CAPÍTULO 33 - POR: Alexander Black.

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—Todo mundo me está culpando de destrozar tu relación con ella, ¡como si me hubiese metido entre ustedes a propósito! —se lamenta cubriéndose los ojos.

Voy nuevamente hacia el sofá y me siento frente a ella, y aunque trato de entender cómo se siente no puedo consolarla, ¡al menos ella no puso ninguna relación en riesgo con toda esta mierda!, de la nada comienza a decir.

—Ya sabes que me gusta darle de que hablar a mi abuelo, pero esta situación traspasó los límites, y está que se lo llevan los demonios conmigo, ¡no quiere ni verme!, ni siquiera ha querido escucharme para que le explique —me cuenta sin levantar el rostro.

—Sé que tampoco lo has pasado bien, y créeme que quisiera estar aquí para consolarte, pero en este momento solo te puedo garantizar que la mujer esa, va a tener su merecido por todo el daño que te ocasionó a ti y a Isabella —me comprometo.

—Me siento avergonzada, he recibido tantos comentarios negativos, que tuve que desactivar las redes sociales, ¡Isabella en verdad me gusta para ti! —Asegura mirándome, sus ojos están llenos de lágrimas—. Siempre hemos sido inseparables como amigos, ¡jamás haría nada que te hiciera daño!

No le respondo, pero sé que dice la verdad, siempre hemos sido buenos amigos desde que éramos niños, incluso estudiamos en la misma universidad, ella conoció a todas mis novias y yo conocí a sus novios; y nunca hubo malicia entre nosotros, como para propiciar algo más que amistad.

—Por cierto, ¿te bajo la regla? —le pregunto rogando que diga que sí.

Ella abre mucho los ojos provocando que se le vean inmensos, y se pone pálida de inmediato.

—¿Qué fecha es? —me pregunta, parpadeando varias veces y buscando su móvil.

—Veintinueve.

—Tenía que venirme hace cinco días —me responde.

Revisa en el teléfono y luego desconsolada lo pone a un lado y sube los pies en el sofá, a continuación esconde el rostro entre sus rodillas y rompe a llorar.

Y por primera vez desde que tengo uso de razón sé lo que es tener miedo, es como si la sangre huyera de mis venas, y soy consciente de que si Eliana está embarazada perderé para siempre a Isabella, ¡Ella no me perdonará nunca!

«Tenemos que salir de dudas y consultar con la doctora», me digo agarrando el teléfono y marcándole a Lucía para que cuadre todo, y sin esperar que termine el saludo, con voz ronca por la preocupación, le pido.

—Lucía, llama a la doctora Linares y dile que la espero en mi apartamento en una hora, pídele que lleve un kit para hacer una prueba de embarazo.

—En seguida contacto a la doctora señor Black, —me responde mi eficiente secretaria sin demostrar si mi petición la sorprendió, cuelgo la llamada y de inmediato me vuelvo hacia Eliana.

—Vamos, ¡tienes que pasar consulta con la doctora, solo así saldremos de dudas!

—¡No es necesario que me vea ninguna doctora Alexander! —Me responde levantándose del sofá—. ¡Tú no entiendes!, ¡no puedo estar embarazada!, ¡no de ti!, tú eres solo mi amigo y estaba dispuesta a intentar olvidar todo esto, y que continuáramos siéndolo, ¡en caso de que Isabella te lo permitiera! —concluye.

—Tenemos que salir de dudas, ¡Nada hacemos con torturarnos sacando conclusiones precipitadas!, vamos, recoge tus cosas —le pido, exasperado de que de las cosas por hecho cuando aún tenemos una esperanza.

—¡No Alexander! —se queja comenzando a llorar—. Tú estás enamorado de otra mujer y si tenemos un hijo será una enorme carga para ti, ¡yo no quería eso para mis hijos!, quería que vivieran algo diferente a lo que a mí me tocó vivir —se lamenta.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRUCO O CASUALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora