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Lali

Hace cinco meses que Peter y yo estamos "saliendo", cinco meses en donde hemos creado una especie de relación agradable, cinco meses en donde trataba de convencerme a mi misma de que todo lo que Peter hacía, no es más que por deber.

Pero es complicado cuando aparece con café luego de mis ensayos, cuando se ha memorizado mis horarios en la disquera y cuando grita a todo pulmón en los conciertos en los que ha estado.

Es complicado cuando lo miro jugar con Valentin a los videojuegos, o cuando lo vi fallidamente intentar tocar la guitarra eléctrica de mi hermano. Es jodidamente complicado, cuando llega con tartas de fresa para mamá, o tiene conversaciones interesantes con papá.

Incluso con mis abuelos, cuando vinieron de visita de Nueva York pareció interesado en convivir.

Me repetía constantemente que es su trabajo, que solamente quiere que todo el mundo piense que somos la pareja enamorada, la imagen que deseamos vender, pero una parte de mí, desea que Peter hiciera todo eso por simple más que deber.

—¡Excelente! —Marcus me recibe con una sonrisa—. Esa es mi super estrella.

Sonrío con entusiasmo, limpiándome el rostro con la toalla que Euge me entrega.

—¿Estuvo bien?

—Estuvo más que bien, Lali —dice—. Estuviste sensacional, mejor de lo que alguna vez te he visto.

Sonrío un poco más, sintiéndome orgullosa del resultado. Llevábamos dos semanas de una corta gira por varios estados cerca de Maryland. Esta noche me presenté en Pensilvania, y en unos días viajaríamos a Delaware para el último concierto antes de volver a casa.

Nos tomaría cerca de dos semanas más volver, y eso comenzaba a pasarme factura. Echo de menos a Peter, y la sensación de extrañarlo no me gusta nada. A pesar de que hemos hablado, hacemos video llamadas cada noche y hablamos un par de horas por día, parece no ser suficiente.

Y eso me agobia. Porque no debería echarlo de menos, no debería estarlo extrañando. Pero, ¿Cómo no echar de menos al chico con el que he convivido casi todos los días durante los últimos cinco meses?

—Ve a tu camerino para tomar una ducha —ordena Marcus con una sonrisa—. En media hora tu auto te estará esperando para llevarte al hotel, tu padre irá pronto contigo.

—Bien, gracias —le sonrío una última vez antes de entregarle mi guitarra y caminar hacia el pasillo que me conducirá hacia mi camerino.

Me siento aliviado cuando la habitación me brinda un poco de privacidad, me quito la chamarra con lentejuelas y miro mi reflejo, el top se ha pegado más a mi cuerpo por el sudor, el corto short brilla con el reflejo de la luz y mis pies se sienten agradecidos cuando los libero de las botas de tacón alto.

Tomo un algodón con un poco de desmaquillante y elimino el maquillaje de mi rostro. Cuando está lo suficientemente limpio me encamino al baño para poder tomar mi necesaria ducha.

Normalmente me gustaba tomar mi tiempo, disfrutar de la sensación del agua contra mi cuerpo, pero ahora sé que no cuento con tantos minutos como me gustaría, así que cuando he pasado más tiempo del debido debajo de la regadera, salgo.

Euge ya ha dejado mi cambio de ropa, unos pantalones deportivos en color negro y una blusa básica en color blanco. Mi amiga entra cuando ya me he cambiado, trae consigo mi celular y sonríe con diversión.

—Tu chico te ha llamado más veces de las que puedo contar —dice—. Será mejor que le regreses un par.

—Lo haré —aseguro.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora