Que el caolín enriquecido con manchas de color,
vetas de azur y oro perfilado,
de la hoja indiana reciba el grato olor
o el perfume de los granos de moca al sol tostados.
SRA. BARBAULD[14]
Al día siguiente de este encuentro con Higgins y con su hija, el señor Hale entró en la sala de arriba a una hora insólita. Se acercó a distintos objetos de la estancia como si fuera a examinarlos, pero Margaret se dio cuenta de que era un truco nervioso: una forma de aplazar algo que deseaba pero temía decir. Al final lo soltó:
—¡Cariño! He invitado al señor Thornton a tomar el té esta noche.
La señora Hale estaba recostada en su sillón con los ojos cerrados y la expresión dolorida que se había hecho habitual en ella últimamente. Pero al oír a su esposo se incorporó y dijo quejumbrosa:
—¡El señor Thornton! ¡Y esta noche! ¿Puede saberse para qué quiere venir aquí el hombre? Y Dixon está lavando mis muselinas y encajes, y no hay agua blanda con estos horribles vientos del este que supongo que tendremos todo el año en Milton.
—El viento está cambiando, cariño —dijo el señor Hale, mirando el humo que llegaba exactamente del este, aunque él todavía no comprendía los puntoscardinales y solía ubicarlos a discreción según las circunstancias.
—¡No me digas! —dijo la señora Hale estremeciéndose y arropándose más con la toquilla—. Pero supongo que este hombre vendrá con viento del este o del oeste.
— Eso demuestra que no has visto nunca al señor Thornton, mamá. Da la impresión de ser una persona que disfrutaría luchando con cualquier adversidad: enemigos, vientos o circunstancias. Cuanto más llueva y más viento haga, más seguros podemos estar de que vendrá. Pero voy a ayudar a Dixon. Creo que llegaré a ser una almidonadora célebre. Y no necesitará más diversión que conversar con papá. Papá, estoy deseando conocer al Pitias de tu Damón. Ya sabes que sólo lo he visto una vez y estábamos tan desconcertados sin saber de qué hablar que no nos fue demasiado bien.
—No creo que te caiga bien nunca ni te resulte agradable, Margaret. No es un seductor.
Margaret arqueó el cuello en una curva despectiva.
—No admiro particularmente a los seductores, papá. Pero el señor Thornton viene como amigo tuyo, como alguien que te aprecia...
—La única persona de Milton —dijo la señora Hale.
—Así que le daremos la bienvenida y pastas de coco. Dixon se sentirá halagada si le pedimos que las prepare. Y yo me encargaré de planchar tus gorros, mamá.
Margaret deseó muchas veces aquella mañana que el señor Thornton no fuera. Tenía previstas otras ocupaciones: una carta a Edith, un buen poema de Dante, una visita a los Higgins. Y, en su lugar, tuvo que planchar escuchando las quejas de Dixon con la esperanza de poder impedirle que acudiera con su retahíla de pesares a la señora Hale mediante un derroche de comprensión.
Margaret tuvo que recordarse de vez en cuando lo mucho que estimaba su padre al señor Thornton para aplacar la irritación del cansancio que la invadió y que le provocó uno de los fuertes dolores de cabeza a los que era propensa últimamente. Apenas podía hablar cuando se sentó al fin y le dijo a su madre que ya no era Peggy la planchadora sino Margaret Hale la dama. Intentaba con ello hacer una pequeña broma, y lamentó no haberse mordido la lengua al ver que su madre se lo tomaba en serio.
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Norte y Sur - Elizabeth Gaskell
RomanceMargaret Hale es una joven que, luego de la boda de su prima, vuelve a su querido pueblo Helstone donde pretenderá vivir una vida tranquila y sencilla. Sin embargo, un repentino problema familiar hace que deba mudarse con sus padres a la ciudad de M...