—¿Qué pasa? ¿Por qué tantos gritos?
Kagura se había aproximado hasta la habitación de Rin, pero antes de entrar y averiguar qué sucedía, Sesshomaru había salido de la misma transformado en todo un energúmeno.
—¡Sesshomaru!—lo llamó en medio del pasillo.
El hombre se giró a penas y la fulmino con esos ojos dorados bañados en sangre.
—No me sigas—le advierto, en un tono que la dejó por un segundo temblando.
—Maldita hija de Naraku—murmuró Kagura con un deseo creciente, de cruzar aquella puerta y hacerle pagar por lo que sea que hubiese sucedido.
Horas más tarde, Kagura entró en la habitación de Sesshomaru. El cuarto estaba sumergido en una oscuridad absoluta y estuvo a punto de encender la bombilla si no hubiese sido por una gélida voz que la había detenido.
—¡Largo!—ladró el hombre desde una esquina.
—Sesshomaru, ¿qué sucedió?—insistió ella con la misma pregunta, necesitaba entender qué estaba pasando.
Unos pasos resonaron en la negrura y al segundo siguiente, alguien la había agarrado del brazo y abierto la puerta empujándola al exterior.
Kagura se encontró nuevamente fuera de la habitación, viendo cómo la puerta se cerraba en su cara.
El malhumor de Sesshomaru se mantuvo durante varios días, varios días en los que se dedicó a fulminarla con la mirada, a apartarla como si su sola presencia fuese algo que detestaba.
¿Pero detestarla? ¿Por qué?
Eso no tenía sentido, ellos eran un equipo. Estaban juntos en esto, siempre lo habían estado.
—¡Sesshomaru, ya basta de evitarme!—le gritó histérica, una tarde.
El hombre gruñó ante su arrebato, realmente parecía un animal rabioso y no encontraba una explicación lógica para eso. ¿Qué le había hecho la maldita hija de Naraku para tenerlo en ese estado?
—¿Por qué me evitas? ¿Por qué me miras de esa forma?—continuó ella ante su silencio—. ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Acaso estás permitiendo que nos separen?
—¿De qué estás hablando?—le soltó áspero, como si lo único que hiciese fuese hablar idioteces.
—De que lo está logrando—siguió Kagura, mostrándose cada vez más convencida de sus palabras—. De que esa maldita está logrando separarnos.
Sesshomaru frunció el ceño, al tiempo en que Kagura cada vez se sentía más segura de lo que decía.
—Es ese su plan, ¿no lo ves? Quiere destruirnos. ¡Es la hija de Naraku!—bufó, como si por el simple hecho de ser su hija, Rin fuese incluso mucho más retorcida que el padre.
—Es solo una mocosa—le restó importancia Sesshomaru. Rin no tenía armas para pelear contra ellos.
—No, no lo es—lo contradijo ella—. Si fuese una simple mocosa, como tú dices. No te tendría en este estado.
Los ojos del hombre la fulminaron, nuevamente.
—Es demasiado evidente. Esa está jugando sus cartas y tú estás permitiendo que gane.
—Nadie está ganando nada. Y deja de fastidiarme. ¡Me tienes harto!—explotó finalmente.
Kagura se sintió dolida por esas palabras tan crueles, pero se mantuvo en su posición.
—Si no está ganando, entonces no me evites—dijo acercándose con pasos lentos y mensurados—. Deja que te ayude a deshacerte de ese malhumor. Necesitas pensar con la cabeza fría y ahorita no la tienes. De alguna manera estás ardiendo en medio de algo que no puedo comprender. Pero quiero ayudarte, déjame hacerlo—concluyó colocando una mano sobre su pecho y deslizándola lentamente.
Sesshomaru cerró los ojos por un instante y ella se sintió triunfante.
—Sé que necesitas de esto—prosiguió con voz seductora—. Puedes hacerme lo que quieras, no te detendré. Sabes que puedo soportarlo todo, que no me quejaré, ni intentaré apartarte. Yo soy la única que puede hacerlo—le dijo, como si estuviese plenamente convencida de que nadie más podría soportar su intensidad en la cama.
Kagura se inclinó para besarlo en los labios, pero él puso una mano en medio de su pecho y la alejó.
—Ahora no quiero—soltó rotundamente, marchándose de la habitación.
—¡Maldita sea, Sesshomaru! ¡Estás dejando que gane!—grito ahora sí, completamente histérica.
[…]
Rin había pasado una semana entera sin salir, sin ver a ese hombre y sin poder dormir.
—¿Está seguro de que no lo atraparon?
—¡Todos los días preguntas lo mismo, niña!—soltó Jaken, sintiéndose ofuscado.
—Señor Jaken, entienda, es… importante para mí.
—Estás enamorada de ese hombre, ¿no es así?—la miró con esos ojitos saltones, sabios.
—Lo estoy. Mucho.
—¡Ay, mocosa!—se lamentó el hombrecito, como si lo acabase de decir fuese terrible—. Lo que hizo es imperdonable. Mira que violar la seguridad del jefe. Eso no es algo que él olvide fácil.
—Pero tenemos un trato—le dijo como si aquello fuese un escudo protector para Kirinmaru.
—Puede que lo tengan. Pero él no está nada contento, ¿sabes?
—Pues no me importa su estado de ánimo—soltó sin miramientos—. Tenemos un trato y debe mantenerlo.
—El amo tiene palabra—concordó Jaken, hablando con gran admiración—. Pero hay cosas que… puede que se le escapen.
—¿Qué cosas?
Rin sintió curiosidad, pero Jaken negó sin querer ahondar en su reflexión.
—Es un humano como cualquier otro—dijo después de algunos segundos de silencio—. Solamente eso te diré.
—¿Humano?—bufó la muchacha mostrándose en desacuerdo—. Ese es un demonio.
Jaken la miró muy fijamente y luego volvió a negar.
—Quizás no te has permitido ver más allá.
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Yako
FanfictionYako era su nuevo nombre, el nombre que lo bautizo en aquel mundo plagado de muerte y de venganza. Tras la muerte de su familia, deseaba una sola cosa: hacer pagar con su sangre a su enemigo. Sin embargo, en su camino a la venganza, no contaba con...