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Rin no había podido parar de llorar, la confesión de su padre no hacía otra cosa que repetirse en su mente. Atormentándola.

—¡Mamá!—lloró la joven contra la almohada, imaginando a una mujer muerta a causa de la crueldad de su progenitor.

Sentía que necesitaba huir de ese lugar, lo necesitaba incluso más que el aire para respirar. No podría soportar mirarlo nuevamente. Su padre era un monstruo.

—Rin, no has comido nada—dijo Kirinmaru, entrando en la habitación.

—Sácame de aquí—suplicó desde la cama—. Sácame, por favor.

—Rin, tu padre…

—¡No me importa!—gritó desesperada.

Kirinmaru se acercó a ella y acarició sus cabellos.

—Tranquila, no grites—le hizo un gesto con el dedo para que guardara silencio—. A tu padre no le gusta verte así. Lo enfurecerás.

—Yo no quiero estar aquí. ¡¿Por qué me trajiste?!—le reclamó llorando contra su pecho, al tiempo en que hacía puño su camisa.

—Rin, ¿volverás con eso?—negó—. Se suponía que estarías mejor con tu padre que con ese hombre.

—No, no podría estar mejor con mi padre. ¡Él es un monstruo!

—Sesshomaru también lo es.

Rin lo miró fijamente y luego secó las lágrimas que manchaban su rostro.

—Entonces llévame a otra parte—pidió.

—Rin…

—Por favor—suplicó acercándose. Sus rostros quedaron lo suficientemente cerca uno del otro.

El hombre abrió muy grande los ojos, al tiempo en que ella lo agarraba de cada lado de su rostro y estampaba sus labios en contra de los suyos con fervor.

—Haré lo que sea—dijo alejándose un poco, luego de haberlo besado de semejante manera.

—Rin…—murmuró Kirinmaru, sin poder creerse lo que había hecho y mucho menos su propuesta.

Pero Rin no le dio tiempo a analizar nada y se afianzó de su cuello, a la vez en que devoraba su boca. Kirinmaru le correspondió el beso con manos ansiosas, y la recostó en la cama. El pecho de ambos subía y bajaba ante la adrenalina de la situación, pero ninguno quería detenerse. Rin necesitaba ese escape, necesitaba que la sacará de ese sitio y no le importaba pagar el precio.

Cuando se dio cuenta estaba semidesnuda, su pecho al aire, la cara de Kirinmaru en medio de uno de sus senos. Y la promesa de que, después de eso, sería finalmente libre.

—No es necesario hacer esto…

—Shhh, solo tómalo y luego vayámonos de aquí—lo silenció, alentándolo a continuar.

Kirinmaru dudó, por supuesto, que lo hizo, no era así como se había imaginado su primera vez con ella. Sin embargo, Rin se lo estaba pidiendo y él no la estaba obligando, por lo que no vio realmente un problema. Pero en realidad sí había un problema y lo supo cuando comenzaron a escucharse disparos afuera.

—Maldición.

Rápidamente, se alejó y comenzó a arreglarse la ropa. Sacó su arma y se aproximó hacia la puerta.

—¿Qué pasa?—se asustó Rin.

—No lo sé. Hay ruido afuera—explicó abriendo la puerta—. Espérame aquí.

Rin lo vio desaparecer y un escalofrío la invadió por completo cuando pudo escuchar los disparos que provenían del exterior.

—Algo está pasando—murmuró, mientras se acomodaba también la ropa.

A los pocos segundos, Kirinmaru volvió a aparecer y por su expresión, supo que algo estaba muy mal. 

—Apresúrate—tomó su mano y la jaló para sacarla de la habitación.

—¿Q-Qué pasa?—no pudo ocultar el temblor en su voz.

—Es Taisho—le dijo—. Está aquí.

—¿Qué?

Rin se detuvo por completo, al tiempo en que sus oídos se llenaban con el latido de su corazón. El ruido del exterior desapareció y la imagen de Kirinmaru se distorsionó.

—¡Rin! ¡Rin!

El cuerpo de la muchacha se volvió flácido y Kirinmaru lo sostuvo al tiempo en que veía hacia todos lados.

—No es momento para esto, Rin—le dio un par de palmadas en el rostro, buscando que reaccionara. La necesitaba despierta, porque, de lo contrario, huir sería una misión imposible.

—Kirinmaru—murmuró abrumada por la taquicardia y el dolor de cabeza.

—Vamos.

Kirinmaru la enderezó y los dos pretendieron escabullirse por uno de los pasillos, sin embargo, aquel escape era demasiado bonito para hacerse realidad. En un mundo sumido por la venganza y el rencor no existían las cosas bonitas, mucho menos las buenas.

La maldad y la ferocidad de unos ojos dorados, los esperaba al final del pasillo. La muchacha sintió que el aire se hacía deficiente, a medida que aquella mirada dorada le quitaba incluso la capacidad para respirar.

Lo que vino después sucedió demasiado rápido como para que su aturdido ser lo pudiese procesar. Lo único que supo fue que Kirinmaru disparo en dirección a Sesshomaru, al tiempo en que él le disparaba también. El resultado fue un Kirinmaru arrodillado con un disparo en cada pierna y un Sesshomaru que caminaba lentamente hacia él. 

—¡No!—gritó Rin ante la espantosa escena.

Kirinmaru volvió a apuntar en dirección a Sesshomaru, pero una patada en su mano le hizo volar el arma muy lejos. Rin intentó interponerse, sin embargo, Sesshomaru la apartó con un empujón que la hizo caer al suelo.

Luego de eso aquello se convirtió en una lucha que estaba en completa desventaja, era una masacre en realidad. Rin lloró y gritó, al ver como su amigo recibía un golpe tras otro, una patada tras otra. Sin poder permitir que sufriera aquel final, se levantó y comenzó a golpear a un Sesshomaru que no quería quitar su bota de la cabeza de un Kirinmaru ensangrentado, a punto de abandonar este mundo terrenal.

—¡Lo mataste! ¡Lo mataste!—le gritaba a la vez que lo mordía y le pegaba intentando apartarlo, pero nada lo alejaba de su objetivo, sus esfuerzos eran nada para él.

Yako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora