CAPITULO 7: Autostop a la inversa

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Dejé que todos subieran al camión para que se pusieran cómodos en sus asientos, al último me subí y cerré el portón trasero. Por un segundo mi mirada se cruzó con la de Vanesa, ella estaba sentada frente a mí, después. Solo voltee hacia otro lado, fingiendo que buscaba a mí hermana o a mí amigo. Golpeé dos veces la parte de atrás para que ya pudieramos avanzar, esa misma señal que había usado Joseph hace no tanto tiempo, no quería ni imaginar que terrible destino le había tocado cuando comenzó el ataque.
El motor se encendió, comenzó a moverse nuestro enorme transporte dando un poco de marcha hacia atrás y después avanzo por el estacionamiento hasta la rampa de salida.
Con un dedo sostuve la lona que cubría el camión para poder ver el día, soleado y completamente despejado. Era una agradable vista hasta que mirabas hacia el pueblo fantasma por el que estábamos cruzando.
Le di un vistazo a mi reloj...

15-02-2028. 1:41pm

Lo sostuve en la mano por un rato y luego levanté la mirada hasta Elizabeth, ella hablaba con uno de los niños, no tenía más de seis años, sus orejas eran más grandes de lo que deberían de acuerdo a la proporción de su pequeña cabecita y llevaba su uniforme de escuela. No parecía asustado como los otros dos niños (o como cualquiera de los presentes), se le veía tranquilo, hablando sobre quien sabe qué con mi hermana; ella siempre tuvo ésa habilidad.
Gus por otro lado estaba charlando con Carlos que estaba sentado a dos lugares de donde estaba yo, parecía una plática tranquila, talvez estaban conociéndose entre ellos.
Con esas dos escenas frente a mí un pensamiento me inundo de la nada.
«Enserio nos estarán siguiendo?»
Nadie aquí conocería la respuesta hasta ya muy tarde.
Me removí un poco incómodo en mi asiento, de pronto me sentí excluido de todas esas conversaciones, eché mi cabeza hacía atrás hasta que tocó un tubo de metal en el que la recargué y solté un largo suspiro. Cerré mis ojos un momento, crucé los brazos y permanecí así por un tramo del viaje. Estando así pude concentrarme en cosas fuera de las risas y las charlas, como: el movimiento del camión, las ligeras sacudidas y el aire chocando contra la lona salvajemente. También noté cuando el vehículo iba más rápido, «talvez ya entramos en la carretera» pensé.
Volví a dar otro suspiro, abrí los ojos y ahí estaba ella, observándome. Al descubrirla desvío la mirada hacia otro parte. Me acomode en el asiento y la miré con cierta curiosidad, luego ella me vió de nuevo pero está vez a los ojos, me sostuvo la mirada por unos segundos y para no hacerlo más largo le dije lo primero que se me ocurrió:
- A qué estás pensando que tengo unos ojos hermosos, verdad?
Me pareció estúpido después de decirlo, pero mi mirada siguió fija en la de ella y traté de estar tranquilo, o al menos parecerlo.
- Qué? -dijo ella frunciendo el ceño, confundida.
- Si los llegas a ver en la posición perfecta con los rayos del sol se llegan a ver de color verde -el comentario la hizo reír y a mí también- Soy Luis -le tendí una mano y ella me la estrecho sin fuerzas- Y tú eres? -pregunté arrastrando un poco esa última palabra (aunque ya sabía su nombre).
- Vanesa.
- Un gusto.
Volteó ha otro lado y se hizo el silencio, o al menos entre los dos.
- Por favor, dime qué este camión va para el centro -intenté reprimir una risa tonta mientras lo dije.
Al verme sus ojos me advierten «esto no es un juego» y regresó en lo que estaba; me encogí de hombros al instante.
«Ella tenía razón».
Levanté un poco la lona para observar afuera y me puse a reflexionar un poco sobre lo que estaba sucediendo, todos estábamos pasando por un momento de mierda en nuestras vidas.
- Perdón -le dije sin dejar de mirar afuera- Hago chistes malos cuando estoy nervioso.
Ella no dijo nada, pensé que talvez no me escuchó pero un momento después:
- De hecho ése fue bueno -dijo ella en voz baja. La miré un poco sorprendido, luego ella prosiguió- Es solo que.... estoy pensando en tantas cosas ahora -explicó mientras se miraba los dedos, preocupada. Traía el uniforme sucio que todos llevábamos (por excepción de los niños) con el distintivo de que ella traía una especie de gabardina color gris encima y tenía el pelo desaliñado, amarrado en una coleta hecha con prisa. Ésa imagen me causo un escalofrío por algún motivo.
Era hermosa.
- Puedo preguntar cómo es que llegaste a la base? -quise saber.
Abrió un poco los ojos sorprendida, pensé que no me lo diría, pero:
- Si tú me dices tu historia primero.
No tuve problema con éso, pero igual tomé una expresión seria, me aclaré la garganta y le relaté un breve resumen de los acontecimientos que viví junto con mi hermana después del atentado y nuestro viaje sin rumbo por la ciudad fantasma. Y manipulé un poco la narrativa para que se escuchara más epica.
-... y luego de rodear ese agujero enorme nos encontramos con un Ford Mustang nuevo, era.... color blanco con franjas de carreras, hermoso. Lo saqué de una agencia. Ése sí lo manejé bien para que sepas, no lo estrellé ni una vez, era muy diferente de lo que es conducir éste camión, éste fué más complicado. A lo mejor por éso me equivoqué de camino.
- Claro -dijo ella, poco convencida pero atenta en todo momento con la historia.
- Te lo juro, si no me crees pregúntale a mi hermana -«enserio espero que no lo haga».
- Y que le pasó a ése carro? Hmm?
- Explotó -respondí y después agaché la cabeza- Es una lastima. Pero... basta de mí, ahora te toca.
- Bueno, yo.... estaba en casa de una ami....
Guardó silencio, notó algo distinto y yo percibí lo mismo.
El camión se estaba deteniendo.
Todos sentimos la disminución en la velocidad y nos miramos unos a otros preguntándonos: «por qué paramos?»
El camión se detuvo por completo con un chirrido de frenos. Miré la hora con un acto reflejo...

15-02-2028. 2:26pm

- Iré a ver qué sucede, quédense todos aquí -dije en voz alta para todos pudieran escucharme- Ahora vuelvo.
Levanté la lona y para no tener que abrir el portón dí un salto para salir de la caja, calculé mal la distancia y al caer sentí una punzada de dolor en el tobillo, reprimí las ganas de quejarme para concentrarme a lo que iba. Estábamos a un lado de la carretera, una nube cubria el sol y causo un momento de sombra. Se podía escuchar al viento pasar por el lugar y sentía como movía mi cabello.
La puerta del conductor se abrió y salió José sin apartar la mirada de lo que había dentro.
- Porque nos detuvimos? -le pregunté, y él... sin decir nada señaló algo dentro de la cabina. Fruncí el ceño confundido y seguí lo que estaba apuntando, al percatarme de lo que era abrí los ojos sorprendido y con horror.
- Está... muerto?
José siguió sin decir una palabra, pero no era necesario, ya sabía la respuesta. Me acerqué y subí uno de los escalones, el rostro de Isaías estaba pálido, no se movía más y el mal olor me inundó tan de golpe que enseguida retrocedí cubriendo mi nariz.
- Cuando nos dimos cuenta paramos el camión -contestó él chico por fin.
Al otro lado del vehículo ví a los otros chicos, Roberto vomitaba en la hierba junto al camino y el otro solo tenía la mirada perdida en el cielo.
Mis piernas comenzaron a temblar, el estómago se me revolvió y sentí la necesidad de recargarme en algún lado.
- Carajo -dije en un susurro. Me sostuve del camión.
Era el mismo sujeto con el que había hablado hace unas horas y ahora estaba muerto, apestándose en el asiento.
De reojo observé que alguien asomó la cabeza en la parte de atrás. Era Gus y justo detrás de él estaba Vanesa.
- Les dije que no se bajaran! -exclamé, pero ya era tarde.
Un grito surco el aire desde el otro lado, Sandra (la chica que estaba junto a Vanesa en la fogata del estacionamiento) se había acercado y inevitablemente había visto el cadáver; apartó la mirada enseguida y salió corriendo hacia quién sabe dónde.
«Tengo que pensar que haremos con él....». Mí pensamiento me parece inquietante pero acertado a la vez, me giré hacía José que seguía detrás mío
- Oye, ayúdame a llevarlo lejos de aquí.... Por favor.
Asintió.
- Y que?.... Lo vas a aventar al campo así nada más?
- Claro que no -exclamé un poco indignado- También buscaré donde poder sepultarlo y con que hacerlo, me vas a ayudar si o no!?
- Okey... te ayudo.
- Bien, vamos a jalarlo por el otro lado -azoté la puerta del conductor, nadie más tenía que ver ésa escena.
Y rodeamos el camión por enfrente.
Ya del otro lado subí de nuevo al escalón, solo me recargué en una pierna para poder estirarme lo más que pudiera y de nuevo estaba en la cabina, aguantando la respiración y analizando de dónde tenía que agarrarlo para sacarlo de ahí.
Murió acostado de lado, mirando hacia el frente y hecho bolita, talvez buscando su propio calor y aliviar el frío que lo recorrió hasta fallecer.
Me decidí por tomarlo del brazo izquierdo y empecé a jalarlo con toda mí fuerza. Tuve que respirar y al hacerlo inhalé una gran cantidad de aire putrefacto que me provoca arcadas. Por suerte no llegué a vomitar y contuve la respiración una vez más. El cuerpo empezó a moverse por el asiento, pesaba demasiado pero aún así logré acercarlo a la orilla y...
- Que están haciendo?
La voz de Eli hace que me brinque el corazón del susto, por un instante viajé a un recuerdo, yo caminando tranquilamente y de la nada un perro sale de detrás de una reja. Comienza a ladrar agresivamente y me saca un susto de muerte, después me invadió la vergüenza porque había gente mirándome.
- Mierda -susurré, me llevo una mano al pecho como si éso me tranquilizara- Eli regresa al maldito camión, ahora! -le ordené.
Ella retrocede dos pasos pero aún trataba de ver lo que estaba moviendo, a punto de gritarle algo más me veo interrumpido por un ruido sordo a lado mío. El cadáver cayó al pie del asiento quedando boca abajo.
- Puta madre!.
- Que es? Les ayud...
- No! -decimos José y yo al mismo tiempo, en un tono más nervioso que enojado.
- Elizabeth, vuelve al puto camión! -nos quedamos en silencio los tres y por fin Eli decide hacerme caso mientras me mira enojada, cuando ya está fuera de mi vista volteé hacia el cadáver y lo tomé de la chaqueta está vez.
- Ya está más cerca, ayúdame -le dije entre esfuerzos. José piensa un momento por dónde tomarlo, después se acerca por el lado izquierdo y también tira de él por la chaqueta.
Logramos girarlo y ponerlo con cuidado en el suelo, dejándolo recargado en la rueda. Nos dimos unos minutos para tomar aire lejos del mal olor.
- Elije.... los brazos o los pies? -comentó José.
No capté enseguida a lo que se refería, pero era obvio y no tarde en entender.

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