Capítulo 4

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«Accidente: suceso imprevisto que altera la marcha normal o prevista de las cosas, especialmente el que causa daños a una persona o cosa»

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«Accidente: suceso imprevisto que altera la marcha normal o prevista de las cosas, especialmente el que causa daños a una persona o cosa».

Esta vez Jodie no aprendió el significado de memoria. La palabra «accidente» era un poco alarmante para su confort y tranquilidad. Sin embargo, el anuncio de los accidentes sí vino con su notificación de la maldición. Cada una de las mujeres Sinclair que desfilaron por su cocina habían vivido los accidentes. Ella tenía una lista infinita de los hechos que recordaba: desde caerse o quedarse dormida por las mañanas hasta fracturarse algún hueso y provocar la lluvia. El día que una Sinclair enamorada salía desprotegida de su casa, llovía.

«Accidente...». Jodie sopesó la palabra en su mente mientras se lavaba los dientes esa mañana.

—A mí me parece más un golpe de mala suerte, ¿no crees, Salem?

El gato dio un par de maullidos, pero parecía más interesado en su comida que en el bienestar de su humana.

Antes de salir de casa, Jodie comprobó que su paraguas estuviera seguro en su bolso, y que sus llaves, su billetera y su celular estuvieran a salvo. Debía estar preparada. Después de todo, su golpe de mala suerte no se había hecho esperar.

Esa misma noche que dejó a Wes, al llegar a casa se quedó puerta afuera porque había olvidado las llaves en la cafetería. Y, a la mañana siguiente, la alarma no había sonado y llegó tarde al trabajo. Y, por si fuera poco, cuando había ido a botar la basura, la funda se rompió, regando todo a sus pies.

Aun con todo el mal augurio, tres días después de su encuentro en la playa con Benjamin Wesley, seguía soñando despierta. Aquel encuentro había provocado emociones más intensas de las que alguna vez había sentido con sus antiguas parejas. Aquellos minutos habían sido más íntimos que cualquier beso o caricia que había experimentado antes; sentía que tanta felicidad no cabía en su cuerpo.

Él era diferente de como Jodie había imaginado. Había temido que fuera un idiota arrogante, pero no; Wes era agradable, divertido y gentil. Debajo de su cubierta de chico reservado, sexy e irresistible, ella vio atisbos de un hombre al que se sentía correcto querer.

Además, luego de ese primer encuentro, por fin había afrontado una decisión difícil.

Ahora estaba en los zapatos de las otras mujeres: se había enamorado, había encontrado al amor de su vida. Y aquel primer encuentro había sido tan simple y perfecto. Pero... ¿y qué más? ¿Qué sucedía ahora?, ¿iba a darles una oportunidad, aunque fuera efímera, o lo dejaría ir para no terminar llorando en la cocina de su casa como otra de las mujeres de su familia?

Jodie tenía la respuesta.

Supo qué debía hacer cuando Wes le tendió su mano en la playa. Y aceptó su decisión porque, a pesar de todo, sí creía en el amor. Creía en ese amor intenso y puro que había descubierto en las acciones y en las miradas de sus padres. Quería amar y experimentar lo que las otras mujeres habían sentido; no solo el miedo, la tristeza o el dolor, sino los momentos felices, la pasión y la sensación de sentirse completa. Jodie ya no sentía temor cuando pensaba en Wes; al contrario, sentía anhelo, emoción y curiosidad. Aun cuando comprendía y conocía el trágico final, estaba dispuesta a arriesgarse. Así que si Wes ganaba aquella carrera e iba por ella, Jodie aceptaría su invitación y dejaría que las cosas entre ellos fluyeran por sí solas; sin miedo y sin dudas. Si tenía que ser vulnerable, entonces que así fuera. Se daría una oportunidad en el amor, se la daría a ambos.

Jodie sonrió.

Poco después, una cara conocida entró por la puerta y la saludó. Ella devolvió el saludo con una gran sonrisa.

—¿Ahora eres la cajera? ¡Pero si eres muy mala con los números! —dijo en tono burlón.

Giró los ojos desde la caja, donde estaba reemplazando a Naya, otra de las cajeras que había salido a almorzar.

Su amigo, Noah Milburn, se sentó junto a la barra y dejó su cámara profesional sobre la madera. Jodie dirigió una mirada cariñosa hacia él.

Conoció a Noah cuando estaba en la escuela de cocina. Cada vez que tenían competencias o necesitaban fotos de sus platillos para revistas o menú, él se encargaba de las sesiones fotográficas. Era muy profesional con su trabajo, y su personalidad brillante y alegre había congeniado bien con la suya.

—¿Cómo te fue en la exposición?

—Fue perfecta. Había gente muy importante y a todos les gustó mi trabajo —respondió Noah con ojos emocionados—. Acabo de llegar de Londres; la galería quiso que me quedara unos días más para definir la próxima exposición.

—¿De verdad? ¡Me encantaría verla! —dijo ella.

Jodie estaba orgullosa de Noah. Sabía que él era un fotógrafo grandioso y su expertis estaba en el arte urbano.

—Pues es tu día de suerte, porque te he traído unas fotos estupendas.

Extendió su cámara y se entretuvieron así por un rato. Ada se unió poco después; ella y Noah se habían conocido por Jodie, pero se llevaban bien y ahora eran amigos.

Jodie los dejó conversar y observó el reloj en la pared. Encendió la televisión y buscó el canal de deportes; la carrera ya estaba en marcha. Su corazón se oprimió. Estaba nerviosa.

—No sabía que te gustaba la Fórmula 1...

Jodie se encogió de hombros, sin muchas explicaciones. No es que no confiara en él, pero no parecía el momento adecuado para contarle sobre la maldición de su familia y cómo Wes era parte de todo eso.

—¿Por qué están compitiendo?

—Por el Gran Premio de Australia.

Noah asintió, mirando la pantalla.

—¿Y tu favorito?

Se mordió los labios.

—Wesley —contestó Jodie, ruborizándose un poco—. Benjamin Wesley. Es el número cuarenta y dos.

—Ummm... —Noah no parecía muy interesado, y eso la hizo sonreír—. ¿Y cuántas vueltas son en total?

—Cincuenta y ocho —dijo Jodie. Ya lo había investigado en Google.

En ese momento iban por la vuelta treinta y seis y Benjamin estaba en primer lugar desde la vuelta doce. Jodie estaba muy emocionada; que él ganara significaba que volvería a verlo. Su corazón se alegró.

Noah ordenó un par de tartaletas con merengue de frutillas, y Jodie se marchó a la cocina para traerlas. No podía haber tardado más de cinco minutos; cuando regresó, Noah tenía una expresión de alerta y preocupación en su semblante. No la miraba.

—¿Qué? —preguntó Jodie casi riéndose de su expresión.

Noah no respondió. Jodie frunció el ceño y siguió su mirada; las tartaletas se le resbalaron de las manos.

Había una repetición en la televisión. Un piloto había intentado al número cuarenta y dos en una curva, pero falló, provocando una colisión entre los vehículos. Ambos carros salieron de la pista, dando vueltas en campana hasta impactarse contra la barrera del circuito. El número cuarenta y dos se incendiaba, a causa del motor, mientras los paramédicos y reporteros se reunían alrededor.

Fue como si todo sucediera en cámara lenta, y el corazón de Jodie se detuvo mientras esperaba verlo salir. Pero Wes no salió, y la angustia llenó sus ojos de lágrimas.

Su corazón se quebró.


*Gran Premio de Australia de 2018: primera carrera de la temporada 2018 de Fórmula 1.

Este corazón mío [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora