El auto se detuvo en seco al llegar al nuevo escondite, y al segundo siguiente, Sesshomaru sacó a Rin del interior de manera brusca. Kagura también bajó, al detallar en el rostro del hombre y en la manera en que agarraba el brazo de la niña. Se veía furioso.
La mirada de ambos se encontró en un duelo, que no parecía tener ningún perdedor, puesto que los dos se veían con el mismo odio.
—¡Suélteme!—rugió la jovencita con valentía.
El hombre arrugó la nariz, rabioso, y la apretó más, lo pudo notar en la coloración de su brazo cada vez más rojo.
—¿Por qué tanto alivio?—le preguntó entonces, su voz ronca por la ira.
—¡No es su asunto!
—¡Contesta!—exigió.
—¡Por nada! ¡Lastimosamente, usted sigue vivo!—le gritó.
Kagura soltó una maldición a punto de intervenir y poner en su sitio a la hijita de Naraku, pero una mirada fiera por parte de Sesshomaru la hizo mantenerse en su sitio.
—¿Entonces creíste que los hombres de tu padre te rescatarían?—se mofó el hombre con una mezcla de burla y rabia—. ¿Es eso? ¿Realmente crees que vas a escapar de mí?
Rin alzó la barbilla, deseosa de decirle todo lo que pensaba, pero se contuvo. En su corazón, guardaba la esperanza de escapar, sabía que Kirinmaru no descansaría hasta verla libre, y aunque se moría de ganas por decírselo, comprendía que no era una buena idea mencionar a su amigo.
Ante la falta de respuesta, el hombre se sintió triunfante, pero al mismo tiempo insatisfecho. La mirada de su rehén seguía demostrando seguridad, era como si en su interior se encontrará convencida de que escaparía, de que su padre ganaría la batalla al final del camino.
—Tu padre morirá—sentenció con voz rotunda—. Tu padre y ese amigo tuyo.
Al escuchar la mención de Kirinmaru, el rostro de Rin se alteró completamente. Le resultó inevitable ocultar la angustia que la sola idea le causaba.
Sesshomaru la miró fijamente y detalló en aquella reacción, su astucia le decía que había gato encerrado y que esa información podría serle útil en un futuro.
Luego de aquel momento tenso entraron en la casa, instalada la rehén en una habitación. Sesshomaru se sentó en un viejo sillón, con la mirada perdida. Su rostro estaba marcado por la fatiga y la tensión de las últimas horas.
A su lado, sus más fieles aliados, Kagura y Jaken, permanecían en silencio, absorbiendo la gravedad de la situación.
Habían escapado por los pelos del ataque a la casa. Los hombres de Naraku les pisaban los talones y el cerco se estrechaba cada vez más. No podían seguir viviendo como ratas, huyendo de un lugar a otro. Ya no.
—Tenemos que cambiar de estrategia—dijo el hombre con convicción—. No podemos seguir escondiéndonos como cucarachas.
El asistente asintió, de acuerdo con sus palabras.
—Tiene razón, señor. La única manera de salir de las sombras es que se convierta en alguien a quien no puedan tocar.
—¿Qué sugieres?
Jaken se levantó y se acercó a la ventana, observando la noche como si buscara respuestas en la oscuridad. La realidad era que aquello estaba bastante claro, simplemente le daba miedo repetírselos a sus acompañantes
—Dinero, poder, recursos… son cosas que están al alcance de sus manos, solamente debe extenderlas y tomarlas—agregó entonces esperando que su jefe captará el mensaje.
Kagura frunció el ceño, perdida ante aquella conversación que parecía estar en clave.
Sesshomaru miró a su asistente y este le regresó la mirada. Ambos hombres sabían muy bien de qué hablaban.
La mente del albino se sumergió en un profundo debate, trazando un nuevo camino para su futuro. La decisión estaba tomada: dejaría de estar en las sombras y se convertiría en un hombre de poder, intocable e invisible, incluso para la justicia.
Su plan era ambicioso y arriesgado, pero lo haría. Se infiltraría en las altas esferas de la sociedad, utilizando a las empresas de su familia, utilizando a la hijita de Naraku.
«¿Quién lo diría?», se preguntó a sí mismo, consciente de lo que aquello significaba.
Jamás se imaginó casado y mucho menos con la hija de su enemigo. Aquello no era más que una burla cruel del destino, del mismo destino que lo unía irremediablemente a la vida de Rin Onigumo.
—Jaken—dijo el hombre, cuando finalmente Kagura los dejo solos—, encárgate de que la vean. La quiero lista e impecable para entre un par de días. Hay un anuncio importante que debemos darle al mundo—ordenó con voz fría.
El asistente asintió y se dispuso a contactar a un médico para que atendiera a la muchacha. Su aspecto era enfermizo, además de que su rostro estaba visiblemente maltratado.
Rin Onigumo debía recibir atención y quizás otros cuidados, después de todo su posición estaba a punto de cambiar. Ya no sería la rehén, sino la esposa de su jefe.
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Yako
FanfictionYako era su nuevo nombre, el nombre que lo bautizo en aquel mundo plagado de muerte y de venganza. Tras la muerte de su familia, deseaba una sola cosa: hacer pagar con su sangre a su enemigo. Sin embargo, en su camino a la venganza, no contaba con...