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—Son varias alternativas, señor—comenzó Jaken, con su explicación—. La primera consistiría en hacer justo lo que Naraku hizo con su familia, obligarla a hacer una venta ficticia de todos los bienes. La segunda, sería casarse, pero esa no tendría sentido, considerando la anterior. Indiferentemente, para que alguna de las dos condiciones se cumpla, Naraku tendría que estar muerto, señor. Sería imposible con él en vida. 

—Descarta la segunda—contestó tajante—. La obligaremos a vender—decidió. 

—Sí, señor. Justo en eso estaba pensando—río el asistente—. Sería tonto imaginarlo casado con esa. 

El hombre hizo una mueca de desagrado, al escuchar las idioteces de su asistente. ¿Casarse con la hija de Naraku? Ni muerto. 

Con aquello en mente, se dirigió a la habitación de su rehén. Necesitaba poner las cartas sobre la mesa.

La puerta se abrió y Rin se removió inquieta al ver a la persona que hacía su aparición. Por un momento, temió que fuese aquella mujer.

—Tu padre me debe mucho—dijo Sesshomaru y Rin asintió, ya conocía la historia del robo de su patrimonio—. Hablaste de colaborarme y de querer hacer las cosas bien, también hablaste de tu sentido de justicia, así que por eso te preguntaré: ¿Estarías dispuesta a devolverme lo que me pertenece? 

—Si—contestó. Si estuviese en sus manos por supuesto que lo haría, lastimosamente ese no era el caso—. Pero yo no tengo ese poder. Mi padre maneja todo. No hay nada a mi nombre. 

«Por ahora», pensó Sesshomaru, pero claramente no se lo dijo. 

—Bien. 

—¿Bien?—se preocupó la jovencita ante la extraña actitud. 

Inmediatamente, el horror se apoderó de sus orbes al detallar en la única alternativa para tener tal poder. 

—¿Lo mató? ¿Ya lo hizo?

—¿Y si ese fuese el caso? ¿Lo devolverías? 

El corazón de Rin latió desbocado, a la vez que sus ojos se humedecían. ¿Su padre había muerto? ¿Era eso lo que le quería decir?

La muchacha se llevó una mano a la boca y contuvo a duras penas un sollozo. Su papá era un mal hombre, recién lo había descubierto; pero antes de eso, había sido el mejor papá, presente, amoroso. ¿Cómo podría alegrarse de su muerte? ¿Cómo podría serle indiferente?

—Contesta—se exasperó Sesshomaru, al ver cómo lloraba por la supuesta muerte de Naraku. A ese nadie debería de llorarlo, merecía morir únicamente rodeado de desprecio. 

—No—susurro entonces—. ¿De qué tanto se queja? Usted es igual a él. Usted también merece sufrir y si yo puedo tener parte en eso, entonces lo haré—habló con vehemencia. Se sentía triste, pero a la vez muy molesta—. No le daré lo que tanto quiere. ¡No se lo daré!

El hombre se enfureció mucho más al escucharla. ¿Cómo se atrevía a negarle lo que le pertenece?

—¿Qué no me lo darás?—sus ojos relucieron con furia, mientras decía aquellas palabras en un tono bajo, mortal. 

La amenazaba, estaba implícita en aquellas palabras, pero a Rin ya no le importaba. ¿Qué más podía perder? Que la matará de una vez. 

—No—repitió tercamente, llevando al límite su escasa suerte. 

Su captor dio un paso y ella cerró fuertemente los ojos, esperando por lo que sea que fuese a suceder. Sin embargo, transcurrieron los segundos y nada paso, no fue jalada bruscamente, tampoco fue lanzada muy lejos, ni recibió ningún golpe. Sintiendo curiosidad al respecto, abrió sus ojos lentamente y lo miro; los ojos dorados del hombre estaban fijos en ella, parecían querer traspasarla con aquella mirada de hielo, pero a la vez, parecían querer escudriñar en lo más profundo de su alma. Ese hombre era un misterio. 

—Lo harás. Lo quieras o no—dijo tranquilo, convencido de su afirmación. 

«¿Qué estaba tramando?», se preocupó al detallar en su tranquilidad. 

—No—contradijo reacia—. No lo devolveré si eso implica que mi padre muera. 

—Qué necia eres—dijo el hombre al detallar en su ingenuidad. Al parecer, la hijita de Naraku creía que el mundo funcionaba como una utopía—. ¿Acaso no te das cuenta de que si tu padre va a la cárcel sus bienes serán confiscados en su totalidad?

Rin abrió muy grande los ojos al darse cuenta de aquel detalle. Eso sí era un verdadero problema. 

—Pero… debe haber otra manera—dijo tratando de considerar otra alternativa. Se negaba a permitir que lo matarán, se negaba a permitir que su padre muriera sin lograr reivindicarse de sus pecados. Aun la peor persona, merecía otra oportunidad.

—No la hay. 

La muchachita negó y se miró insistentemente sus manos, tratando de dar con una solución. De repente, su mente se iluminó con una idea, no supo exactamente de dónde surgió, pero era brillante. 

—¿Y si logro que mi padre me traspase sus bienes antes?

Sesshomaru se dio de cuenta de lo ilusa que era la niña, al parecer se aferraba hasta el último momento a la idea de que su querido padre no muriera. Qué tonta. 

—¿Y como lo harías?

—Yo…—el cerebro de Rin trabajaba muy rápido—. Q-quizás, quizás sí…

—No te liberaré. No importa que tonta excusa inventes. 

—No tiene por qué hacerlo—dijo con mayor seguridad—. Solamente necesito que me permita hablar con una persona. 

A Sesshomaru no le gusto esto último. 

—¿Quién es?

Al darse cuenta de que tenía que revelar el nombre de su aliado, Rin se lo pensó mejor. ¿Qué le hacía creer que ese hombre cumpliría con su palabra? ¿Qué le hacía creer que no mataría a Kirinmaru también?

Los segundos pasaban y no había respuesta. Ninguno de los dos confiaba en el otro. 

—Usted ni siquiera me ha dado su palabra. Yo no… confío en usted. 

—Tampoco pensaba dártela—contesto con frialdad. Ella no estaba en condiciones de negociar nada. 

—Muy bien, olvídelo. 

El hombre frunció el ceño, ni siquiera sabía por qué perdía el tiempo preguntándole este tipo de cosas. Cuando su padre muriera, la llevaría a si fuese a rastras a cumplir con todos los trámites legales. Y no iba a poder oponerse sin importar lo que le acabará de decir. 

Yako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora