Capítulo 20

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Jodie sintió su cuerpo vibrar con necesidad y nervios

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Jodie sintió su cuerpo vibrar con necesidad y nervios. Su corazón latía con fuerza y sus manos sudaban. Aferró las sábanas mientras Wes lamía la piel detrás de su rodilla. Si alguien le hubiera dicho que aquella zona podía ser tan sensible, no le habría creído; pero lo era. Los labios de Wes dejaron una estela de fuego y calor por donde se deslizaran.

Wes descendió hacia el interior de uno de sus muslos y succionó su piel con tal fuerza que estuvo segura de que iba a dejarle una marca. Además, el roce de su mejilla rasposa contra su piel  enviaba una maravillosa corriente directo al pulso entre sus piernas y la hacía retorcerse. Wes, por otro lado, parecía muy cómodo con toda la situación.

—¿Cómo puedes ser tan paciente? —murmuró ella.

Él levantó el rostro.

—Me enseñaron a serlo —respondió—. Me entrenaron para mantener el control, pensar y actuar de forma calculada. Aunque debo decir que tú pones a prueba todo lo que sé.

—Pero...

—¿No quieres que te bese... aquí? —inquirió él, y sus dedos rozaron su humedad.

Ella se sonrojó. Las emociones bullían en su interior y se debatió entre la vergüenza y el deseo. Wes prefirió interpretar la falta de respuesta de Jodie de la forma más placentera para ambos. Volvió a introducir dos dedos en su calidez y estimuló su cuerpo hasta que estuvo tan excitada que ni siquiera pensó volver a protestar.

Entonces aplicó su boca.

Jodie se quedó sin aire. Sus pensamientos se evaporaron hasta que solo pudo concentrarse en el placer, en su boca contra su sexo sensible. Wes la besó de forma desinhibida. Su lengua lamió a través de su humedad y torturó su clítoris, con roces lentos y provocadores. Sus dedos jugaron en la entrada de su cuerpo, la tentaron y avivaron su necesidad.

Ella reaccionó de forma instintiva: arqueó su espalda y elevó sus caderas contra  la boca de Wes. Todo rastro de vergüenza la abandonó; ni siquiera intentó contener los suaves gemidos que salían de su garganta o la letanía de palabras incoherentes que brotaban de ella. Por segunda vez, estaba tan cerca del clímax y esta vez Wes no alargó su placer. Su cuerpo se tensó y no intentó pelear contra el orgasmo, solo se dejó llevar.

Jodie suspiró y descansó su cuerpo sobre las almohadas, como una masa gelatinosa y temblorosa. Su respiración aún estaba acelerada y su piel brillaba con una fina capa de sudor. Cerró los ojos y se relajó, intentando recobrar todos sus sentidos. Poco a poco reparó en que Wes seguía tocándola; su ritmo era suave y pausado, pero estaba incitándola, encendiendo su piel. Su paciencia iba a acabar con ella.

—Wes... —susurró, mirándolo con ojos entreabiertos—. Es suficiente.

Wes negó.

—No has tenido suficiente estimulación y podría lastimarte —respondió con su mirada deslizándose sobre ella—. Una vez más.

Este corazón mío [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora