Capítulo 3

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Jodie miró a Benjamin Wesley hasta que estuvo segura de que no era una ilusión

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Jodie miró a Benjamin Wesley hasta que estuvo segura de que no era una ilusión. Su mirada estudió su rostro oculto bajo su gorra negra y se deslizó por su cuerpo. Él vestía ropa sencilla: unos jeans y un suéter negro con mangas largas, que le sentaba muy bien a sus brazos.

«¡Estás aquí, y no es un sueño! Aunque si lo fuera, sería uno muy hermoso».

Su inspección se vio interrumpida cuando Darth Vader se lanzó sobre ella y le lamió el rostro con su larga lengua y su aliento a chocolate. Jodie rio y decidió pensar en el gesto como una disculpa por el cupcake. Estaba acariciándole la cabeza cuando él jaló la correa hacia atrás, apartando a su mascota del desastre de los restos de cupcake.

—¡Quieto, Darth! —lo regañó y el perro se sentó obediente a su lado, dándole la oportunidad de encontrar sus miradas—. De verdad, lo siento. Eso fue muy inapropiado. ¿Te ibas a comer ese dulce?

Jodie enmudeció, azorada. Eran muchas palabras para procesar, sobre todo cuando era la primera vez que escuchaba su voz tan cerca, y el efecto produjo que su piel se erizara. Benjamin Wesley tenía una voz perfecta; grave, profunda, un poco ruda, pero sincera. Sí, era perfecta.

Cuando los segundos se alargaron, Jodie tuvo que reunir todo su valor para destrabar el nudo en su garganta y responder:

—Pues... Sí, iba a comérmelo, y... —Desvió la mirada cuando no pudo mirarlo a la cara por más tiempo—. De hecho, era mi postre del día.

—¿En serio?

Asintió con una débil mueca mientras centraba su atención en su oreja, que también era linda.

—¡Maldición!, ¡eso me hace sentir aún peor! —Él tocó la punta de su gorra y le dio la vuelta, en un gesto casi impaciente—. Déjame pagarlo, por favor. Es en lo único que puedo pensar después de ver tan atroz acto de Darth Vader.

Jodie se rio, no pudo evitarlo. Todo eso parecía tan... bizarro y casi ridículo. Por lo menos él también encontraba todo gracioso y esbozó una pequeña sonrisa mientras sacaba una billetera de sus jeans. Cuando le ofreció un billete de veinte libras, casi se levantó de un salto de la arena.

—¡Dios, no! ¡No es necesario! Lo hice yo misma, así que está bien. No me debes nada.

—¿Estás segura? Porque me gustaría recordarte que mi perro se comió tu postre y luego te atacó a lametazos.

Jodie se encogió de hombros y asintió.

—Estoy bien. Hablo en serio. Me sentiría más ofendida si intentaras pagarme.

Él le sostuvo la mirada por unos segundos que se sintieron eternos. Al final, él se rindió.

—Es la primera vez que alguien me rechaza veinte libras. —Mostró otra sonrisa y volvió a guardar su billetera—. Eso es una buena primera impresión. Déjame ayudarte.

Este corazón mío [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora