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Lali.

Me siento nerviosa, mucho más que cuando estoy por subir a un concierto, mucho más que cuando me presenté delante un público por primera vez.

—No puede ser tan malo —dice Euge mientras camina con rapidez a mi lado—. Probablemente...

—Va a ser el infierno —la interrumpo sin apartar la mirada del frente—. Todo por esa maldita fotografía.

—Intenté avisarte —continúa—. Pero al parecer apagaste el celular.

No respondo, continúo con mi camino sintiendo el golpetear de mi corazón hacerse cada vez más fuerte conforme elimino la distancia. Reconozco la puerta de la sala de juntas, y cuando consigo mirar a través del cristal, me detengo.

Mi padre está ahí.

—Oh, es malo —digo en un hilo de voz—. Realmente malo.

Puedo mirar la silueta de mi padre por el cristal, mantiene las manos cruzadas sobre el pecho mientras observa con seriedad a los hombres frente a él. Me obligo a reaccionar, retomando el camino hacia la sala de juntas en donde parecía estar a punto de firmarse mi sentencia de muerte.

—Lali —papá voltea tan pronto Scott pronuncia mi nombre. Me adentro a la sala armándome de valentía para avanzar. —Agradecemos tu puntualidad.

—No planeaba faltar —respondo intentando sonar firme.

Scott se aparta las gafas, se pellizca el puente de la nariz y suspira. No aparto la mirada de él y solo consigo hacerlo cuando siendo una mano colocarse en mi espalda.

Papá me sonríe, su gesto cálido me regresa tan solo un poco de mi valentía porque sé que, si él está aquí, va a defenderme, no dejará que Scott o Marcus me obliguen a algo que no deseo hacer.

—¿Qué tan malo es esta vez? —me atrevo a preguntar.

—Es tan malo como para obligarnos a buscar una solución que aplaque de una vez por todas, todo lo que se dice sobre ti —Marcus se planta con firmeza frente a nosotros—. Tan malo como para decir que cumpliremos todas nuestras advertencias.

—Sí, olvida esa mierda de las amenazas —advierte papá sin apartar la mano de mi espalda.

—Rodolfo, con el respeto que te mereces, si estás aquí es solo porque en mi contrato estipulas que todas las decisiones respecto a Lali deben ser informadas antes de llevarlas a cabo —Scott se cruza de brazos—. Pero tu hija ha sobrepasado el límite, y debemos apagar el fuego antes de que consuma todo.

Papá aparta la mano de mi espalda, los cruza sobre su pecho mientras eleva el mentón.

—¿Y ya han encontrado esa solución? —inquiere.

—Lo hicimos, es algo que llevamos pensando desde hace meses, no queríamos llegar a esto, pero es nuestro último recurso.

—¿Y bien? —ambos me miran cuando hablo— ¿De qué se trata?

Marcus camina hasta tomar la carpeta que descansa a un costado, la abre examinando el interior antes de deslizarla por el cristal de la mesa para hacérnosla llegar.

Papá es el primero en tomar la carpeta, espero que sea él quien lea primero, me mantengo a su costado mirando como de pronto, todo su cuerpo se pone rígido. El músculo de su mandíbula se tensa y sus fosas nasales se expanden por la molestia.

—Un contrato —dice y mi espalda se pone rígida.

Papa luce más tenso a cada segundo, el tema de los contratos es algo con lo que no está del todo cómodo. Recuerdo los cientos de revisiones que le hizo a mis contratos con las disqueras y que siempre se preocupaba porque Bill, su abogado de confianza, y alguien más ya sea mamá, el mismo, o alguien lo suficientemente cercano estuviese presente en las reuniones.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora