Extra 1

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Wes

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Wes

Era una noche ajetreada en Londres, como siempre lo eran las noches en la ciudad. El claxon de los automóviles llenaba las calles, luces centelleantes por doquier, personas caminando, otras entrando y saliendo de locales, vendedores ambulantes y turistas con sus cámaras y mapas. Era un ambiente cotidiano, inmerso en los sonidos ensordecedores de un entorno que jamás descansaba.

Wes se detuvo en una esquina, echando un vistazo rápido a su reloj. Llegaba tarde a su cita, y no era el tráfico o las calles concurridas lo que lo retrasaba, sino su falta de interés en asistir. Se cuestionaba su decisión de aceptar la invitación; después de todo, no había hecho ninguna promesa. Sin embargo, cuando su madre llamó, tuvo un presentimiento.

Este presentimiento era extraño para él, alguien que rara vez se dejaba guiar por corazonadas, muy escéptico al respecto, a diferencia de su tío Giles Wesley, quien creía en fuerzas inexplicables y superiores, como el destino o la buena fortuna, insistiendo en que debía tenerse un poco más de fe. Y quizás por eso, se dejó convencer de que seguir aquel presentimiento era lo correcto.

—Espero que esta noche valga la pena —murmuró para sí mismo.

Contempló el cielo oscuro y sin estrellas, soltando una exhalación lenta, esperó que el semáforo cambiara y continuó su camino.

La galería de arte, ubicada en Belgravia, a unas calles de su departamento, lo incitó a caminar. Así podría despejar su mente y prepararse para cualquier eventualidad que su madre hubiera planeado.

Al llegar y contemplar la fachada del edificio, sintió el mismo presentimiento que al recibir la invitación. Era una sensación peculiar que lo atraía e intrigaba. Parte de él quería regresar a casa, evitando la incomodidad de ser un títere para su madre, mientras otra parte quería quedarse y descubrir por qué era atraído hacia ese lugar, casi como por un hilo invisible.

—¿Señor Wesley?

Wes volvió a la realidad al escuchar su nombre. Su mirada se enfocó en el pequeño hombre frente a él: delgado, moreno, con un semblante afable. Lo reconoció de inmediato, era uno de los asistentes de su madre, Tim, si no recordaba mal, quien había estado a su lado por varios años.

—Gracias a Dios que llegó —dijo Tim, visiblemente aliviado—. Su madre estaba preocupada por su ausencia.

Wes esbozó una pequeña sonrisa, acallando el comentario sarcástico que cruzó por su mente. Sabía que Tim exageraba; su madre no estaba preocupada por él, sino por lo que su ausencia representaba. Era evidente para todos que no estaba allí por deseo propio.

El verdadero motivo era el financiamiento de una de las galerías más recientes de su madre para un proyecto de arte. Los potenciales inversionistas no solo poseían abundantes recursos económicos, sino que también provenían de familias antiguas y poderosas, entusiastas o patrocinadores de la Fórmula 1.

Este corazón mío [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora