CAPÍTULO 11 - POR: Isabella Johnson.

122 16 0
                                    

Más tarde los hombres se ponen a hablar de negocios, y mamá, Jess y yo, nos entretenemos viendo fotografías de arreglos florales, centros de mesa, y mantelería que fueron a ver hoy ellos.

—Estas, ¡están lindísimas! —nos cuenta señalando unas rosas blancas con listones dorados—. ¡Y huelen de maravilla!

A mi amiga se le nota la felicidad, a pesar de que hubo un tiempo en el que terminaron con Erick, y que él se dedicó a andar de don Juan, no dejaron de ser amigos, y para sorpresa de todos, un día nos dieron la noticia de que habían vuelto, y de eso ya hace más de un año.

Cuando ya son pasadas las seis de la tarde, nos despedimos de mi familia, logro regresar con Alexander a Seattle, gracias a que tengo una presentación de proyecto mañana en el Estudio, sino porque me hubiese tocado quedarme.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto cuando ya vamos lejos de casa.

—¡Sobreviví! —Responde riendo, y tomando mi mano—. No fue tan difícil, están igual de locos que mi familia —asegura divertido—. ¡Tía cosa!, ¡no me dijeron quién es! —me cuestiona.

Me pongo a reír y recuerdo a la tía Regina que es un amor.

—Es la hermana mayor de papá, no le gusta cortarse el cabello y siempre lo utiliza recogido en un moño, pero cuando recién se lo lava lo anda suelto y le llega a media pierna —le cuento

—¡Será interesante conocerla!, ¿no estarás intentando imitarla? —me pregunta, acariciando un mechón de mi cabello que casi me llega a la cintura.

—No, mi máximo es la cintura, pero prefiero que baje solo un poco de la línea del sostén —le cuento, inspeccionando las puntas y considerando que ya casi me toca corte—. ¿En serio hay un largo en Blacks? —le pregunto divertida.

—¡Es un chico de contabilidad!, muy buen colaborador por cierto.

—¿Es más alto que tú?

—¡Como veinte o treinta centímetros!

—Wow, ¡mide más de dos metros!

—Creería que sí y es bien delgado —me cuenta.

Llegamos a mi apartamento y sube conmigo, y aprovechando que Rose no está nos ponemos a ver una película, aunque en realidad solo es una excusa para acurrucarnos juntitos en el sofá.

—¿En serio no quieres casarte conmigo? —pregunta distraídamente, mientras acaricia mi brazo, me siento de inmediato y lo observo, su semblante es melancólico.

—¡No dije eso! —me defiendo.

—Te escuché claramente.

—No sería correcto que lo hagamos tan pronto, apenas tenemos tres meses de estar saliendo y aun nos estamos conociendo.

—¿Necesitas conocerme más?, dime, ¿qué quieres saber? —Pregunta viéndome con intensidad—. Voy a contarte lo que quieras, solo debes pedirlo.

—No sabría decirte algo específico que quiera saber, me gusta irte conociendo de a poco, solo te pido que esperemos un poco para dar ese paso.

—¿No estas segura de lo que sientes por mí? —pregunta sin cambiar semblante

—¡Por supuesto que sí!, como, duermo y respiro pensando en ti, pero antes de casarnos quiero lograr ciertas cosas por mis propios medios.

—¿Cómo por ejemplo? —quiere saber acariciando mi mano.

—Terminar la maestría y ¡hacerme un nombre profesionalmente!

—Eso último no es cuestión tan fácil, y podría llevarte un tiempo.

—Estoy consciente de eso, y por lo mismo trabajo duro en cada proyecto que me encomiendan, si nos casamos antes de lograr mis metas, no faltará quien diga que me hice un nombre a tu costa, ¡y eso no me gustaría! —le confieso.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRUCO O CASUALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora