ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 25

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Son alrededor de las nueve de la noche cuando el rodaje se termina. La misma escena se repitió alrededor de siete veces, luego, hicieron siete veces más la escena donde únicamente se enfocaba las manos unidas sobre la mesa. Así, transcurrieron las seis horas que estuve acá metida. Ni siquiera me quería imaginar desde qué momento de la mañana es que llevaban grabando.

Durante esas seis horas, no hice más que mirar mi celular, y meter mano en la mesa de comida. Enzo no se me volvió a acercar en toda la tarde, pero aún podía sentir en los descansos, una fuerte mirada hacia mi persona. Me ponía nerviosa, así que trataba de huir de su mirada, delatándome a mí misma cuando mis ojos caían en los suyos a través de toda la gente.

Era como que en ese exacto momento, todo el mundo desapareciera, y su mirada la sentía tan profunda. Era oscura y seria, como si estuviera analizando todo mi ser, y eso me enloquecía. Me hacía la boluda y miraba a otro lado al instante, admitiendo también que en el fondo, me hacía la linda, aunque estaba vestida como tremenda bagabunda, pero bueno.

—¿Vamos, hija?

Asiento con mi cabeza y voy directo a la habitación donde dejamos todas las cosas. Guardo todo y me cuelgo la mochila en el hombro, el bolso lo llevo en las manos. Miro una última vez la habitación y cuando sé que no me estoy dejando nada, salgo y dejo la puerta abierta. Cuando llego hasta papá me doy cuenta que está hablando con Enzo, y trato de disimular como si nada hubiese pasado, como si el señorito no hubiese estado mirando a la hija de su amigo cada vez que podía. Dejo el bolso en el piso y me pongo las manos en la cadera, arremangando las mangas de la campera de Enzo antes, la cual aún tengo puesta.

—¿Estamos?

—Sí, ya guardé todo. —digo, mirando a papá y éste me sonríe.

—Vamos que acercamos a Enzo a su hotel.

El susodicho me mira sonriente cuando papá empieza a caminar. Estoy por agarrar de nuevo el bolso, pero Enzo se me adelanta y lo agarra por mí.

—Puedo llevarlo yo, no hace falta. —digo.

—Ustedes me llevan al hotel, a cambio tengo que ayudar.

No se gira a verme, sino que se centra en despedirse de cada persona que pronuncia su nombre en alto en forma de saludo. A medida que nos acercamos al ascensor donde nos espera papá mirando su celular, mis ojos se dirigen inevitablemente al brazo con el que agarra el bolso. Las venas se le marcan y se ve aún más tentador con el reloj que le adorna la muñeca. Ya no estaba vestido de traje, ahora llevaba unos jeans y una remera casi suelta, un estilo que vestía bastante seguido.

¿Cómo era posible que me pasara esto?, que me gustara un señor de treinta y un años, no lo entendía. Si la Oriana del año pasado escuchara estas cosas, me pondría terrible cara de asco, porque hasta ese momento, todos los treintañeros parecían estar más cerca de la jubilación que de conseguir trabajo. Hasta que llegó él, y dio vuelta todo, incluyéndome bue. Tremendo.

Una vez que entramos al ascensor, papá se encarga de apretar el botón que nos lleva al piso cero, por lo que yo me quedo atrás de él. Enzo se acomoda a mi lado.

Y en ese silencio, es que mi mente divaga y traigo recuerdos que no debería traer en estos momentos. La sensación de sus labios sobre los míos, o la determinación que tuvo en sus palabras en aquel momento. Cuando las puertas casi se cierran y nos quedamos dentro del ascensor por estar besándonos. Sus manos, sus suspiros, sus la palabras.

Tomo aire y me acomodo en mi lugar, dándome cuenta que la persona junto a mí me mira por encima de su hombro, quizás analizandome, o quizás también recordando aquel momento que compartimos hace siete meses, el cual me está matando la cabeza.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora