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—Esto es una pésima idea—dijo Sesshomaru tratando de levantarse. 

—Por favor, quédate—lo detuvo Rin, colocando una mano en su pecho y recostándolo nuevamente en la cama.

El hombre percibió el suave toque de su mano y la miró fijamente antes de agarrarla por las caderas y subirla encima de su cuerpo. 

—No creo poder dormir—confesó con simpleza—. Hagamos otra cosa. 

Rin sintió un ardor intenso en sus mejillas, pero se encontró asintiendo. 

—¿Qué quieres hacer?

—¿Necesitas que te lo diga? 

—No—sintió como se sonrojaba un poco más—. Solo guíame. 

Esa petición sí pareció agradarle al hombre, porque inmediatamente sus ojos se encendieron con lujuria. La guio entonces para que su intimidad coincidiera con el bulto en su entrepierna y luego la hizo moverse. 

—¿Así?—gimió Rin sintiendo como se desplazaba por toda su longitud. Estaba muy duro, notó a través del roce. 

—Así—contestó él y enterró los dedos en su cintura, mientras la hacía moverse más rápido, más fuerte.  

Rin soltó un jadeo, mientras pensaba en lo mucho que eso le gustaba. El fuego que compartían era intenso, abrasador y dudaba que pudiese igualarlo con alguien más. 

«Pero esto no es amor», se decía, a medida que las sensaciones se intensificaban. 

Después de un rato, Sesshomaru introdujo un dedo en su interior y comprobó que estaba lista. Ella supo de inmediato lo que vendría y terminó de desvestirse, porque necesitaba, deseaba sentirlo con locura. 

Cuando estuvo completamente desnuda se subió a horcajadas sobre él, quien ya también se encontraba listo. Su miembro estaba erecto y parecía hacerle una silenciosa invitación a que lo tomara por completo. 

Rin le dedicó una tímida mirada antes de tomarlo entre sus manos y posicionarlo en su entrada. De esa manera, bajó lentamente, sintiendo como la ensanchaba desde adentro. Cerró sus ojos cuando, con una ayudadita por parte de él, estuvo completamente en su interior. 

Ahora solo restaba moverse, pero Rin no sabía muy bien cómo hacerlo en esa posición, así que requirió de más ayuda. Sesshomaru la tomó por las caderas y la hizo subir y bajar lentamente. Una, dos, tres, cuatro veces, hasta que Rin simplemente se apoderó del ritmo de una manera que ya no podía contarse. 

El rechinar de la cama no tardó en escucharse, mezclados con jadeos y gruñidos de placer. 

Después de semejante actividad, los dos quedaron sudorosos, jadeantes, pero satisfechos. Rin siempre solía dormirse con extremada facilidad después del sexo y Sesshomaru siempre esperaba que lo hiciera para irse. Pero esta vez ella se enganchó muy fuerte de él, abrazándolo e impidiéndole el escape. 

—No te vayas—murmuró somnolienta antes de dormirse. 

La petición resultó ser todo un dilema para Sesshomaru, quien se quedó por un instante observando su diminuto cuerpo tan cerca del suyo, mirando las pequeñas manos que lo aferraban, sintiendo el calor reconfortante de una compañía deseada. 

Él simplemente no recordaba cuándo había sido la última vez que se había sentido así de cómodo. Su madre había muerto cuando era un niño y su padre se había vuelto a casar, para luego morir también en las peores circunstancias. 

Su vida no había estado plagada de momentos cómodos, mucho menos felices. Su vida era simplemente una tragedia tras otra, sangre y destrucción, dolor y miseria. Pero Rin hacía que una luz brillará en medio de toda su oscuridad. Y él no quería herirla, ya no. 

Por eso, el simple hecho de cerrar sus ojos se trataba de todo un reto. Él sabía muy bien lo que pasaba cuando hacía eso, la pesadilla regresaba. Su padre, los gritos, la sangre, su pequeño hermano llorando, él tratando de romper las ventanas, tratando de sacarlo. Todo era igual, una y otra vez. Un ciclo sin fin. 

También sabía muy bien lo que podía hacer en ese estado y por eso no quería arriesgarse. Nunca había dormido acompañado por la misma razón y, aunque se moría por dormir a su lado, sabía que eso sería imposible en sus circunstancias.

Pero por ahora se conformaba con verla dormir, con tenerla a su lado, con sentir sus manos rodeándolo. Jamás se imaginó que ella, precisamente ella, pudiese hacerlo sentir tanto. De todas las personas, realmente no se imaginó que podía enamorarse precisamente de la hija de su peor enemigo…

Yako Donde viven las historias. Descúbrelo ahora