CAPÍTULO 47 - POR: Alexander Black.

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—Y me lo dices hasta ahora —le pregunto.

—¡Estabas ocupado! —me responde con sarcasmo—. Ahora ve con el doctor y hazle caso, te necesito al mil para que puedas tomar un vuelo mañana.

—¿Pero vas a ir conmigo? —le pregunto.

—Sí amor, ¡no te preocupes! —me dice burlándose.

—¡Idiota! —le respondo yendo con el doctor.

El resto del día me suministran el suero y duermo sin mayor inconveniente, el siguiente día continúo durmiendo y al tercer día me despierta mi enfermero Damon, que al parecer no regresó a casa.

—Ya va siendo hora de que te levantes y veas la luz del día, ¡bella durmiente! —me dice burlándose.

—¿Qué hora es? —le pregunto desorientado pero sintiéndome mejor.

—Las seis de la mañana pero quiero que vayamos a la oficina, a lo mejor quieras que almorcemos con mamá, ¡vamos a salir ahora en la noche para Sao paulo!

—¡Qué bien armada me tienes la agenda!, recuérdame que si Lucí renuncia te dé su plaza —bromeo con él, definitivamente lo que sea que me hayan puesto hizo efecto, me siento mucho mejor

—También puedo ser tu enfermero si quieres, ya me fijé como ponen el suero, ¡no cuesta meter la aguja en la vena! —me ofrece haciendo señas con sus dedos, de que se está insertando una aguja.

—¡No gracias!, prefiero que me lo ponga el doctor, aunque creo que ya no necesito, ¿o sí?

—No al menos que vuelvas a agarrar avión, pero espero que no lo hagas porque podrías convertirte en un alcohólico, ¡y ya sabes que eso nunca termina bien!

—No voy a convertirme en uno, tú lo dijiste, tengo responsabilidades que cumplir, para que tú dejes de estar tan ocupado —le digo levantándome.

—Gracias, ¡Marian te lo va a agradecer!

—Gracias a ti por continuar cubriendo mi espalda —le digo con sinceridad.

—Dicen que ese es un trabajo eterno que tenemos los hermanos mayores, solo no la sigas regando que en una de esas te voy a complacer, ¡y terminaré por bajarte los dientes!

—Tengo para decir en mi defensa, ¡que estaba ebrio! —me defiendo viendo lo hermoso que pinta el día, tal como le gustaban a Isabella cuando estábamos aquí—. Eliana quiere que nos casemos, dice que se lo está exigiendo su abuelo —le cuento.

—¿Y qué piensas hacer?, en eso no puedo ayudarte, te ofrecería casarme con ella, ¡pero me mataría Marian! —comenta intentando bajarle hierro al asunto.

—Nunca te lo pediría, es algo que tengo que hacer, pero eso significará perder para siempre cualquier posibilidad con Isabella, no va a perdonarme que me case con otra.

—Te jodiste la vida, ¡bien sin gracia!, aprecio mucho a Eliana pero todo esto me parece sub real, Marian no se traga del todo ese cuento de que les tendieron una trampa, ella cree que fue Eliana.

—También lo pensé pero no tiene sentido, la tipa esa está presa, no admitiría los cargos por cubrir a quien creía que andaba con su marido.

—¡Eso es lo que salva a Eliana!

—A mí no me sirve de nada, ¡terminé perdiendo a la única mujer que he amado!

—Si creyera en el destino te diría que si él quiere que estén juntos, ¡algún día lo harán!, pero como ya sabes que cada causa tiene su efecto, te recordaré que tienes un hijo en camino y quizás puedas convertirlo en tu nueva razón para vivir —me sugiere.

El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRUCO O CASUALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora