ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 47

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Los dedos de mis manos se aprietan con fuerza en un puño, escondidos en los bolsillos del buzo que le robé a Enzo hace unos días. Mantengo una leve sonrisa y decido dar el primer paso para poder saludarla, sin embargo, ella parece estar tan quieta que apenas mueve un poco la cabeza para devolverme el saludo. No me centro en analizarla demás porque ya estoy hablando de nuevo.

—¿Qué haces por acá?

Abre su boca mientras le da una repasada al pasillo lleno de locales, luego, se fija en la vidriera frente a nosotras, los libros decorando las repisas del otro lado.

—Tengo día libre en el trabajo —dice. —. Quería ver algún libro, ¿Y vos?, ¿Qué haces acá?

—Vine con Enzo a ver regalos para Agus. El sábado es su cumple. ¿Ustedes van?

Malena me mira unos cortos segundos en silencio antes de negar con la cabeza, su cuerpo tan tenso que me llega a incomodar.

—No, yo no voy.

Me dejo la pregunta trabada en la boca, primero para no sonar demasiado obvia, y segundo, porque no necesito más respuesta para lo que todos sospechábamos; ya no estaba con Mati.

Tenía entendido que llevaban un tiempo largo de novios, y me sentía mal por ella. Terminar con alguien con quien incluso llegaste a vivir bajo el mismo techo, con esa persona que era tu todo, era horrible. Y la super entendía, es más, me sorprendía que aún habiendo cortado hace relativamente poco, supongo yo, no sé veía tan demacrada como esperaba. Ahora entendía que cada persona llevaba su duelo a su manera, y Male se veía normal, pero si la mirabas con atención, notabas las pequeñas arrugas bajo sus ojos, al igual que las facciones más decaídas de lo normal.

—Uh, bueno. Le mando saludos de tu parte entonces.

Respuesta corta, dándole a saber que ya entendía el motivo por el cual no iba a asistir al cumpleaños.

Miro la tienda de en frente, buscando algún rastro de Enzo, pero es tan grande que seguro debe estar mirando zapatilla por zapatilla, o incluso, también averiguando el precio de más ropa deportiva. Cuando no lo veo, vuelvo la mirada a Male, quien me observa en silencio. De nuevo le sonrío, esta vez para despedirme.

No la conocía de absolutamente nada, la había visto dos o tres veces en mi vida, así que tenía válido cortar la conversación allí. Después de todo, tampoco tenía más temas que hablar con ella.

—Bueno, te dejo —la vuelvo a saludar  y esta vez la siento más suelta que antes. —. Que andes bien.

Claramente no iba a andar bien, solo a mí se me ocurría decir algo así después de confirmar sobre su ruptura. Pero bueno, otra cosa no se me ocurría.

—Nos vemos.

Sin más, pasé por su costado, dejándola sola aún en su lugar, como si sus pies estuviesen agarrados a la tierra y su mente volando por el aire. Disimuladamente la miró entre medio de los libros, notando como llena sus pulmones de aire y le da otra mirada a su alrededor antes de comenzar a caminar. Con mi ceño fruncido no pierdo tiempo y agarro mi celular para escribir en el grupo.

Apago el celular y sigo ojeando el libro que tengo entre las manos, la portada con tonos rojos y negros me llaman tanto la atención así como el título: Heartless

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Apago el celular y sigo ojeando el libro que tengo entre las manos, la portada con tonos rojos y negros me llaman tanto la atención así como el título: Heartless. Lo había sentido muchas veces, y una amiga me había dicho que lo tenía que leer sí o sí, aún si ella me lo hubiera recomendado con las lágrimas desbordando como cascadas de sus ojos. Leo el índice del libro y después me acerco a la máquina para averiguar el precio.

—Fua, amigo. —susurro, aún con los ojos fijos en la pantalla, el libro entre mi manos se siente más pesado cuando veo el precio.

Me doy la vuelta y al instante choco con el cuerpo de Enzo, quien sostiene una bolsa en una de sus manos. La caja que hay dentro me confirma que se decidió por unas zapatillas. Cuando lo miro a la cara me doy cuenta que sus ojos no están sobre mí, sino sobre la pantalla a mis espaldas. Me quedo en silencio esperando a que me diga algo, pero entonces me mira, bueno, no específicamente a mí, sino al libro que aún cargo.

—¿Lo querés?

Frunzo mi ceño y también miro el libro, entendiendo de inmediato la finalidad de su pregunta. Rápidamente niego con la cabeza y paso por su costado para devolverlo a su lugar.

—No, ni en pedo, Enzo.

—Traelo, te lo compro.

Me giro horrorizada, como si acabara de decir la cosa más loca del planeta, cosa que para mí lo era. Este libro salía casi lo mismo que un pantalón, y lo que me costaba a mí comprarme un pantalón, menos podía fantasiar con un libro regalado.

—No Enzo, estás loco.

—Lo digo en serio —me envuelve sus dedos alrededor de mi antebrazo para después agarrar el libro por mí. Le da una mirada a la tapa antes de sonreírme de lado, el ruido de la bolsa con la caja resonando en el silencioso lugar cuando empieza a caminar. —. Hola, buenas tardes. Me voy a llevar este.

El chico asiente con la cabeza, intentando disimular el temblor en sus manos mientras empaca el libro en papel. Yo por mientras miro a Enzo fijamente, intentando que note mi reproche por la situación, pero él solo esquiva mi mirada y agarra dos separadores de hojas con unos muñequitos tiernos debajo.

—También me voy a llevar estos dos.

Abro mi boca, pero él rápidamente me gana la palabra, mirándome aún sonriente. Ni siquiera preguntó el precio.

—¿No son los que te gustan?, del libro que me contaste la otra noche.

Sí, eran exactamente esos.

Cierro de nuevo la boca, esta vez reteniendo la sonrisa que se me forma a mí en la cara. Enamorada estaba de este hombre, enamorada.

Cuando el chico nos entrega las cosas, Enzo las pone dentro de la que ya carga, donde se encuentran las zapatillas. Me agarra la mano y salimos de nuevo del lugar.

—¿Cómo te acordaste de que esos eran los personajes? —le pregunto, levantando la mirada hasta su rostro.

—Porque estabas muy emocionada contándome, y me llamó la atención —responde, acercándose para dejar un beso en mi sien. —. Y me gusta escucharte hablar de lo que te emociona.

Aprieto su mano con más fuerza mientras dejo caer mi cabeza sobre su brazo, tapando mi rostro rojo con la otra mano mientras resuena la risa de Enzo en aquel pasillo lleno de tiendas. El rastro de Malena aún por el aire, dejándome un escalofrío en la espalda, como si la punta afilada de un cuchillo reposara sobre mi piel, advirtiéndome de algo que en ese momento no quise tomar con mayor importancia.

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora