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Naraku se quitó la chaqueta que portaba, la cual ocultaba un chaleco antibalas. Parecía haber estado preparado para esto, pero no era el único. 

—Sabía que no eras tan estúpido de venirte sin nada—felicitó a Sesshomaru, luego de que sus hombres lo despojaran de un chaleco similar. 

La herida de bala que tenía en su abdomen era superficial, pero de igual forma emanaba sangre y daba la impresión de arder.

—No sé qué pensaría tu padre si pudiera verte en este instante, siempre solía hablar muy bien de ti—le dijo a un Sesshomaru que acababa de ser atado de pies y manos—. “Mi hijo es un genio”, solía decir. Era un poco pretencioso, ¿sabías?

Sesshomaru lo escuchaba con atención, pero no decía nada, su expresión estaba completamente en blanco. 

—¿Qué diría mi amigo Toga, si supiera que su querido genio se convirtió en nada más ni nada menos que un asesino?—se mofó. 

Naraku sabía bien dónde presionar para generar una reacción. Era realmente retorcido. 

—Ah, cierto—agregó con dramatismo un momento después, como si acabará de recordar un detalle importante—. Cierto que no lograste compartir mucho con él, después de todo murió de forma prematura. Lástima que se hubiese ido tan pronto, ¿no lo crees? Era un hombre joven y lleno de vida.

—Maldito—rugió Sesshomaru, sacudiéndose fuertemente como si con eso pudiese romper sus ataduras. Era fuerte, pero lamentablemente no lo suficiente. 

—Toga era un buen amigo—siguió diciendo Naraku, mientras daba un par de pasos en su dirección—. Pero también era muy tonto si me lo preguntas. 

—No sigas refiriéndote a él—lo acalló—. Su nombre queda demasiado grande en tu maldita boca. 

—¿También debería decir que queda grande en la tuya?—sonrió con ironía—. No me malinterpretes, Taisho. Nunca quise matarlo. Era mi amigo. Pero tu padre era muy fiel a sus principios y eso, en este mundo, es un grave defecto.

—¿Y por qué debería ser eso un defecto?—interrumpió Rin, quien acababa de recuperar su capacidad del habla, luego de comprobar que Sesshomaru estaba bien.

—Porque en este mundo no hay espacio para los débiles—le explicó Naraku como si no fuese más que una niña de cinco años—. Esto era algo que debí enseñarte desde el principio. Me pregunto si cometí un error al mantenerte ajena a mi verdadero mundo. 

—El error fue involucrarte en ese mundo, padre—le reprochó. 

—No, el error fue que crecieras como una debilucha—la mirada de Naraku se ensombreció—. Ha llegado el momento de que recibas unas cuantas lecciones de tu padre—dijo un instante de darle una orden silenciosa a uno de sus secuaces. 

—¡No, suéltame!—trató de liberarse del inesperado agarre. 

—Juguemos un juego, Rin—la voz de su padre se escuchaba espeluznante. 

—¡No, no quiero jugar nada!

—No, te equivocas—la silenció con rabia—. Jugarás, lo quieras o no.

—No—susurró Rin, al ver que sacaba un cuchillo. 

—Esta será una decisión sencilla, estoy seguro—continuó su padre, como si conociera su respuesta de antemano—. Sé lo mucho que te agrada Kirinmaru, no creas que he ignorado como lo miras.  

Rin se estremeció ante las palabras de su padre y le resultó inevitable no mirar en dirección a Sesshomaru, pero él no la veía. 

—Entonces, Rin. Te daré el privilegio de decidir quién vivirá y quién no—agregó haciendo un gesto para que un hombre, levantará a un Kirinmaru inconsciente—. Ahora decide, ¿su vida o la de él?—preguntó señalando de Sesshomaru a Kirinmaru. 

—Papá…

—¡Decide, Rin!—apremió dando un cuchillazo al brazo de Kirinmaru. 

Rin gritó. 

—¡Basta, por favor!

—¿Eso quiere decir que ya hiciste tu elección?—preguntó caminando en dirección a Sesshomaru. 

Rin vio que iba a hacer exactamente lo mismo con él, así que gritó más fuerte. 

—¡Detente!

—¿Entonces quiere que mate a Kirinmaru?—cambio de dirección. 

—¡No, no!—lloró. 

—Elige Rin—se acercó a ella y la tomó de los cabellos con fuerza—. Eres mi hija, no una debilucha. 

—Papá, no quiero que mates a nadie, solo…

—De acuerdo, que sean los dos.

La sonrisa que retorció las facciones de Naraku hizo que el temor creciera en el corazón de Rin, impulsada por una fuerza desconocida, se soltó del hombre que la sujetaba y empujó a su padre antes de que llegara dónde Kirinmaru, porque era él su primer objetivo. 

—¿Qué crees que…?

La pregunta murió en la voz de Naraku, cuando vio que Rin no solamente lo había empujado, sino que también lo había despojado del arma que poseía.

—¿Entonces prefieres matar a tu padre?

—Sí—contestó desafiante, empuñando el arma con sus dos manos. A pesar de que había lágrimas corriendo por sus mejillas, la determinación empeñaba sus orbes marrones. 

Yako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora