Capítulo XXI - La Noche Oscura

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Nadie en el mundo conoce

sonrisa sin lágrimas.

ELLIOTT[33]


Margaret y su padre volvieron a casa caminando. La noche era espléndida, las calles estaban despejadas y, con su precioso vestido de seda blanca «alzado hasta la rodilla» como el de satén verde de Leezie Lindsay en la balada, se fue con su padre dispuesta a saltar con el estímulo del aire puro y fresco de la noche.

—Creo que Thornton no las tiene todas consigo respecto a la huelga. Parecía muy preocupado esta noche.

—Lo extraño sería que no lo estuviera. Aunque habló con los otros con su calma habitual cuando sugirieron diferencias justo antes de que nos marcháramos.

—Hizo lo mismo en la sobremesa. Sería muy difícil que dejara de hablar con su calma habitual. Pero parece preocupado.

—Yo en su lugar también lo estaría. Tiene que estar al tanto de la creciente cólera y el odio apenas sofocado de sus obreros, que le consideran todos un «hombre duro» en el sentido bíblico, no tanto injusto como insensible; de juicio claro, que insiste en sus «derechos» como ningún ser humano debería hacerlo considerando lo que nosotros y nuestros nimios derechos somos a ojos del Todopoderoso. Me alegra que pienses que parece preocupado. Cuando recuerdo la actitud y las palabras casi demenciales de Boucher no soporto la frialdad con que habló el señor Thornton.

—En primer lugar, yo no estoy tan seguro como tú de la absoluta penuria de ese Boucher. No dudo que no tuviera nada de momento. Pero hay siempre una misteriosa provisión de dinero de los sindicatos. Y, por lo que dices, es evidente que es un hombre de carácter apasionado y efusivo y que expresó libremente cuanto sentía.

—¡Vamos, papá!

—Bueno, yo sólo quería hacer justicia al señor Thornton. En mi opinión, su carácter es completamente distinto. Es un hombre que no tiene a gala en absoluto demostrar sus sentimientos. Precisamente el carácter que yo creía que admirarías tú, Margaret.

—Y lo hago, o debería hacerlo. Sólo que no estoy tan segura como tú de la existencia de esos sentimientos. Es un hombre de gran fuerza de carácter y de inteligencia excepcional, si consideramos las escasas oportunidades que ha tenido.

—No tan escasas. Ha llevado una vida práctica desde edad muy temprana; se ha visto obligado a ejercitar el juicio y el dominio de sí mismo. Todo eso desarrolla una parte del intelecto. Claro que necesita cierto conocimiento del pasado, que constituye la verdadera base para hacer conjeturas sobre el futuro. Pero es consciente de esa carencia, lo cual ya es mucho. Estás totalmente predispuesta contra el señor Thornton, Margaret.

—Es el primer ejemplar de fabricante, de persona dedicada al comercio, que tengo ocasión de estudiar, papá. Es como si fuera la primera aceituna que pruebo, permíteme torcer el gesto mientras decido si me gusta. Sé que es bueno en su género y que acabará gustándome. Prefiero pensar que ya está empezando a hacerlo. Me interesó mucho lo que hablaban los caballeros aunque no entendí ni la mitad. Lamenté de veras que la señorita Thornton me llevara al otro extremo de la habitación, diciéndome que estaba segura de que me incomodaba ser la única dama entre tantos caballeros. Yo estaba tan concentrada escuchando que ni siquiera se me había ocurrido semejante idea. ¡Y las señoras eran tan aburridas, papá, oh, qué pesadas! Aunque creo que estuvo bien de todos modos. Me recordaba nuestro antiguo juego de pensar muchos nombres para formar una frase.

—¿A qué te refieres, hija? —preguntó el señor Hale.

—Verás, empleaban nombres que eran símbolos de cosas que denotan riqueza, como ama de llaves, ayudantes de jardinero, dimensiones de espejos, encaje valioso, diamantes y demás; y cada una elaboraba su discurso empleándolos de la forma más casual posible.

Norte y Sur - Elizabeth GaskellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora