ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 34

3.1K 305 42
                                    

En cuanto Belén frena de golpe tengo que levantar las manos para apoyarlas en el compartimiento frente a mí con tal de no golpearme. Me giro a verla con una mueca de espanto, pero ella está atenta a los espejos retrovisores.

—¡Bajate Oriana que se le va el avión! —me grita por encima de las bocinas que empiezan a sonar de los autos atrás de nosotros. Me saco el cinturón de encima y abro la puerta cuando vuelvo a escuchar a mi amiga gritar. — Puta, ¡¿Qué tocás bocina, gil?!

Cierro la puerta y me quedo con la imagen de los chicos mirando para atrás y haciéndole señas obscenas a la persona que maneja el Fiat que les toca bocina. Miro la fila que se empieza a crear por culpa de Belu y decido salir corriendo antes de que me digan algo a mí, porque técnicamente, no era su culpa en realidad, sino la mía. Pero bueno, yo salí corriendo porque soy cagona.

A medida que me acerco a la puerta principal del aeropuerto siento que las miradas se clavan en mí, mientras que otras simplemente me ignoran y me dejan el pase libre, cosa que agradezco tanto que hasta me dan ganas de besar a la gente que se corre del camino.

Con una mano me agarro el celular para que no se me caiga del bolsillo, mientras que la otra sostiene mis pechos los cuales se mueven con brusquedad con cada paso. Tengo la respiración tremendamente agitada y ahora no solo busco a Enzo entre tanta gente, sino también a mis amigos. Por suerte, la gente ya no me mira, pero me marea ver a tantos caminar de un lado a otro, porque así la tarea de encontrar a Enzo se me dificultaba aún más.

De repente, los nervios que antes sentía en el cuerpo, y que habían desaparecido desde el momento que empecé a correr, estaban volviendo cuando noté que el celular en el bolsillo me vibraba con impaciencia. Cuando veo el nombre de Enzo, atiendo al instante.

—¿Dónde estás? —pregunto mirando a mi alrededor de nuevo. Mis ojos yendo desde las pantallas llenas de horarios hasta la gente que camina apurada.

—Andá a los baños del segundo piso.

Frunzo el ceño y empiezo a caminar rumbo a las escaleras eléctricas con prisa, aún sosteniendo el celular a un costado de mi oreja. Golpeteo los uñas contra la funda del celular cuando dos mujeres se quedan en medio de las escaleras, esperando a llegar hasta arriba. Me dan ganas de pasar por entre medio de ambas, pero prefiero no armar quilombo, y escuchando la forma en la que hablaban, se notaba que no eran muy simpáticas con cualquiera.

—¿En cuánto tenes el vuelo? —pregunto.

—En una hora.

—¿Qué?

No aguanto más, pido permiso y paso por entremedio de las mujeres sin antes esperar alguna acción de su parte. Escucho algunos comentarios que dicen sobre mí, pero no les doy la bola que ellas quieren, así que sigo mi camino. Empiezo a correr de nuevo, esperando no perderme en este enorme lugar, el cual no pisaba hace siete meses. Aún en llamada me abro paso entre la gente hasta ver el cartel de los sanitarios en una de las esquinas. Me acerco y trago saliva intentando controlar mi respiración para cuando estoy en el pasillo que me lleva a los baños.

—¿Dónde estás, Enzo?

—Acá.

Me giro a la velocidad de un rayo cuando escucho su tono a unos metros de distancia. Cuando mis ojos encuentran los suyos hasta me dan ganas de llorar, pero no era el momento. Su expresión se suaviza al verme y me regala una muy pequeña sonrisa mientras cuelga la llamada y da un paso más cerca.

—¿Puedo preguntar qué haces acá? —dice, con un eje de gracia que me hace sentir más relajada. Me da a entender que no está enojado, o no está incómodo por lo que pasó.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora