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Lali.

—No sé mucho de hockey, pero creo que ha sido una falta —dice papá mientras observamos a Peter incorporarse.

El arbitro confirma las palabras de papá y solo puedo sentirme aliviada cuando Peter gira y su mirada se posa en mí.

Algo en mi parece haber vuelto a la vida desde el día anterior, luego de verlo al finalizar el concierto. Cantar esa canción significó todo un reto, y mis representantes casi quisieron asesinarme, pero valió la pena.

Claro que valió.

—Debes controlar esos nervios —se burla papá mientras observamos el partido continuar.

—No creo nunca poder controlarlos —objeto mientras mantengo la mirada fija en Peter —esos golpes me preocupan, son demasiado...fuertes.

—Los deportes son así —se encoje de hombros —¿Cierto Jorge?

—Así es señor —responde mi guardia —la señorita Esposito debería acostumbrarse —bromea.

No me molesto en responderles, mantengo la atención fija en Peter mientras se desliza por el hielo con habilidad. Ubico a Hunter Carson, él mantiene una sonrisa satisfecha en el rostro mientras observa a Peter y mi estomago se retuerce con emoción, tal vez Peter está más cerca del fichaje de lo que siquiera imagina.

—¡Ahí va! —grita papá incorporándose cuando Peter pretende ir por el disco. Mi cuerpo se tensa al mirar la velocidad con la que se desliza, esquivando con agilidad, dispuesto a atacar.

El otro chico hace un pase y todo ocurre tan rápido, un jadeo colectivo brota cuando un quejido particularmente fuerte brota de Peter.

Creo que mi corazón se ha detenido por un microsegundo, me congelo mirando a Peter tambalearse, y luego caer sobre el hielo.

—Papá...—mi voz brota aterrada —papá... ¿por qué no se levanta?

El terror me consume cuando sus compañeros patinan hacia él, reconozco el número de Agustín arrodillándose junto al cuerpo inmóvil de su amigo.

Olvido las indicaciones de Jorge y de mi padre y corro hacia abajo.

—¡Lali! —gritan detrás de mí, pero no me detengo, no paro hasta que estoy en la entrada de la cancha y unos brazos fuertes se envuelven a mi alrededor impidiéndome continuar.

—No —es la voz de Frank —no puedes entrar....

—No se levanta —mi voz brota aterrada —¿Por qué no se levanta?

—Peter, hey...amigo —reconozco la voz de Agustín hablando —Maldición... ¡fue golpe con el disco!

Los murmullos se hacen más fuertes, y me siento aturdida, aterrada. Tan asustada como nunca antes en mi vida.

Varios paramédicos cruzan arrastrando una camilla con ellos, alguien me habla y reconozco la voz de mi padre a mi costado. Pero no puedo escucharlo, no puedo prestar atención a nada más que no sea el chico al que suben a la camilla, inconsciente.

Caminan con rapidez, les toma cerca de cinco minutos salir del hielo y cuando lo hacen, corro hasta Peter. Le han quitado el casco y colocado un collar para sostener su cuello, la sangre se desliza por su frente en donde una abertura impresionante se deja ver.

—Peter...—mi voz brota en un sonido de pánico.

Jorge intenta detenerme, pero me libero de su agarre con brusquedad, es como si mi mente de pronto hubiese entrado en una especie de trance, siguiendo a los paramédicos como un movimiento automático.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora