CAPÍTULO 28 - POR: Isabella Johnson.

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—Voy a reponerme —le respondo entre dormida y despierta, ¡aunque no me sea fácil, voy a volver a sonreír! —le aseguro recordando sus palabras.

—¡Esa es la actitud!, ahora descansa, ¿estás segura de que no quieres que le avise a alguien para que venga a hacerte compañía?, tengo que irme en un par de horas, y no quisiera dejarte sola.

—Estaré bien, ¡no te preocupes! —le respondo avergonzada de haberlo puesto en esta situación, seguramente su novia o esposa lo está esperando y él perdiendo el tiempo conmigo.

—Ok, descansa, ¿estás bien de frío? —quiere saber, revisando a cuantos grados está la calefacción.

Al paso de unas horas, me despierto desorientada y con un enorme vacío en el pecho, es como si literalmente me hubiesen quitado un pedazo de corazón, poco a poco vienen llegando los recuerdos a mi mente, y la imagen de Alexander erecto, con su bóxer a media pierna, me hace gemir de aflicción.

«¡Alexander y Eliana!», me digo comenzando a llorar y cubriéndome la cara, recuerdo el auto arruinándose a medio camino cuando iba para el hotel, la preocupación que sentí porque él no contestaba, la discusión que tuvimos en la habitación, el coche que casi me atropella, y a alguien evitando que eso ocurriera.

«¿Qué pasó después?, ¿cómo vine hasta aquí?», me pregunto abrumada, llorando abrazo mi almohada y ahogo en ella mi llanto, escucho el timbre que suena y suena, y termino levantándome porque no dejan de insistir. Supongo que es Alexander y a pesar de que no quiero hablar con él, si quiero verlo, así que llego hasta la puerta y lo observo por la mirilla.

Está recostado en la puerta y no logro apreciarlo bien, para mi suerte se mueve permitiéndome tener un mejor ángulo de él, y me doy cuenta de que ya se ha cambiado de ropa, ¡seguramente se bañó también!, «Al menos ya no debe de oler a sexo», digo en mi mente.

Sigue insistiendo en tocar y me carcomen las ganas de abrirle, abrazarlo y dejar que me jure que todo va a estar bien, que me asegure que solo fue un mal sueño que tuve, y que nada ocurrió en realidad. Pero sé que eso no va a ocurrir y me dejo caer sentada en el suelo, llorando con tanto sentimiento, y creería que él se dio cuenta porque me dice.

—Amor ábreme la puerta por favor, tenemos que hablar, ¡escúchame!, ¡te lo suplico! —me pide con voz entrecortada.

Seguramente está llorando, pero de que me sirve eso, lo hecho, hecho, y no lo puede borrar con un par de lágrimas, así que no le respondo, pero me es imposible cesar mi llanto, de pronto, de la nada comienza a decir.

—Una vez me preguntaste por qué mi relación contigo había sido diferente, por qué me había enamorado de ti, si había tenido a tanta mujer a mi disposición —me recuerda nuestra conversación con voz suave, pero reflejando tanto sentimiento en sus palabras—. Y la respuesta es simple —continúa diciendo—. Aunque te parezca un cliché, ¡me enamoré de ti desde el primer día en que te vi!, o quizá haya sido por el fuerte golpe que nos dimos en la cabeza —sugiere intentando hacerme reír.

Guarda silencio un momento y lo escucho llorar, hoy si, sin reprimir sus sentimientos, provocando un torbellino en los míos y haciéndome sentir peor; parece que también se ha sentado en el suelo porque su voz se escucha cerca, y quisiera que la puerta no nos separara para poder abrazarlo y consolarlo, ¡pero no pienso hacerlo!, no después de lo que me ha hecho.

—No necesité mucho para darme cuenta de que eres la mujer de mi vida, —continúa hablando con voz quebrantada por el llanto—. Y agradecí en silencio a tu teléfono que se quebró, porque me dio la oportunidad de pedir tu número y tener una excusa para volver a verte.

Vuelve a dejar de hablar y llora con más sentimiento, en esta ocasión lloramos juntos, sin vernos pero juntos, ¡lo amo! Y por más dolor que sienta por su traición, no quisiera que sufra, sin embargo, no podemos cambiar el hecho de que todo lo que construimos y que soñamos hacer juntos, se ha ido por el retrete.

También me enamoré de él a primera vista, no pude evitar ser llevada a sus brazos, como el ratón es llevado al queso, en un inicio se me hacía difícil creer que siendo un hombre tan maravilloso, se hubiera enamorado de mí, pero con sus acciones fue demostrándome que era cierto.

Por eso es que me duele tanto su traición, le creí y me entregué a él no solo en cuerpo sino que en alma y corazón, me sentía orgullosa de él, del amor que me profesaba y que sin merecerlo le correspondí, «y ahora qué hago, ¿cómo te arranco de aquí?», le pregunto en mi mente, mientras me aprieto el pecho.

Sin dejar de llorar me levanto y regreso a mi habitación, no quiero escucharlo más, no quiero caer en la tentación de abrirle la puerta, y dejar que me engatuse con sus palabras y vanas promesas; el teléfono comienza a sonar y a sonar, así que termino apagándolo, no quiero hablar ni escuchar a nadie, solo quiero dormir.

Sin embargo la labor no me resulta tan fácil, porque no dejo de recordar a Eliana en la cama mientras mi amor intentaba vestirse, y luego me martillan también las palabras de él jurando que me ama y que no quiere perderme, pidiéndome perdón y jurando que nada fue con su consentimiento.

Me levanto y voy al botiquín a buscar algún medicamento que me ayude a conciliar el sueño, no suelo padecer de insomnio por eso no tengo nada para eso, pero cada vez que tomo antigripal duermo profundamente, así que opto por uno.

Me despierto al escuchar ruidos en el apartamento, pero no quiero levantarme, espero que sea solo mi imaginación y pueda volver a dormirme, aunque dudo que me resulte tan fácil sin tener que acudir a otra dosis de antigripal.

Pero nada de eso es necesario, pues de pronto veo a mamá que entra en mi habitación y se acerca a mí.

—¿Por qué no nos llamaste?, habríamos venido más temprano —me dice sentándose a la par mía, guardo silencio un momento y finalmente le digo.

—¡Voy a estar bien mamá! —no estoy segura de a que se refiere y no quiero echarle tierra a Alexander con mi familia.

—¡Seguramente! —Responde con sarcasmo—. ¡Mira las ojeras que tienes!, parece que no paraste de llorar en toda la noche, y estoy segura que ni siquiera te has levantado para desayunar, —mira el envoltorio de la pastilla que me tomé y tocándome la frente pregunta—. ¿Te ha dado temperatura?

—Mamá déjala —le pide Erick, que está en la puerta.

—¿Qué hacen aquí? —los cuestiono sentándome.

—¿Crees que te íbamos a dejar sola? —Me pregunta mamá—. Desconozco que mosca le picó a Alexander, ¡se miraba tan enamorado de ti! —Dice mostrando su incredulidad mientras acaricia mi brazo—. Si no viera como estás no lo creería —concluye mostrando su decepción.

—¿Cómo se enteraron? —les pregunto pensando en que quizá Alexander fue a buscarme a su casa, al ver que no le abrí la puerta.

—La noticia está en todas las redes sociales —me responde Erick.

—Nos preocupaste —me dice mamá—. Hemos estado llamándote y no nos contestabas, ¡es una suerte que tu papá no esté en el país en estos momentos!

—También Rose nos llamó porque tampoco le contestabas —agrega Erick.

—Siento haberlos preocupado, me quedé dormida y apagué el teléfono —me excuso señalando mi móvil que está en la mesita—. Por favor no le digan nada a papá, ¡no quiero que suspenda su viaje!

—¡Y según tú, va a pasar mucho tiempo sin que se entere por las redes! —comenta mamá.

—Habla con Rose, está muy preocupada —me pide Erick.

—Más tarde le hablaré —me comprometo, ahora no tengo ganas de hablar con nadie, ni siquiera con ella, porque sé que me va a decir que me advirtió que tuviera cuidado con la mosca muerta de Eliana.

—Te he preparado sopa, levántate para que comas un poco —me pide mamá.

—No tengo hambre —le respondo levantándome para ir al baño.

—¿Quieres que te dé cucharaditas? —me ofrece mimándome.

—¡Como si fueras bebé! —Se burla Erick—. Ni Charlie quiere ya que le den de comer así —sigue burlándose.

Acepto ir a la cocina con ellos e ingerir un poco de la sopa que me ha hecho, finalmente termino por irme con ellos a casa, si me quedo aquí me deprimiré más de la cuenta y sé que Alexander no va a parar de venir a buscarme y no quiero verlo, ¡al menos no aún!

El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRUCO O CASUALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora