ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 21

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Meto la llave en la cerradura, tratando de que ésta no haga mucho ruido, pero es medio complicado cuando la cabeza me da mil vueltas. La vista se me nubla un poco y tengo que quedarme quieta un rato para poder concentrarme.

—¿Querés que te ayude? —grita Juani desde su auto.

Levanto mi mano y le hago señas de negación, que espero haya entendido. Me vuelvo a centrar en la cerradura y cuando por fin puedo abrir la puerta me giro y levanto la mano en forma de saludo. Veo que Juani hace lo mismo antes de arrancar el auto e irse calle abajo, rumbo a la salida del barrio. Cierro la puerta con seguro y dejo las llaves en el pequeño llavero de madera colgado en la pared. Me saco los zapatos que me dejan ampollas en los pies y suelto un suspiro cuando los dejo sobre el sofá.

Primero se me cruza por la cabeza ir y avisarles a mis papás que ya llegué, pero la necesidad de querer tomar agua es mucho más grande. Mientras camino rumbo a la cocina me voy apoyando en las paredes, tambaleándome hasta ver la luz de la cocina iluminar un poco más el pasillo.

Estaba eufórica, por más que los pies me dolieran como la puta madre, la había pasado muy bien. La música había estado de diez, y el porro había sido la cúspide de que la noche fuera mil veces mejor. La borrachera llegó casi al último, por culpa de los efectos de la droga, que solo a Belu y a mí nos pegaba tanto por ser primerizas. Juani por supuesto no consumió absolutamente nada ya que era el encargado de dejarnos a todos sanos y salvos en nuestras casas, y Feli ya tenía experiencia, así que estaba chill. Blas solo tomo alcohol, pero se controló, no como nosotras.

Cuando llego a la cocina la luz me encandila un rato y tengo que quedarme parada con los ojos cerrados. Los voy abriendo de a poco a medida que camino, para que se acostumbren a la densa luz. De pronto, veo unos pies frente a mí, y no mido la distancia hasta que choco con quien creo que es papá. Levanto la cabeza y al instante frunzo el ceño al ver a Enzo frente a mí.

—¿Qué haces acá? —digo lo primero que pienso, la garganta completamente seca y mi voz afónica.

Ya no sabía si estaba alucinando o si realmente él estaba ahí, en mi cocina, en mi casa.

—¿Tomaste mucho? —pregunta a cambio él.

Miro a mi alrededor, por un momento perdida y confundida por lo que está pasando. ¿Qué carajo hace acá?. Paso por su lado y me saco un vaso para llenarlo de agua.

—Ni tanto. —respondo, soltando una risa por mi mentira.

El vaso se me rebasa y lo saco demasiado tarde del chorro de agua. Cierro la canilla y empiezo a tomar a grandes tragos, sin darme tiempo de respirar.

—Despacio, Ori. Vas a vómitar todo. —dice a mis espaldas.

No le hago caso y sigo tomado agua, cerrando mis ojos por lo rica que estaba. Siento que el sabor amargo del alcohol en mi boca se empieza a ir de a poco. El dolor en mis pies desaparece también gracias al piso que está frío.

—Listo, ya tomaste suficiente. —murmura.

Lo tengo al lado en menos de dos segundos, agarrando el vaso por encima de mis dedos y alejandolo de mi boca a la fuerza. Me niego a dejar de tomar, así que me quejo y forcejeo un poco con su agarre. Enzo usa su otra mano y como puede me saca el vaso para tirar el agua que aún me faltaba por tomar. Lo miro a los ojos con enojo y después de que le da una lavada al vaso, hace lo mismo conmigo, solo que sin estar enojado.

—No había terminado. —arrastro las palabras, pero yo lucho para intentar verme sobria.

—Ibas a vomitar si seguías tomando —dice, apoyando una mano sobre la mesada. —. Agradecé que te encontré yo así, y no tus papás.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora