ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 6

5.2K 421 83
                                    

ENZO VOGRINCIC •

Estoy sentado en el apoya brazos de uno de los sillones, atrás mío, recostado en éste se encuentra Esteban hablando con otros chicos. Yo sigo escuchando la conversación de Agus, Mati y Valentino sobre algo del clima en España. No les presto mucha atención porque me pierdo en la risa femenina a unos metros de nosotros. Volteo mi cabeza solo un poco para concentrarme en Oriana y Juani, quienes desde que se saludaron en el evento no se han separado, siendo como garrapata y perro. Ambos están parados frente al ventanal y no llego a escuchar qué dice él que genera que Oriana se ría a cada rato.

—¿Qué onda la hija del fotógrafo? —pregunta Valentino.

Todos lo miramos al mismo tiempo, pero siento un escalofrío cuando veo que solo me está mirando a mí. Me froto las manos y siento que los otros dos también se giran a verme, intercalando sus miradas entre Ori y yo.

—¿Oriana?, ¿Qué tiene?

Valentino me sonríe con complicidad, yo me mantengo quieto sin decir nada más, porque no tengo nada más para decir en realidad. No sé a qué quería llegar con su pregunta realmente.

—La miras mucho me parece.

Agus y Mati comparten una mirada, como si sus cabezas estuvieran conectadas por el mismo pensamiento. Estoy a punto de defender mis acciones, pero Mati me gana la palabra.

—¿Te estás garchando a la hija de Jaime?

Me pongo de pie rápidamente y le tapo la boca con ambas manos, desesperado por la forma tan despreocupada en que la dijo. Miro a mi alrededor al igual que ellos tres, y me permito soltar un suspiro, relajándome cuando todos siguen en sus conversación, más que nada Oriana, que sigue riendo con Juani, Juani y su repentino humor que nos hace reír a todos, al parecer. Me peino el pelo para atrás pero no me doy el lujo de volver a sentarme, sino que me quedo parado en caso de que alguno se la vuelva a mandar.

—¿Podes hacer más silencio? —lo reto a Mati y él levanta ambas manos en forma defensiva. —. No chicos, por Dios, ¿Cómo van a pensar eso?, ¿Tan locos?

—Desde que llegaste no la dejas de mirar, Enzo —dice Valen de nuevo. —. Teniendo en cuenta que lo primero que nos preguntaste fue si se había mandado alguna. ¿Desde cuándo nos preguntas por ella?

—Es una nena, chicos —digo como si eso fuera un delito para todos. —. ¿Cómo van a pensar algo así?

Vuelven a mirarse entre ellos tres con complicidad, y yo estoy seguro que no creen en mis palabras. Se forma un silencio en el que todos tomamos un trago de lo que tenemos en nuestros vasos.

—Mati se maneja a una de treinta y dos, ¿No es lo mismo?.

En cuanto Agus menciona ese tema, casi me ahogo con la gaseosa, por lo que la dejo a un costado en la mesa de madera del centro, sin tener el coraje suficiente para volver a la ronda, pero me obligo a hacerlo.

Los recuerdos llegando a mi cabeza como balas, uno detrás del otro. Por inercia cierro los ojos y agacho la cabeza, fijándome en el suelo bajo mis pies. Frustrado y cansado de recordar a dicha novia que al día de hoy no puedo ver en persona.

No quiero verme sospechoso por mi falta de respuestas, así que vuelvo a mirar arriba, pero mis ojos concentrados en los de Agustín.

—No, no es lo mismo.

Me cruzo de brazos y desvío la mirada al ventanal detrás de Valen, viendo la lluvia aún caer por el vidrio y el viento soplar. Trato de concentrarme en eso ya que no quiero volver a los recuerdos que mi cabeza se esmera tanto en atormentarme. Suelto un suspiro y vuelvo a escuchar la risa de Oriana a unos metros, pero me niego a mirar porque puedo ver que Valen me mira tan directamente que me incomoda.

—¡No, boludo!

—Dale tonta, es solo lluvia. —dice Juani.

Aprieto mis manos en forma de puños, resistiéndome a voltear a ver lo que están haciendo para que diga algo así. ¿No tenían pensando salir afuera, o sí?. Hace frío, sumando que corre viento, si salen se van a empapar y morir de frío.

Escucho el murmullo de mis tres amigos a mi costado y ya no sé qué hacer en esos momento. Me siento tan observado y reprimido que solo quiero irme a mi habitación, encerrarme y no salir basta que sea la hora de la cena. Pero de nuevo, se me hace inevitable no girar a ver al dúo de menores que sigue riéndose a nuestro lado.

—No te retengas por nosotros sabes. —dice Agustín, y los tres sueltan una pequeña risa.

Tomo una bocanada de aire y mantengo la mirada en el vidrio, sin querer darles la razón de algo que no es verdad.

Oriana es una nena, tiene veinte años, yo treinta. Ya no tengo veinticinco como para pensar en andar con alguien de veinte, como pasó con Sofi, mi ex. Nos llevamos diez años de diferencia y aunque no puedo negar que Oriana si tiene su atractivo, se me hace difícil no pensar en la brecha de años. No depende solo de los años, si no también la mentalidad que hay entremedio, claramente mis prioridades no son las mismas que las de ella. Mientras Oriana recién está aprendiendo sobre la etapa adulta, yo ya pasé por los quilombos que conlleva, por eso, y más cosas, seguía siendo una nena para mí, porque no tiene idea de lo que se le viene en los próximos años.

Además, si ella era parecida a Matías, con más razón no estaría con alguien de veinte. El reflejo de Oriana siendo como Mati me aterroriza, pero en lo poco que llevaba hablando con ella, podía distinguir cuando alguien seguía siendo una nena, y no una mujer, y Ori aún era una nena.

—¡Juani!, ¡No!

No me aguanto, más cuando escucho gritos más desesperados. Ignorando los tres pares de ojos que me miran a mí derecha, murmurando entre sí, volteo a ver a Oriana para saber por qué grita y se ríe al mismo tiempo.

—Vamos, te tenés que bañar en algún momento, mugrienta.

Juani la carga sobre su hombro, Ori posando las manos en su espalda baja mientra se ríe. Se remueve en sus brazos, pero él no frena su andar hasta que están frente a la puerta del hotel. Todos los miramos, así que ya no me siento tan perseguido por Valen, Mati y Agus.

—Tené cuidado, Juani. —le avisa Esteban.

Juani le levanta el pulgar en señal de que escuchó lo que le dijo, y sin más salen por la puerta, ahogando los gritos de Oriana. Me paro y me acerco al vidrio, sin prestar atención que Valentino me deja el pase libre, corriendose a un costado. Cruzo mis brazos sobre mi pecho y observo cómo juegan con el barro, tirándose bolas del mismo a la ropa. Tenso mi mandíbula mientras los veo, y es cuando me quiero pegar a mí mismo cuando Valentino vuelve a hablar atrás mío.

—Que hijo de puta Juani, ¿No, Enzo?

—Que hijo de puta Juani, ¿No, Enzo?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


No olviden de votar, putettes 🎀💋

• 𝐒𝐨𝐦𝐞𝐨𝐧𝐞 𝐎𝐥𝐝𝐞𝐫 • | 𝙴𝚗𝚣𝚘 𝚅𝚘𝚐𝚛𝚒𝚗𝚌𝚒𝚌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora