ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 27

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Mi pierna sube y baja sin cesar por culpa de los nervios y la ansiedad. Vuelvo a revisar la hora en mi celular, marcando las ocho y media de la noche en la pantalla de bloqueo. La otra mano la tengo contra mi boca, mordiendo las uñas esculpidas sin cesar, como si fuera alguna manera de calmar lo que estaba sintiendo en esos momentos.

La casa está vacía, como lo presentía, a excepción de Rafa, mi gato, el cual estaba a unos metros de mi cuerpo, mirándome con ojos entrecerrados. No sé si podía sentir mis nervios, o que claramente algo pasaba conmigo, porque normalmente estaba tirado en mi cama o afuera en el patio. Esta vez, estaba sobre la mesa del comedor, donde yo desde la cocina podía verlo a la perfección. Su cabeza se giraba únicamente a otro lado cuando sentía algún ruido, pero a los segundos siempre volvía a mi dirección.

Me sigo mordiendo las uñas, revisando por quinta vez el mensaje que me mandó Enzo hace unos diez minutos. Leo las palabras una por una, soltando un suspiro y sintiendo que el cuerpo me temblaba sin control. Su último mensaje decía que estaba en camino, porque sí, nos íbamos a ver.

Él había pedido hablar, y yo al fin y al cabo quería lo mismo. Belu, tenía razón, teníamos que hablar y aclarar todas las dudas que al menos yo tuviera. Además, tenía treinta años, seguro sabía manejar estas situaciones, pero inevitablemente al pensar en eso, vienen las palabras de mi mejor amiga, diciendo que no por tener treinta significaba que era más inteligente. De nuevo, seguía siendo hombre.

Veo que Rafa abre atento sus ojos y mueve sus orejitas naranjas casi al mismo tiempo en que mira en dirección a donde se supone se encuentra la puerta principal. Su atención repentina solo me pone más nerviosa y anticipo lo que se viene gracias a su reacción. Ya estoy de pie incluso antes de que escuche el timbre de la casa resonar entre las paredes. Dejo el celular en la mesa y dándole una última mirada a mi gato, quien me observa alejarme, voy directo a la puerta. Me centro en la pantalla a un costado de ésta y me quedo mirando un rato a Enzo gracias a una de las cámaras que apunta directamente al lugar en el que se encuentra de pie. Está mirando el piso, limpiandose la suela de las zapatillas en el tapete. Pongo la mano sobre el picaporte y decido que tengo que afrontar esta situación sí o sí, así que abro la puerta de golpe. Él me mira y yo lo miro a él, pero ninguno de los dos habla. Mis ojos se fijan en la camioneta negra atrás suyo, en la cual intuyo vino hasta acá. Después lo miro de nuevo a los ojos antes de hacerme a un costado.

—Pasá. Estoy sola.

Enzo pasa y da un rápido vistazo a la casa antes de esperarme a mí. Cierro la puerta y ni siquiera vuelvo a verlo cuando me habla.

—Lo sé.

Ignoro el hecho de que sepa eso, porque mi cabeza está en otro lado, entretenida midiendo los niveles de nerviosismo que me estoy cargando en estos momentos. Camino en dirección al comedor, sintiendo sus pasos detrás de mí, resonando en el silencio de la casa, y en el del barrio. Noto que Rafa ya no está, así que intuyo que subió a mi habitación al escuchar una voz que no reconocería. No se aparecía ni en pedo si habían desconocidos en la casa.

—Sentate en el sillón si querés.

—Gracias. —dice, dejando su riñonera sobre la pequeña mesa de madera frente a él. Se sienta en el sillón y suelta un suspiro.

—¿Querés agua?

—No, estoy bien. Pero si vos querés, te espero.

—No.

Me siento a su lado, con una pierna arriba y flexionada, mirando de reojo su cuerpo, sin ser capaz de mirarlo directamente a los ojos.

—¿De qué querés hablar en especial?

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora