CAPÍTULO 21 - POR: Isabella Johnson

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Agradezco llegar al primer nivel a salvo, ya solo me falta uno para estar en el del estacionamiento, veo al señor López, uno de los guardias y me le acerco para preguntarle.

—Señor López, ¿sabe por qué está fuera de servicio el ascensor del décimo piso?

—Buenas noches señorita, una niña lo vomitó y le están haciendo limpieza, no tardarán en habilitarlo —me informa.

—Gracias, buenas noches para usted también señor López —le digo despidiéndome de él y dirigiéndome al coche.

«Si me hubiera esperado un poco no me dolerían tanto los pies», me digo pensando en que mejor hubiera llamado a recepción para ver que ocurría con el ascensor, en vez de decidirme a bajar las gradas, ¡hoy ya estuvo!

Me subo al coche y lo arranco de inmediato, pero antes de salir reviso si no tengo más mensajes del señor Cero Paciencia.

¡Qué extraño!, ya han pasado cuarenta minutos desde el último mensaje que me mandó, y no ha vuelto a escribir, «¿habrá pasado algo?, o se le habrá ocurrido venir por mí y va interceptarme en el camino», me cuestiono chequeando los espejos del coche.

Espero que no, ¡o no habrá valido la pena bajar tantas gradas!, conduzco rumbo al hotel y agradezco que solo son de quince a veinte minutos hasta ahí; de pronto escucho un ruido como un estallido y se comienza a oír el chapoteo de una llanta, mientras el coche empieza a emitir un sonido de alarma, y se activa en la pantalla qué tengo llanta pacha.

«¡Mierda, lo que me faltaba! », con cuidado busco hacerme a la orilla para no obstaculizar el tráfico y me lamento de mi suerte, ¿Cómo es posible que haya ocurrido esto en el coche de Alexander?, ¡ya voy retarde y el hombre debe de estar que muere de impaciencia!, «ojalá que sí se le haya ocurrido venir por mí», pido considerando por fin que hubiera sido mejor, y que hoy parece no ser mi día.

Bueno noche, porque el día lo pasé genial en casa de mis papás con mi familia, ¿será que acaso el universo trata de decirme que mejor me vaya con mi baby a su apartamento? ¡Ya veremos!, creo que va a terminar siendo así.

Salgo del coche y la llanta dañada es la de adelante de mi lado, me extraña que se haya desinflado tan pronto, me doy por vencida y finalmente saco el teléfono para marcarle a mi amor y pedirle que venga por mí. Uno, dos, tres, cuatro tonos y nada que contesta, ¡qué extraño!, por lo general al segundo tono me responde cuelgo y vuelvo a intentarlo en tres ocasiones más, pero tengo el mismo resultado.

Respirando profundo, cambio de número y le marco a la aseguradora, me dicen que vendrán en quince minutos y que los tengo que esperar. En cuanto cuelgo vuelvo a marcarle a Alexander y me preocupa que sigue sin contestar, ¿se le habrá descargado la batería del teléfono?, no, ¡es imposible!, él es bien cuidadoso con eso, ¡Eliana, sí eso es!, si ocurrió algo ella tiene que saber.

Le marco y tampoco contesta, al tercer intento lo hacen pero no es ella.

—Hola —me responde una vos de mujer.

—Lo siento, creo que me equivoqué —me disculpo.

—No, este es el teléfono de Eliana lo ha dejado en su cartera, debe de andar bailando, ¿quieres que te la busque? —me ofrece.

—No es necesario, gracias —le respondo colgando.

Vuelvo a marcarle a mi baby y sigue sin contestar, veo el reloj y a pesar de que el tiempo avanza, ¡la dichosa grúa no da señales!; cuando ya han pasado casi treinta minutos viene, y el chofer me sale con el cuento de que es nuevo, ¡y se perdió!, me abstengo de decirle un par de cosas porque no ganaría nada con hacerlo enojar.

Además, el tipo no tiene culpa de que mi amor no conteste, para colmo resultó ser que no fue solo la llanta pinchada, sino que se le dañó la dirección y van a tener que llevarlo al taller, así que en cuanto recibo la documentación para que puedan llevárselo, pido un Uber. Comienza a relampaguear y solo pido que aún no llueva, estoy en plena calle, ¡y terminaría empapada!

Cuando ya voy en el Uber vuelvo a marcarle a mi baby, ¡y nada de nada!, «esto sí, ¡ya es preocupante!», digo estrujándome las manos. Llegamos al hotel y le pago al chofer, entro y en recepción pregunto en qué salón está celebrándose el cumpleaños de Eliana, me indican cuál es, y me dirijo hacia ahí, ¡a...!, pero antes hago una parada en el pipiroom.

«Para eso tomaste tanto refresco», me reprendo al salir, me dirijo hacia donde me indicaron y en cuanto entro al lugar me envuelve el ambiente fiestero, busco a Eliana o a Alexander pero no se le ve a ninguno de los dos. ¿Le habrá ocurrido algo a mi baby?, no, ¡ni Dios lo quiera!

Saludo a un par de conocidos, y les pregunto si han visto a Alexander y me responden qué hace un buen rato estaba sentado en el bar, pero que le perdieron la pista, e incluso pensaron que ya se había ido porque tampoco me habían visto.

Sin saber que más hacer, voy al bar y pido una margarita con tequila, si mi baby estuvo aquí, ¡tiene que regresar!, cuando me estoy tomando mi bebida, me cae un mensaje de un número desconocido.

Nena, te estoy esperando en la habitación quinientos seis.

¡Nena!, ¿en verdad me dijo nena?, ¡wow!, ese número de habitación me recuerda algo pero no estoy segura de que, ¿habrá sido la habitación que nos dieron en nuestro último viaje?, «¿Qué habrás estado preparando baby?», me pregunto y la vez me enojo, porque no había necesidad de que ignorara mis llamadas.

Sin embargo, me regresa el ánimo al recordar cómo es con los detalles, ¡aunque nunca me deja en visto!, ¿y por qué me escribió de otro número?, «¿al parecer si se quedó sin carga?», me digo como explicación. Vuelvo a marcarle pero sigue sin responder, «¡si marca no está apagado!», me termino la margarita y regreso a recepción para que me indiquen, cuál es la habitación quinientos seis.

—Disculpe, puede decirme como llegar a la habitación quinientos seis —le pido.

—Esa suite no está disponible para clientes, —me responde la recepcionista.

—Debió de equivocarse de número, —comento en voz baja, más para mí que para ellas—. ¿Tiene alguna habitación reservada a nombre de Alexander Black? —le pregunto, suponiendo que mi baby se haya confundido, ¡aunque lo dudo!

Otra de las chicas que está ahí me mira, y me pregunta.

—¿Habla del señor Alexander Black, el amigo de la señorita Remwhite?

—Sí, de él —le respondo.

—¿Y usted es? —me pregunta.

—Isabella Johnson, novia de Alexander, él me envió un mensaje diciendo que me está esperando en esa habitación.

—Hace como hora y media lo vi entrando en la habitación de la señorita Remwhite, a lo mejor se la ha prestado —le dice a su compañera—. La señorita Remwhite está en la fiesta —le explica.

—Me presta su identificación —me pide la primer chica con quien hablé.

Se la entrego y ella revisa en la computadora, luego le dice a su compañera.

—Aquí hay una nota —la lee en voz alta—. Esta noche la suite quinientos seis está reservada para el señor Alexander Black, —después me dice a mí—. Disculpe, sí estaba reservada para el señor Black, aquí está su documento y el acceso.

Me da la indicación de cómo llegar e inicio mi camino, a todo esto ya pasaron otros veinte minutos, qué barbaridad, ¡cómo pasa el tiempo, y yo con estos enormes tacones!, subo en el ascensor y el corazón se me acelera por la emocion.

¡Se me hace extraño qué mi baby le haya pedido la habitación a Eliana y no haya pedido cualquier otra!, avanzo por el pasillo y hasta el final de él está la habitación qué me indicaron, con manos temblorosas por los nervios, ingreso la tarjeta y la puerta se abre con un track.

Escucho a mi amor como que está discutiendo con alguien, pero descarto la idea hasta que llego al final del mini pasillo de la habitación, y me encuentro con la escena más impactante, qué pude imaginar por parte de él. 

El DESTINO Y SUS JUEGOS - TRUCO O CASUALIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora