ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 43

1.7K 122 9
                                    

Por más que quiera estar concentrada en la jugada, ese par de ojos marrones no me dejaban la tarea de manera fácil. Cada vez tocaba mi turno, al inclinarme sobre la mesa, no podía evitar mirar su presencia, sus ojos, que en cierto sentido me llamaban en un tirón invisible entre nuestras mentes. Por inercia, o porque sabía que me observaba detenidamente, siempre volvía mi mirada a la suya.

Enzo se inclina y con una expresión de superioridad golpea la bola blanca, logrando ganarse otro punto más. Me quejo en silencio, sin intenciones de que me escuche o me note para no ganarme su sonrisa burlesca, pero creo que es algo tonto de hacer, porque la cara de culo que me cargo me deja en exposición.

—¿No has pensando en una de esas, no sé... —lo miro cuando habla, pasando por mi costado mientras se ubica para jugar otra vez. —, buscar otro hobby?

Aprieto el palo y esta vez no le doy el lujo de mirarlo al tenerlo tan cerca. Golpea, y por mala suerte mía la bola entra en el agujero, superandome por un punto, y solo queda el número ocho y el tres sobre la mesa verde.

—Cerrá el orto.

Escucho que suelta una risa y yo pongo los ojos en blanco, apoyando mis glúteos en el borde de madera de la mesa, siendo espectadora de su jugada. Mis ojos recorren la camisa que se ajusta a su cuerpo cuando se agacha un poco, o en el cabello que se le cae por el costado del rostro, sin tener intención de correrlo. Los anillos en los dedos, aunque muy pocos, equilibrados con ese reloj carísimo que siempre usa, adornando su muñeca. La fragancia me golpea y de repente siendo una ola de calor subirme por el torso. De un movimiento me alejo de la mesa y doy un paso más cerca suyo.

—Tu acercamiento me genera un poco de miedo, Ori. —dice, mirando de soslayo mis acciones.

Con el palo aún en una de mis manos, apoyo la base en la alfombra que cubre la madera y me inclino un poco, rozando mi dedo índice en el costado de su cuello. Siento su pulso bajo mi yema cuando la deslizo hasta el cuello de su camisa, que me impide ir más allá de lo deseado. Mis ojos recorren su piel levemente morena, notando la forma en la que traga saliva y se acomoda para golpear la bola. Antes de que tal cosa suceda, reacciono de nuevo, apoyando de nuevo mi trasero en el borde, cosa que él levanta la mirada para verificar si yo también lo miraba a él, o simplemente estaba boludeando.

—Me encanta cuando te vestís así, formal —murmuro, un único objetivo rondando mi cabeza. —. Me generas cosas.

—¿Qué cosas?

Su tono, grueso y bajo, enganchado en la tela de araña que estoy tejiendo a su alrededor. El palo sigue apuntando la bola blanca, pero aún no se dignada a tirar su jugada, todo por estar atento a mis acciones.

—Muchas, Enzo. Varias de ellas no se pueden decir en público.

—Estamos nosotros dos solo.

Me río y vuelvo a inclinarme sobre él mirando su perfil, tan masculino y hermoso. La puta madre, que me bese, que me coma la boca y me suba a la mesa, no me importa nada.

—Aún así, prefiero mostrarlas antes que mencionarlas. —susurro, subiendo mi mano de nuevo y hundiendo un poco mis dedos más allá de lo que me permite la camisa, desabotonando un botón sin querer.

Enzo toma aire y vuelve al juego, golpeando la bola, pero no lo suficientemente fuerte para que el número ocho entre en el agujero. Me río en voz baja notando su expresión sorprendida.

Ahora sabía lo que se sentía perder una jugada por saboteo indirecto.

—Uy que pena, amor. —murmuro, dando dos golpecitos en su hombro.

Enzo se queda mirando la bola que golpea levemente con el borde de la mesa mientras se incorpora de nuevo. Yo por mientras me acomodo y aprovecho su momento de replanteo para poder embocar el número ocho, sonriendo para mí misma. Me queda la última bola, pero para poder jugar tengo que ocupar el lugar donde él está parado, así que vuelvo a acercarme.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora