- Tranquila, amor. Vamos a estar bien -le dijo su padre mientras ella le abrazaba por la cintura. Aquel lugar le daba miedo, pero su padre le había dicho que los llevaron ahí para que estuvieran seguros. A salvo.
Mientras lo abrazaba podía sentir su panza moviéndose con su respiración, podía sentir su brazo sobre los hombros protector y el ligero movimiento de su pulgar que la tranquilizaba (sensaciones que anhelaría volver a sentir cuando despertara).
Ella se sentía tan cansada en ése momento pero le era imposible cerrar los ojos por lo extraño que le parecía aquel sitio. Y no hablar de los rostros desconocidos que se encontraban ahí mismo. No la observaban al igual que lo hacía ella, se la pasaba viendo a una persona y luego a otra, viendo sus caras tristes y cansadas.
Le alivió ver a otro niño, talvez le preguntara a su papá si podía jugar con él, ya que estaba volviéndose aburrido estar esperando en esas bancas. Pero antes de eso se le ocurrió otra pregunta que le era aún más curiosa:
- Qué es éste lugar? -preguntó Mariana.
Su padre abrió los ojos y la miró, vió el tierno rostro de su hija, sus ojitos cafés y las pecas que llenaban sus mejillas. Pasó la mano que la cubría por su pelo castaño y le dió otro vistazo a la coleta que le había intentado hacer. Él siempre la peinaba pero esa vez le habían temblado tanto las manos que no estaba seguro de haberla hecho bien.
- Estamos en una base aérea y ésto... -señaló el lugar en el que estaban-.. se llama hangar.
- Y nos van a llevar con mamá?
Las lágrimas trataron de salir, salir en grandes cantidades. Sentía que tenía que alejar las ganas de hacerlo porque sabía que una vez que comenzara ya no podría detenerlas y no quería que ella lo viera así.
- Así es, cielo -se limitó a contestar.
Él le había dicho que en el lugar al que iban estaba su madre, pero ella no entendía cómo pudo ir tan lejos si recordaba que su mamá estaba junto a ella cuando la casa se vino abajo.
La puerta del hangar se abrió y por ella entraron los soldados que los habían traído. Uno de ellos dijo unas palabras que la niña no pudo escuchar muy bien y justo después su padre le dijo que tenía que salir con ellos un momento, que lo esperara.
Ella acepto.
Se quedó ahí, sin moverse, con la cabeza agachada y a punto de dormirse. Su padre entró de nuevo antes de que pudiera hacerlo, tomaron sus cosas y salieron afuera junto con los demás. Cuando los helicópteros estuvieron a la distancia suficiente como para escucharlos su padre se volteó hacia ella, se arrodilló y le dijo mirandola a los ojos:
- Escucha, cariño. Escuchas éso? -ella asintió, sabía muy bien de que era ése ruido- Vendrán dos de esos helicópteros.
A mí me llevarán en uno pero.... a tí en otro.
- No!, por qué!?
- Porque uno es para grandes y otro es para niños -mintió él.
- Pero yo quiero irme contigo.
Estaba llorando cuando lo dijo, pero él la calmó diciéndole:
- No llores, amor. Mira, los dos volaran casi juntos, cuando estes en la ventana yo te saludaré desde el mío y tú harás lo mismo, sí? Será divertido.
Y ella volvió a asentir.
El primer helicóptero bajo y antes de irse le dijo:
- Te quiero hija.
- Y yo a tí papá.
Alguien se acercó.
- Yo me encargo, señor -le dijo una soldado, miró el parche que llevaba por encima del pecho para leer su apellido: Peña.
Él le dió las gracias y subió junto con su grupo. La niña al igual que Luis creyó oír gritos de aquel helicóptero en ése momento. Y antes de que pudiera despegar, algo impactó la segunda aeronave aún estando en el aire. Solo logró ver cómo cayó mientras la tomaban en brazos y se la llevaban lejos. Luego ocurrió la segunda explosión.
- Papi!!Cuando me levanté, aproveché para darme un baño matutino. Había dormido con los niños y una vez que Sebastián y Joseph me despertaron ya no pude recuperar el sueño. Así que me duche y dejé que Mariana continuará durmiendo. Cuando salí ví que los niños ya no estaban y que Mariana estaba sollozando, aún acostada en la cama.
- Mariana? -le dije mientras me acercaba- Que ocurre?
Estando ya junto a ella observé que en su rostro le surcaban las lágrimas. Noté enseguida que seguía dormida y que estaba teniendo una pesadilla.
- Papi -dijo ella entre sueños.
Le toqué el hombro y la sacudí con un movimiento muy suave. De pronto pensé que podría ser malo despertarla y dejé de hacerlo, pero ya era tarde para éso. Mariana estaba despertando. Sus párpados se abrieron lentamente; las pestañas húmedas por las lágrimas.
- Oye, estás bien amor? -le pregunté.
- Eli! -Mariana se levantó y me abrazó por el cuello; rompió en llanto.
- Ya, ya... Todo va a estar bien -le dije, preocupada.Jamás había dormido tan rico como en ésa noche. Las luces de la mañana se metieron por la ventana abierta iluminando el cuarto y esa imagen me hizo levantarme de buen humor por algún motivo. Bostecé, estiré los brazos como en una película y me puse a tender la cama (quería dejar la habitación tal y como la encontré).
Las calcetas nuevas me llenaron de una agradable sensación apenas me las puse y después me puse las botas (lo cual no se sintió igual de bien pero a la larga dejó de importarme).
La sensación de gran tranquilidad desapareció cuando un pensamiento me llegó de la nada: «no hice guardia anoche». Salí de prisa de la habitación, mirando el interior de cada cuarto y cuidando mi espalda constantemente. Ya no sentía el tamaño irregular de las botas en cada paso.
Abrí una de las puertas y me encontré con José. Seguía dormido, pero apenas me escuchó entrar giro para verme con los ojos entrecerrados.
- Que pasa? -preguntó él.
- Nadie se quedó a vigilar.
- Ah....., éso -contestó, restándole importancia.
- No te preocupa?
- Los chicos se encargaron -explicó- Lo hablamos junto a la piscina cuando te fuiste -sonaba cansado- Estuvimos de acuerdo en que te dejáramos dormir.
- Ah...., gracias? -no supe que más decir.
Dí unos pasos por la habitación y me senté en la esquina de la cama. Ya estaba tranquilo de nuevo.
- También hiciste guardia? -le pregunté.
- Ellos dijeron que estaba bien si yo también descansaba, ya que voy a conducir hoy.
- Bien pensando.
- Que hora es?
Suspiré, metí la mano al pantalón y eché un vistazo breve al reloj.
- Son las nueve con veintiocho -respondí.
Soltó un largo quejido, dando a entender que aún no quería levantarse pero igual tenía que hacerlo. Se puso las botas tomándose su tiempo, se talló el ojo derecho y bostezó.
- Ya se levantaron los demás?
- No lo sé.
- Bueno. Hay que desayunar algo para irnos de una vez..... Mierda! -exclamó él de repente.
- Qué?
- Que quiero bañarme antes de irnos.
- Y? -pregunté aún confundido.
- Pues que ya me puse las putas botas. Que pendejo.
Resistí las ganas de reírme solo porque en verdad se le veía molesto. En vez de hacer éso solo dije:
- Bueno...., te dejo para que hagas tus cosas -y me levanté. Antes de cerrarle la puerta ví que intentaba desamarrar su agujetas sin el mínimo rastro de paciencia con que se las puso. Sonreí al estar solo en el pasillo. Dí uno... dos.... tres pasos y me detuve de nuevo cuando creí escuchar algo. Algo como..... llanto? Preste atención un poco más y efectivamente, era alguien llorando. Me acerqué a la puerta de dónde provenía y toque dos veces.
- Todo bien ahí dentro?
- Luis? -preguntó una voz desde adentro.
- Sí.
- Pasa.
Giré la perilla y éso hice. En la cama estaba Eli, abrazando a la niña que había visto varias veces junto a ella. La niña era la que lloraba.
- Que le sucede? -le pregunté a mi hermana en un susurro.
- Tuvo una pesadilla.
Inesperadamente comenzaron a llegarme varios recuerdos con mi hermana. Verla así me recordó a mí haciendo lo mismo con ella cuando recién llegamos al orfanato. Me preguntaba entre lágrimas si algún día iría nuestra madre por nosotros y yo la tranquilizaba diciéndole que sí, mientras la abrazaba de la misma forma. Un tiempo después la dinámica cambió un poco y empecé a decirle que éso no importaba porque me tenía a mí para cuidarla. Fue cuando supe que nuestra madre no volvería jamás por nosotros. También algunas veces le decía otra cosa....
Me acerqué a la niña.
- Oye -le murmuré.
Ella se giró para mirarme un poco; seguía oculta bajo el cuello de Elizabeth.
- Quieres comer un poco de arena?
Me miró confundida al instante y sus labios formaron una leve sonrisa.
- Qué? -preguntó riendo y sorbiendose la nariz. Eli ya sabía por dónde iba la cosa.
- Sí, un poco de arena. Hoy está muy rica.
- Guacala.
- Por qué? Si te digo la verdad, está buena.
- Cómo va a estar buena? Si es como comer tierra.
- Tierra?
- Si, solo que salada.
Había dejado de llorar. Mejor aún, ahora estaba sonriendo con lo extraña que era la conversación. Fué algo que había aprendido de la hermana Alicia. Una vez la ví hacerlo con dos niños, cuando tuve la oportunidad de preguntarle porque lo hacía me respondió que decir algo sin sentido en un momento así te cambiaba el humor tan rápido que no lo notabas.
Sonaba tonto, pero funcionaba.
Mi hermana me miraba con tanto cariño cuando también recordó esos viejos tiempos.
- Tú ganas -me puse de pie- Vamos a desayunar algo normal. Ponte tus zapatos.
Y así lo hizo. Cuando acabó, expresó las ganas que tenía de hacer del baño de una forma bastante cómica. Fué y cerró la puerta. Al estar solos volteé hacia Eli y le pregunté:
- Sabes sobre qué tuvo la pesadilla?
- No.
- Ya te lo dirá cuando esté lista -y le cambie de tema- Dormiste bien?
- Sí, y tú?
- No pudo ser mejor.
La puerta del baño se abrió.
- Ya -dijo la pequeña al salir.
- Cómo te llamas? -quise saber.
- Mariana.
- Okey Mariana, hay que ir a desayunar.
Antes de salir al pasillo, ella me tomó de la mano (un gesto que me agarró por sorpresa). Y le sonreí.
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Sin excepciones
ActionLuego de que dos hermanos resultaran afectados como daño colateral en un atentado ocurrido en la frontera, se ven ayudados por un grupo de búsqueda y rescate que los lleva a una zona segura. Un lugar en donde se dan cuenta que su viaje apenas está c...