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Y aunque no quería obedecer, terminó usando aquel vestido, que, aunque era bonito, estaba lejos de ser lo que hubiese escogido. 

Rin se miró en el espejo e hizo una mueca de desagrado. Era un elegante vestido de seda, con un tono entre lavanda y rosa, que evocaba delicadeza. Irónicamente, la delicadeza del vestido contrastaba brutalmente con la realidad de su situación, la cual distaba mucho de ser agradable.

Sin poder evitarlo, miró sus uñas, las cuales habían perdido todo color y estaban completamente sucias. Sintiéndose extraña las ocultó tras su espalda. 

«¿A dónde la llevarían?», se preguntó con temor. 

Minutos después, se encontraba en el interior de un auto, siendo llevaba a quién sabe dónde, como si no fuese más que una muñeca de trapo. 

En su interior, deseaba protestar, deseaba decir algo, armar un escándalo. Pero una leve mirada a su alrededor le hacía entender que no tenía caso. 

Cuando el auto se detuvo, Rin se imaginó un montón de cosas, se imaginó cualquier tipo de lugar, menos, el que tenía delante. Se trataba de la fachada de un hotel, pero no era cualquier hotel, recordaba haber venido a ese hotel en varias ocasiones, a grandes eventos en compañía de su padre. 

—Andando—le dijo uno de los hombres encargados de llevarla. 

A medida que entraba al sitio, se daba cuenta de que el lugar estaba decorado para algún evento, sin embargo, había algo extraño, puesto que no parecía una fiesta especialmente, sino más bien…

La expresión de la jovencita se tornó horrorizada al detallar en los flashes de las cámaras fotográficas, que iban y venían, creando una danza de luces que iluminaban el rostro de aquel demonio. El hombre, se encontraba de pie, frente a un atril, con una sonrisa serena en su rostro, la cual se ensanchó al detallar su presencia. 

—Buenas tardes a todos. Agradezco su presencia en este día tan importante para mí—comenzó, su voz completamente diferente a la que conocía—. Como muchos de ustedes saben, luego de la tragedia que marco mi vida, he vivido años en silencio, alejado del ojo público. Pero hoy estoy aquí, ante ustedes—señalo al público, como el buen actor que era—, no solo para contarles que fue de mi vida y del legado de mi familia. Sino también para anunciarles mi compromiso y presentarles a la mujer con la que quiero compartir mi vida. 

Un coro de aplausos se escuchó, al tiempo en que aquellos ojos dorados, se giraban en su dirección, paralizándola por completo. 

«¿Qué significaba esto?», se preguntó Rin con el leve impulso de salir corriendo. 

La mano del hombre se extendió en su dirección y como si fuese una marioneta sin vida, caminó en su dirección, dedicando sonrisas falsas a los espectadores a medida que sus pies se iban moviendo. 

«¿Pero qué estás haciendo?», se reprendió a sí misma, con aquella mueca grotesca adornando sus labios, aquella mueca que se suponía era una sonrisa. 

—Tengo el honor de presentarles a mi prometida—dijo una vez, estuvo a su lado—. Rin Onigumo—la mencionó, y las luces de las cámaras brillaron con mayor fervor. 

Por un momento, tuvo la impresión de que quedaría ciega ante tanta iluminación, pero en realidad, aquel era el menor de sus problemas. Recién se daba cuenta de que acababa de aceptar ante el mundo que iba a casarse con ese sujeto. 

«¡Por el amor de Dios! ¿Pero qué había hecho?», se horrorizó.

Sintió la necesidad de apartarse de inmediato, de alejarse de sus garras; pero el hombre, dándose cuenta de esto, la apretó con mayor fuerza, sus dedos, enterrándose en la piel de su brazo, mientras su rostro se mantenía sereno, inescrutable. 

—¿Qué ocurre, cariño? ¿Estás nerviosa?—le susurró al oído, mostrándose como un novio atento y preocupado. 

Rin tuvo el impulso de apartarlo y acabar con su teatro, pero algo en medio de aquel público captó su atención. De pronto, su corazón empezó a latir desbocado y su boca se entreabrió con sorpresa. 

—Kirin…—estuvo a punto de llamarlo, pero su brazo, ese que de por sí ya sufría la fuerza del agarre de ese sujeto, pareció protestar y quejarse, por lo que ahora sufría. 

—Ni se te ocurra—le siseo, dejándola en medio de una encrucijada. 

¿Sería esta su oportunidad de escapar? ¿Habría venido Kirinmaru a rescatarla?

Yako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora