En la alegría y la tristeza,
en la esperanza y el temor,
para siempre jamás igual que ahora,
En la discordia y en la paz, llueva o brille el sol.
ANÓNIMO[93]
Edith iba de un sitio a otro de puntillas, y detuvo a Sholto en pleno discurso en voz alta aquella mañana, como si cualquier ruido súbito pudiera interrumpir la conferencia que se celebraba en la sala. Llegaron las dos, y seguían allí sentados con las puertas cerradas. Luego se oyeron pasos de hombre rápidos escaleras abajo y Edith se asomó.
—¿Bien, Henry? —preguntó con expresión inquisitiva.
—¡Bien! —dijo él, bastante brusco.
—¡Ven a almorzar!
—No, gracias. No puedo. Ya he perdido demasiado tiempo aquí.
—¡Entonces no está todo arreglado! —exclamó Edith desanimada.
—No, en absoluto. Y nunca lo estará, si te refieres a lo que supongo. Eso no ocurrirá nunca, Edith, así que olvídalo, ¿quieres?
—Pero sería tan agradable para todos —alegó Edith—. Yo me sentiría siempre cómoda con los niños sabiendo que Margaret está cerca. Ahora siempre tengo miedo de que se vaya a Cádiz.
—Si me caso, procuraré buscar una señorita que sepa manejar a los niños. Es todo lo que puedo hacer. La señorita Hale no me aceptaría. Y yo no se lo pediría.
—¿Entonces de qué habéis estado hablando?
—De mil cosas que tú no entenderías: inversiones, contratos de alquiler y valor del suelo.
—Pues márchate si eso es todo. Sois insoportablemente estúpidos los dos si habéis estado hablando de cosas tan aburridas todo este tiempo.
—Muy bien. Volveré mañana y traeré al señor Thornton conmigo para hablar un poco más con la señorita Hale.
—¡El señor Thornton! ¿Qué tiene que ver él con eso?
—Es arrendatario de la señorita Hale —dijo el señor Lennox, dándose la vuelta—. Y quiere rescindir el contrato.
—Bueno, muy bien, no entiendo los detalles, así que no me los expliques.
—El único detalle que quiero que entiendas es que nos dejéis disponer del gabinete sin molestarnos como hoy. Los niños y las sirvientas no paran de entrar y salir y no me dejan explicar bien nada; y los acuerdos que tenemos que hacer mañana son importantes.
Nadie supo nunca por qué no acudió a su cita al día siguiente el señor Lennox. El señor Thornton llegó a la hora convenida; y, tras hacerle esperar durante casi una hora, Margaret se presentó al fin muy pálida e inquieta.
Empezó apresuradamente:
—Lamento mucho que no haya venido el señor Lennox, él lo habría hecho mucho mejor de lo que puedo hacerlo yo. Es mi asesor en esto...
—Lamento haber venido si le molesta. ¿Quiere que vaya al bufete del señor Lennox e intente encontrarlo?
—No, gracias. Quiero que sepa lo mucho que me apenó saber que voy a perderlo como arrendatario. Pero el señor Lennox dice que seguro que las cosas mejorarán...
ESTÁS LEYENDO
Norte y Sur - Elizabeth Gaskell
RomanceMargaret Hale es una joven que, luego de la boda de su prima, vuelve a su querido pueblo Helstone donde pretenderá vivir una vida tranquila y sencilla. Sin embargo, un repentino problema familiar hace que deba mudarse con sus padres a la ciudad de M...