27

123 5 0
                                    

Lali.

Él está aquí, su mirada me recorre mientras sus ojos adquieren un brillo especial. Ese que está ahí cada que me mira.

Mi corazón da un vuelco tan furioso que duele, por breves instantes solo dejo de respirar porque él está aquí.

Está aquí y he escuchado cada una de sus palabras. He escuchado la manera en la que ha dicho que me ama, que soy la mujer de su vida, he escuchado la manera en la que aseguró que nunca quiso hacerme daño.

Pero lo hizo.

Me rompió el corazón y me siento tan enojada de que se atreva a presentarse aquí, como si no me hubiese lastimado de la peor manera que pudo hacer.

—La...—su voz brota en un sonido torturado. Pero me obligo a aparentar que no importa.

—No debes estar aquí, Peter —mascullo con frialdad.

—Lali...—la voz de papá se escucha, pero no presto atención a lo que tiene por decir, giro sobre mis talones y me encamino hacia las escaleras, dispuesta a encerrarme en mi habitación.

Estoy en el primer escalón cuando una cálida mano se envuelve alrededor de mi muñeca. Me detengo, mi corazón da un giro furioso y tengo que cerrar los ojos con fuerza repitiéndome que no puedo perder el control.

—Estrellita, por favor...

—No te atrevas a llamarme de esa manera otra vez —exijo con brusquedad —no quiero que me vuelvas a llamar de esa forma jamás.

Una mirada de dolor es lanzada en mi dirección, pero no me importa, porque yo también lo vi de esa manera aquella noche y a él no le importó.

—¿Podemos hablar un segundo? —pide —no te quitaré demasiado tiempo.

—No quiero hablar contigo, tú y yo no tenemos nada de qué hablar —espeto librándome de su agarre.

Me llama una vez más mientras subo los escalones con rapidez, escucho las voces detrás de mí y un "lo siento, señor Esposito" antes de adentrarme a mi habitación.

No he conseguido cerrar la puerta cuando el cuerpo de Peter impide que cierre, desliza la mano por la abertura y empuja la madera haciéndome retroceder.

—¿Qué crees que haces? —inquiero con molestia —no tienes derecho de venir a mi casa y actuar como si fuese tuya.

—Tengo que hablar contigo.

—Y yo ya he dicho que no tenemos...

—Fui un puto cobarde, Lali —interrumpe con desesperación —un cobarde que no se atrevió a ver que había más soluciones de las que siquiera pensé. Pero estaba asustado, estaba tan ansioso por lo que estaba ocurriendo que no consideré nada más que tu bienestar.

Mi cuerpo se tensa y me alejo de él cuando intenta acercarse.

—Nunca quise lastimarte, yo...yo quería ir a la cena, pero si lo hacía ella publicaría el contrato así que solo pensé que no debería de ir. Y lo siento tanto, Lali, me he arrepentido cada segundo desde esa noche. Me siento como la mierda y te echo tanto de menos.

—Esta vez no vas a convencerte con tus palabras bonitas —aseguro —ya no puedo creerte. No cuando hiciste promesas y no te molestaste en cumplirlas.

—Lali...

—Te supliqué que no me apartaras —un pinchazo doloroso me atraviesa el corazón. La visión se vuelve borrosa y los ojos me arden por las lágrimas —te dije que me estabas rompiendo el corazón y no te importó, Peter. Nada de eso te importó.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora