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Lali.

La falsa relación entre Peter y yo continuó sin inconvenientes. Hicimos exactamente lo que él dijo aquella tarde en la sala abandonada: Formalizamos nuestra relación.

Hace un mes que ante todo el mundo Peter Lanzani y yo estamos saliendo de manera oficial.

Un mes desde que Peter nos tomó esa bonita fotografía y las subió a sus redes sociales diciendo lo "mucho que me quería" y "lo feliz que estaba" de poder decirle a todos que al fin habíamos tomado la decisión de formalizar.

La prensa se volvió un poco loca, fui testigo del estallido de las redes sociales de Peter, como sus números crecieron y lo impresionado que él parecía con eso. Ha sido un mes intenso, treinta días en donde que querido asesinarlo más veces de las que me gustaría, pero nada que no pudiera manejar.

A pesar de todo, intentamos llevar la fiesta en paz. Ninguno faltó a nuestras citas en los habituales cafés, y Peter pareció satisfecho de hablarme del hockey tanto como era necesario saber.

Los flashes lanzados hacia mí me hacen parpadear, sacándome de manera abrupta del mar de pensamientos en el que he me sumergido durante los últimos minutos. El par de fotógrafos lanzan indicaciones que me aseguro de seguir mientras ruego porque esto acabe pronto.

Detestaba las sesiones de fotografía, recuero que solía amarlas. Me encantaba tener la atención sobre mí todo el tiempo y como le solía insistir a papá para que me dejara participar en aquellas en donde él aparecía, sin embargo, con el paso me di cuenta de que eso que me parecía tan cool, no lo es en lo absoluto.

Pasar horas posando y recibiendo las luces de las cámaras, no es divertido en lo más mínimo. La tela del vestido me pica la piel, apenas y puedo moverme, pero me las arreglo para lucir tan malditamente sonriente a la cámara.

—Y esta es la última —dice el encargado de la sesión, me siento aliviada cuando me permiten bajar de la plataforma en la que me encuentro. Apenas bajo los estilistas y encargados de vestuario me rodean, siento mi pecho expandirse cuando me liberan del ajustado vestido y tomo toma inhalación lo suficientemente larga como para llenar mis pulmones de oxígeno.

Me coloco la bata y libero a mis pies de los molestos tacones, Euge con la agenda electrónica recordándome los pendientes para los próximos días.

—¿Dos entrevistas en vivo? —inquiero con algo de pesar—. Marcus sabe que las detesto, esos idiotas que se hacen llamar presentadores no hacen más que ser entrometidos en las vidas privadas.

—Por algo son presentadores de programas —ambas volteamos cuando una voz masculina se escucha. Una sonrisa se extiende por mis labios cuando reconozco a Peter—. Hola estrella.

—Hola, niño bonito —se acerca, por unos instantes no espero lo que hace. Su mano se posiciona en mi espalda baja y luego me atrae a su cuerpo, sus labios se encuentran con los míos en una fracción de tiempo, mi estómago se contrae con fuerza cuando él se aparta y me recibe con una sonrisa encantadora.

—Bueno, regreso después —dice Euge mirándome con diversión. Le respondo con una sonrisa, Peter esconde las manos en los bolsillos de su chamarra y se aparta unos pasos.

—No esperaba verte por aquí —su mirada se desliza por mi cuerpo, me siento un tanto cohibida porque simplemente llevo la tela seda rosa, y la abertura del escote que deja es demasiado reveladora. —Mis ojos están arriba.

Él parpadea, eleva la mirada y sonríe un poco más.

—Creí que sería buena idea venir a verte y preguntar si quieres salir a almorzar —dice.

—Hoy es miércoles.

—¿Y eso qué? —cruza los brazos sobre su pecho—. ¿Tienes compromisos?

—De hecho, no —me balanceo sobre mis pies —si me esperas un segundo, iré a cambiarme.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora