ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 23

4.3K 334 19
                                        

Bajo las escaleras saltando, por un momento olvidando que mamá me caga a pedo por hacerlo, dice que las voy a romper o que ojalá me haga bosta algún día para que así aprenda y deje de hacerlo. En la puerta veo a papá colgando una mochila en su hombro y agarrando el bolso lleno de cámaras con una mano. Cuando me ve llegar me sonríe y yo me quedo mirando cómo se acomoda la ropa.

—¿A dónde vas? —pregunto.

—Me llamaron hace unos días para un proyecto —me dice. —. ¿Querés venir conmigo?

Me miro la ropa un rato, el pantalón holgado y la remera negra que tengo no me hacen ver tan mal, así que asiento con la cabeza antes de avisarle a mamá que me voy con papá. Salimos juntos de la casa y lo ayudo a cargar todo el equipo de cámaras. Nos subimos al auto y él arranca, tomando rumbo al lugar que para mí es completamente desconocido.

—¿Qué proyecto es? —pregunto, girando mi cabeza para verlo.

Sus ojos se mantienen en la calle, pero aún así me responde sin problemas, cosa que envidio, porque yo ni siquiera sabía manejar, y dudo que pudiera hablar con alguien mientras voy tan concentrada en no atropellar a alguien.

—Es la película en la que está trabajo Enzo ahora.

Me tenso en mi lugar y de repente me arrepiento tanto que tengo la necesidad de bajarme ya del auto. Vuelvo a mirarme la ropa y me acuerdo también que no tengo ni siquiera corrector de ojeras puesto.

Iba a ver a Enzo después de una semana de no saber nada de él, porque nadie lo mencionaba, y yo tampoco me iba a delatar preguntando por él cuando para los ojos de mis papás ni siquiera nos junábamos. Ellos creían que con Enzo no hablábamos casi nada, y si lo hacíamos, como la primer noche que llegó después de siete meses, pensaron que estábamos hablando de los chicos o de cualquier cosa sin importancia. Nadie, excepto los chicos y Belu, sabían lo que había pasado, nadie más.

Volviendo al tema, lo iba a ver de nuevo, y yo estaba así nomas, y aunque no quisiera darle mucha importancia porque seguramente él iba a estar centrado en su trabajo, igual me sentía un poco incómoda por el ambiente. Todos iban a estar vestido decentemente, y es ahí que caigo que no le di la importancia que le tendría que haber dado a la ropa que llevaba puesta. Pero bueno, ya estábamos yendo para allá, no le iba a decir a papá que se volviera, sino me mataba.

—¿Y por qué te llamaron a vos?

—Uno de los camarografos se doblo la muñeca —me explica, frenando en su semaforo rojo. —. Tiene licencia por quince días.

—Pobre. —es lo único que digo, volviendo la mirada a las veredas que pasan frente a mis ojos.

Para ser primavera, comenzaba a sentirse de a poco el calor alrededor. La gente ya no usaba camperones, solo buzos o camperas finas, por eso me replanteo una vez más la remera que tengo, mangas cortas. Solo rezo con que no haga frío en el lugar en el que estemos, porque sino cagué.

Después de unos minutos papá estaciona frente a un edificio de no más de diez pisos, y yo me bajo con él para ayudarlo a subir las cosas. Cuando entramos al edificio nos dirigimos al ascensor y él aprieta el número seis. Las puertas se vuelven a abrir y lo primero que vemos es a personas caminar de un lado a otro. Mis ojos se enfocan en el pequeño set improvisado que hay contra una pared, iluminado con reflectores que muestran un juego de sofás para dos persona, y una mesa de madera entre medio. Entiendo que están recreando quizás alguna cafetería o algo por el estilo. Papá sale del ascensor y yo lo sigo por detrás, sin querer verme tan interesada en lo que hay a mi alrededor.

—¡Jaime! —dice un señor que abraza a papá por unos segundos. —. Gracias por aceptar trabajar con nuestra producción por este corto tiempo.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora