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Lali

Los flashes se lanzan en mi dirección de manera rápida, como molestos relámpagos que me impiden ver mi camino.

Cuatro guardias de seguridad me rodean abriéndome paso entre la multitud de periodistas que se concentran en disparar los flashes de sus cámaras tan rápido como pueden para obtener cualquier fotografía, no consigo entender casi nada de las preguntas que tiran para mí, consigo entender un par de "noche loca" y "de nuevo en la portada" antes de lograr escabullirme al interior del edificio del Music Resort, la disquera y compañía que me respaldaba.

—Oh, son tan molestos —me quejo quitándome las gafas oscuras. Una chica se acerca y le entrego mi bolso y gafas antes de caminar con rapidez hacia el interior del edificio, escondiéndome de la atención de la prensa.

—Llegas tarde —Eugenia, mi asistenta y amiga me recuerda apenas me intercepta en el pasillo—. Marcus está furioso.

—Eso ya no es extraño — me tomo el cabello formando una coleta alta y la sujeto con la liga fosforescente que mamá me había dado esta mañana al salir.

—Lali, esto es serio —insiste ella mientras me entrega un vaso de café y revisa algo en el cuaderno que tiene en las manos—. Es sobre la revista...

—Sí, sé que de hablas —un suspiro pesado brota de mis labios mientras cierro los ojos por una fracción de tiempo—. Y no es tan importante como parece.

Euge coloca un gesto extraño en el rostro, cuando nos adentramos al elevador, pulsa el botón del tercer piso y apenas nos hemos movido cuando lo detiene.

—¿Qué haces? Voy tarde.

—Lali te digo esto como tu amiga, y no como tu asistenta —dice girando por completo hacia mí.

Fijo los ojos en ella, luce preocupada, aunque no entiendo el porqué. Sí, de nuevo mi imagen salió en una portada, no, no fue para elogiar mi voz o mis logros, claramente.

Icons, la revista de música principal, me catalogó como la artista femenina más rebelde del último año, una imagen mía saliendo de una fiesta de una de mis mejores amigas es la portada, no luzco precisamente bien, pero tampoco es una tragedia.

Tenía imágenes peores.

—Esto es malo —dice, sus cejas se fruncen quitándole el gesto amable que la caracteriza—. Realmente malo.

—¿Qué hay de diferente esta vez? —inquiero. Mi amiga suspira, se aparta cruzando las manos sobre el pecho y presiona el botón para continuar con nuestra subida—Euge...

—Marcus, eso hay de diferente —informa—. Está furioso y Scott también.

Scott Benson, director de la disquera que me respaldaba pocas veces solía meterse en mis asuntos, quien siempre estaba detrás es Marcus Dickens, mi representante y casi amigo.

Echo la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos en el momento justo en el que las puertas de metal se abren.

La bonita oficina me recibe, Euge y yo compartimos una mirada antes de salir. Tomo una inhalación, poniéndome erguida en toda mi altura mientras continúo con mi camino, como si no supiera que lo que me espera al cruzar las puertas de cristal, es un sermón asegurado.

Camino por el elegante y limpio pasillo, varias fotos mías cuelgan de las paredes, posters de los conciertos más importantes decoran las salas de conferencias, los álbumes con mejores ventas están en una pared al final del pasillo y tengo que retener las ganas de ir hacia la puerta con mi nombre escrito en letras rojas y esconderme en mi pequeño pero reconfortante estudio.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora