ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 29

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Siento el latir de mi propia sangre en mis oídos, y hasta incluso siento el corazón de Enzo a punto de estallar. En esos pocos segundos puedo ver cómo intenta no parecer asustado ante lo que está por suceder, pero el temblor de sus manos, o sus palabras atropelladas me dan a saber que está igual que yo.

Lo primero que se me pasa por la cabeza es taparme con las sábanas, porque no tengo nada puesto abajo, así que lo hago al instante. Enzo se pone de pie y se limpia la boca con el dorso de la mano, mira el piso y después a mí.

No sé me ocurre absolutamente nada, me quedo muda porque incluso tengo miedo de que mi mamá me escuche si susurro. Respiro entrecortado y de repente siento que se me baja el azúcar cuando dejo de sentir el rechinar de las escaleras.

Enzo no la piensa dos veces y corre en un intento silencioso hasta la puerta del balcón, la abre y sale sin más. Desde la cama, puedo ver que no se aprecia nada de él, como si en realidad nadie estuviera del otro lado de la cortina. Me quedo dos segundos ahí, mirando, hasta que siento que la puerta se abre y me giro en dirección a ésta.

Me digo a mí misma que tengo que ser disimulada, hablar tranquila, como si nada estuviera pasando, como si no estuviera Enzo Vogrincic cagandose de frío afuera en mi balcón.

—Cochina, andas en bombacha por toda la casa. —dice mi mamá apenas entra.

Sobre mis piernas tapadas cae mi pantalón de algodón, y la falsa tranquilidad se me va del cuerpo cuando me acuerdo que mi ropa interior está tirada en el piso. Rezo con que mamá no la vea, pero me da taquicardia cuando la veo entrar a la pieza y escanear su alrededor.

Yo sabía, que ella sabía, que algo estaba raro, era esa intuición materna que odiaba con todo el alma.

Ya no me pasa el aire por los pulmones cuando se fija en la puerta del balcón. Me la señala con la mano y yo solo espero a que formule su pregunta.

—¿Por qué tenés la puerta abierta?

Yo miro la mencionada y solo me nace alzarme de hombros, fingiendo desinterés, pero sin poder formular ni una sola palabra. Veo que camina en esa dirección y yo doblo los dedos del pie con nerviosismo antes de poder hablar.

—Dejala así.

Mamá me mira y yo me recuesto contra el respaldar de la cama, una vez más, fingiendo desinterés, uno que ya no me importa si ella se lo cree, solo pienso en la mierda en que nos metimos. ¿Cómo bosta iba a salir Enzo ahora de la casa?. A parte, no... el auto.

El auto en el que vino estaba en la vereda.

—¿No tenés frío, Ori?

—No, estoy bien. Dejala así, por favor.

Mi tono sale con desesperación, pero en mi mente solo se repite una frase "andate, por favor. Solo andate, mami".

Aprieto con fuerza la sábana, pero me relajo cuando se aleja lo suficiente para ir de nuevo hasta la puerta. La cual aún está abierta, y se me hace raro no escuchar la voz de papá, o el televisor prendido en algún canal de fútbol. Ella se da la vuelta y yo finjo estar con mi celular, en el cual solo veo mi fondo de pantalla con el mayor temor de mi vida.

—¿Te cierro? —pregunta, yo asiento con la cabeza. Ella cierra la puerta con cuidado.

Apenas escucho el rechinar de las escaleras una vez más, me destapo bruscamente y me pongo la ropa interior y el pantalón. Enzo no entra, y creo que no lo va a hacer hasta que yo lo vaya a buscar, cosa que hago al instante cuando ya estoy vestida. Corro la cortina y lo veo pegado a la pared, lo más lejos posible de la puerta. Me mira y suelta un suspiro mientras se lleva una mano al pecho. Ambos tragamos saliva y nos quedamos un rato en silencio, así para lograr escuchar algo del primer piso. El televisor empieza a sonar, y  nosotros volvemos a suspirar.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora