—¿Qué demonios has hecho, Sesshomaru? ¿Cómo se te ocurre…?
—Silencio, Kagura—la silencio, con voz fría.
La mujer se quedó paralizada, viéndolo sin comprender. ¿Entonces no le importaban sus sentimientos? ¿No le importaba que todo se acabará por culpa de esa niñita?
—¿Qué significa entonces?—pidió saber con su corazón herido.
—Significa que estoy un paso más cerca de mi venganza—le explico mirándola con aquellos ojos dorados tan intensos e inexpresivos—. Significa que voy a recuperar lo que me pertenece. Nada más—puntualizó al ver que la mujer se había armado toda una película con respecto al bendito matrimonio.
—Pero te vas a casar… y con esa—completo Kagura con una expresión de repugnancia. Le daba asco la sola idea de compartir a su hombre con la hija de Naraku.
—Yo no estoy más feliz que tú.
Sesshomaru desvío la mirada, la mención del matrimonio, atormentándolo nuevamente.
—Pero ya nada será igual. Ya no podremos…
—No seas ridícula—fue la contestación del hombre, su voz desprovista de toda emoción—. Nada va a cambiar—le hizo saber.
Los ojos carmesí se iluminaron ante ese pequeño destello de esperanza.
—¿Quieres decir que…?
—Es bastante obvio, Kagura—la corto cansado.
Ante tal contestación, Kagura no pudo aguantar la emoción que sentía y le dio un beso en los labios. Acababa de decirle que su relación se mantendría igual, que el matrimonio con la niñita no significaba nada, y que ella seguiría siendo su mujer, la única en su vida.
[...]
Rin se había imaginado su cumpleaños número dieciocho de muchas maneras: había imagino un salón grande, repleto de personas congregadas para festejar su día especial; también, se había imaginado a su padre obsequiándole un auto, un Mercedes Benz color blanco para ser exactos, pero no de cualquier blanco, recordaba haberle pedido de un blanco satinado, porque, según ella, eso la haría resaltar más, la haría verse más glamourosa.
«Qué tonta», pensó ahora, viéndolo en retrospectiva.
Siempre había sido una niña mimada y consentida, una que no se preocupaba por nada más que estar a la moda, por nada más que el hecho de que el color de su esmalte combinara con su ropa, y ahora, en cambio… Miró a su alrededor sin poder evitarlo. ¿Qué era ahora?
—La prometida de ese hombre—se recordó en voz baja, resignada.
Pero al mismo instante en que se dijo esas palabras, bufó de forma irónica.
«La prometida», pensó, esa era una palabra demasiado grande para lo que en realidad era.
La verdad era que no era nada. Tenía más de una semana desde que le había pedido matrimonio a su particular manera, claro; y, desde entonces, no le había vuelto a ver la cara. Y no era que quisiera volver a mirarlo, por supuesto que no, pero necesitaba respuestas. Necesitaba saber el porqué de todo esta absurda situación.
—Veo que estás muy pensativa—señaló Jaken desde el umbral de su habitación.
—Usted…
Rin lo miro rabiosa.
—No empieces, niña. Mejor cámbiate de ropa, mi jefe está muy impaciente.
—¿Qué?
Le resultó inevitable ocultar su expresión de terror. ¿Su jefe estaba impaciente? ¿Y eso qué quería decir?
—No hagas tantas preguntas. Solo arréglate.
—¿Arreglarme? ¿Y para qué?
—¡Cielos santos!—el hombrecito parecía a punto de perder los estribos—. Mira, niña, acaba de entender una cosa: no estás en condiciones de preguntar ni de cuestionar nada. Lo único que tienes que hacer es obedecer, ¡¿entendido?!
—¡No! ¡No entendí nada!—le gritó de igual forma—. ¡¿Dígame de una maldita vez, qué es lo que pasa?! ¿Por qué ese sujeto quiere casarse conmigo?
—¿Querer?
La expresión de Jaken se tornó indignada.
—Créeme que lo último que querría mi jefe en el mundo, sería casarse contigo. ¡No seas tonta!
—¡Pues es algo que tenemos en común!—respondió sin querer permitir que la humillara—. ¡Porque yo tampoco quiero casarme con él!
—Pues mejor así, niña—se compadeció el hombrecito por un momento de la prisionera—. Es mejor que no lo quieras y que también te des cuenta de que esto no es un "matrimonio", aunque vayan a presentarse delante un juez y a firmar un papel. El amo solamente quiere recuperar lo que le pertenece y, lastimosamente, tú eres el único medio que tiene para conseguirlo.
—No lo entiendo, yo no tengo nada—dijo esta vez con voz baja, turbada.
—No tenías, pero ahora sí—la contradijo—. Y justo hoy, puedes hacer uso de lo que te heredaron. ¡Felicidades, Rin Onigumo, ya eres mayor de edad!—le dijo con cierto sarcasmo.
Rin se sorprendió de que conociera su fecha de nacimiento, pero aquello inmediatamente perdió importancia, al detallar en la extraña mención de una herencia.
«¿Herencia? ¿Cuál herencia?», se preguntó ahora más perdida que antes.
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Yako
FanficYako era su nuevo nombre, el nombre que lo bautizo en aquel mundo plagado de muerte y de venganza. Tras la muerte de su familia, deseaba una sola cosa: hacer pagar con su sangre a su enemigo. Sin embargo, en su camino a la venganza, no contaba con...