guerra pasara a nuestro territorio con la ayuda de gente inesperada.
Según me habían dicho, el mensaje que entregamos salvó vidas de tropas enteras enviadas al norte, se perdieron otras tantas por el tiempo que tardamos. Igual nos agradecieron por nuestro valor.
No me sentía valeroso.
Ahí acostado rememoraba haberme escondido abajo de una camioneta como un cobarde, cuando abandoné a mi hermano, y también cuando llegué con los soldados. Ellos se acercaron y yo los miraba asustado, me apuntaban con sus armas y me pidieron a gritos que soltara mi pistola. Por un instante creí que sería arrestado o algo parecido.
Tocaron a la puerta mientras veía mentalmente esas imágenes.
- Adelante -dije en voz baja a quién estuviera del otro lado, no estuve seguro de que me hubieran escuchado hasta que se abrió.
Era Elizabeth.
No la había visto desde la balacera, suponía que ya sabía la noticia y no podía imaginar lo mal que se sentía. Entró a la habitación sin decir nada y se colocó junto a mí cama.
- Hola, Gus.
- Eli, yo....
- Luis está...-y no pudo mantener la compostura, se derrumbó por completo. La abracé y ella se hundió en mí hombro. Tampoco pude contener las lágrimas.
- Era mí única familia -gritó sollozando- Solo lo tenía a él y lo perdí también.
Su llanto llenaba el cuarto vacío con tanto dolor. Se sentía la evidente ausencia de alguien querido.
- Lo siento, Eli. Lo siento tanto.
Luis me pidió cuidar de ella justo después de hacerlo él mismo, después de hacer lo mismo por todos.

20-02-2028.

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