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Lali.

Marcus se tomó en serio el hecho de arreglar el "desastre" que yo había ocasionado.

Me hundo en el asiento intentando aparentar que estoy interesada en lo que el grupo de personas alrededor de la mesa dicen.

—Debemos de hacer algo —Scott se quita las gafas de montura negra que suele llevar y se talla las sienes—. A este paso nadie querrá que Lali se presente en sus programas, o que hagan colaboraciones.

—Tyler Robinson canceló la última colaboración —no me pasa desapercibida la mirada de reproche de Marcus cuando habla—. Su representante dice que Lali no le dará buena audiencia.

—Por favor —resoplo con molestia—. Si la audiencia la tendría por mí.

—Probablemente, pero creo que nadie quiere recibir mensajes nada agradables en un video musical —señala Robie, mi productor—. Y con lo que ha pasado en las últimas semanas, no quiere arriesgarse.

Marcus y Scott comparten una mirada. Ambos han estado demasiado misteriosos últimamente, los he descubierto hablando entre ellos, conversaciones que se cortan apenas me ven aparecer.

—Encontraremos a alguien más —expreso encogiéndome de hombros—. Tina Brown quería una, ¿lo olvidan?

—Lali no comenzaremos a aceptar colaboraciones desesperadas —reprende Scott—. Aún podemos arreglarlo. Pero necesitamos que estés lo más alejada de...

—Oh, de nuevo con lo mismo —lo interrumpo—. Lo he hecho, no les he dado problemas últimamente.

—Perdónanos por no confiar en ti, pero es cuestión de tiempo —dice Marcus—. Así que no, debemos pensar en una solución factible y duradera, algo que corrija tu imagen.

—¿Corregir mi imagen?

—Que te haga parecer la chica buena otra vez.

Resoplo con más fuerza.

—Si quieres regresarme a la época en la que tenía diecisiete y era la dulce adolescente interpretando temas de amor, olvídalo. Crecí, Marcus, la gente debe entender eso.

Ellos comparten una mirada.

—Lali, ¿podrías dejar de ser tan malditamente testaruda? —inquiere Scott—. ¿Tenemos que recordarte que tienes un contrato con nosotros? ¿Lo has olvidado?

La molestia vuelve a mi cuerpo.

—Debes hacer lo que consideremos mejor para ti, y hemos sigo tan flexibles con todo lo que haces, respetamos tu vida privada, no nos metemos en asuntos familiares, pero debemos obtener algo de ti, y parece que no estás dispuesta a ayudarnos.

—Hago lo que piden —mascullo—. Reducir salidas, rechazar invitaciones...

—Pero respondes de forma grosera a la prensa, sigues haciendo las mismas cosas que perjudican a tu imagen, ¿o recuerdas que tuvimos que controlar tus redes sociales porque comenzaban a salirse de control?

Mis manos se cierran en puños sobre la tela de mi pantalón. Siendo las uñas clavarse en mis palmas, porque estos hombres parecía que solamente se fijaban en las cosas malas que hacía.

¿Qué hay de los millones que les he hecho ganar? ¿De los millones de copias que vendí el año pasado?

—Buscaremos una solución —afirma colocándose de nuevo las gafas—. Y es probable que no te guste, pero tendrás que ayudarnos.

—¿A caso tengo otra opción? —él sonríe.

—Puedes irte, Lali.

Me incorporo, no me molesto en despedirme de ninguno mientras abandono la sala de reuniones, cuando llego al pasillo Euge ya me espera con mi habitual café frío.

365 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora